La dictadura, que impera ilegalmente en Cuba, ha hecho retroceder y ha destruido tanto a la nación cubana, en el orden económico, político, cultural, educativo y social, que los seres cubanos terminamos viviendo en una especie de feudalismo esclavista donde le pagamos el “diezmo”, es decir, con la vida, al Señor feudal, perdón, al partido comunista, mientras marchamos obedientemente a la “guerra” para defender lo que no es nuestro y aceptamos sin chistar que nos traten como esclavos para que no nos quiten el exiguo racionamiento “frijolero”, no nos boten el agua de la palangana y así tener con qué lavarnos el c… o no nos apaguen el quinqué y nos pongan a vivir en lo “oscuro” para morir como “traidores”.
En la vida real, nos guste o no, Cuba funciona como un gran feudo.
raúl castro, respaldado por su “temible” ejército de chivatones, tracatanes y esbirros, actúa como amo y jerarca de todo cuanto se mueve, o se está quieto, sobre nuestra querida tierra. Lo único que le falta a ese degenerado es ejercer su derecho a “desvirgar” a las inocentes doncellas en su primera noche de bodas…, aunque dice mi amiga la cínica que esa idea, de sólo pensarla, le da tremendo asco, mucha repugnancia y ganas de vomitar: “Primero me quito la vida…”.
Por lo demás se comporta como el clásico mandamás medieval ejerciendo sus caprichos sobre sus súbditos y promoviendo o eliminando a quien le da la gana, cuando quiere y como quiere, al compás de: “milicianos, milicianos, adelante, adelante, adelante…”.
Tanta mariconá la heredó de su hermano, el pandillero desenfrenado de Birán, el tarambana político, la piedra en el tenis de las revoluciones, el verdadero inventor del vasallaje tropical, el que no creyó ni en la madre que los parió y se burló de todos nosotros a plena luz del día. Dicen las malas lenguas que lo hacía hasta del propio General de la pamela, que más de una vez lo humilló en público, lo hizo llorar y se mofó de su aspecto lampiño y medio afeminado, en fin, que lo cogía pa’ sus cosas cuando le salía de sus abusadoras entrañas.
En Cuba no existe, en la práctica real, un sistema económico-social coherente, productivo y que conduzca a la nación al desarrollo y al progreso.
En nuestro país predomina el sistema del caos, del maniguiti, la cogioca, mira pa’rriba, saliva… y el relajo socialista.
Por más que la tiranía castrista trate de disimular la improductividad, la ineficiencia, el desastre y el desparpajo endémico, culpando a un “bloqueo” económico inexistente, desde hace mucho tiempo quedó demostrado que los principales culpables de que Cuba esté podrida, y hundida en ese estercolero, son el comunismo y los comunistas.
No pretendo convencer a nadie, pero para mí esa triste realidad resulta demasiado evidente, visible, palpable y fácilmente demostrable.
Los castristas no se esconden y no ocultan su desprecio por el pueblo cubano, incluso pienso que lo hacen ex profeso, como si fuera parte del adoctrinamiento. Les gusta demostrar que son un “puño de hierro”, un “piquete” de machos con pantalones sin ojales, una “rueda de casino” de octogenarios “aviagrados” hasta la saciedad que le pasan por encima a cualquiera, a quien sea, incluyendo a sus propios tracatanes por tal de preservar el tibor de ese socialismo de tempestades.
Ahora raúl castro, que sabe que se muere, está organizando el próximo “castrato feudal” para dejar bien arropados a sus hijos en la “administración” de la finca de los curieles y las tiendas MLC. Primero posicionó en los puestos claves de su pirámide feudal, sin contemplaciones, y aunque no posean la preparación necesaria o los conocimientos suficientes, a cuanto conde-general, duque-coronel o marqués de la chicharronería le sirva para garantizar obediencia y sumisión. No quiere dejar ni el más mínimo cabo suelto para que continúe la ley del embudo: ¿Y el pueblo? “…que se joda, si total, si han aguantado hasta aquí, que sigan resolviendo con una lata y un palo…”.
Pero, error de cálculo, una vez más se equivocan esos malditos feudalistas reaccionarios de “cenicientos” trajes verde-olivo. Los cubanos dignos no son sus siervos, no quieren seguir con la cabeza baja esperando y esperando por: “hasta que se seque el Almendares”, ya son muchos los que alzan la voz y las manos contra el descaro que han implantado en nuestra tierra y muchos más los que queremos verlos salir de sus “palacios robados”, con el rabo entre las patas, con la pestilencia de sus miedos embarrándoles los pantalones, lloriqueando y suplicando perdón, derechitos al patíbulo por tantos y tantos crímenes cometidos contra Cuba y contra los seres cubanos.
Ricardo Santiago.