Es triste, muy triste, pero, nos guste o no, hoy Cuba es una isla hundida, sepultada y echada a perder, bajo cientos de miles de toneladas de inmundicia ideológica, de materialismo dialéctico e histórico, de comunismo científico, de patrias o muertes, y bajo las botas de una casta militar que se niega a dejarnos respirar aun cuando llevan más de sesenta y dos larguísimos años cagándose, literalmente, sobre nosotros los seres cubanos.
Somos, desgraciadamente, un país aplastado por la ineficiencia, la chapucería, el abandono, el desinterés y el oportunismo, mientras el pueblo es perseguido con saña por la miseria espiritual y física, por la insalubridad, por el odio, por las enfermedades, por las ambiciones de poder, por el egoísmo, por la envidia, por las delaciones y por las brujerías de una revolución tan absurda y disparatada como la que nos impusieron los hermanos castro y que nos tiene, a todos los cubanos, pidiendo el agua por señas y muriendo en lo oscuro como traidores.
Por cierto, hablando como los locos, a mi eso de los hermanos castro me suena a conjunto musical de la década de los cincuentas, pasa que ese par de sinvergüenzas no tienen ritmo, ni melodía, ni armonía y mucho menos hacen música, lo de esa pandilla de delincuentes ha sido mucha tribuna “antiimperialista”, muchos micrófonos y un cable tan largo, pero tan largo, que nos hemos tenido que comer, que llevamos más de seis décadas tratando de digerirlo y de evacuarlo por delante o por detrás.
Por eso a los comunistas hay que hacerlos rabiar, hay que darles de su propia medicina para que se revuelquen en su asqueroso idealismo engañoso, hay que mostrarles diariamente las imágenes de la destrucción que han provocado para que entiendan que el estercolero en que han convertido la nación cubana es únicamente responsabilidad de un sistema inútil que avanza un paso, retrocede cien y si te entretienes un poquito te suenan muchos 31 y pa’lante.
¿Alguien puede mencionar una sola obra construida por la revolución del picadillo que merezca ser rescatada para la posteridad?
Esa revolución maldita, a los efectos de la práctica de la vida, es como la señora que un día de paseo, con su sombrero, rompió una farola…, y la muy desconsiderada siguió destrozándolo todo y acabó con los bancos de los parques, las flores, los árboles, el agua fría pa’ tomar, la iniciativa privada, las aceras, los edificios, los comercios, las calles, el papel higiénico, la alegría, la sazón del arroz con pollo, el manantial de la cordura, las matinés de los cines de barrios, el azúcar blanca, una buena taza de café, el ojo de la aguja, la natilla, la buena educación, la alegría y la risa de los seres cubanos, esa que salía del alma y que usted podía escucharla a tres leguas de distancia.
Hoy Cuba es un derrumbe colosal, insisto, los escombros se acumulan como trofeos de la mariconá de un régimen que no quiere admitir su ineptitud, su desidia, su desapego al sentido común y su incapacidad para devolverle la belleza a un país que, en sus buenos tiempos, fue uno de los más hermosos del mundo.
La ideología comunista no puede construir nada porque es una filosofía autodestructiva en su esencia. Apaga los motores que impulsan el desarrollo económico de una sociedad e implanta un absurdo de propiedad social sobre los medios de producción que sólo conducen al atraso, la involución, el empobrecimiento, las cafeteras sin asas, las ollas de presión sin juntas y los techos con goteras.
Son tristes las imágenes, las miles de miles de imágenes que circulan en las redes sociales mostrando la destrucción que hoy vivimos los cubanos. El dolor y la vergüenza que provocan en las personas decentes es muy grande mientras esos criminales se vanaglorian mostrando los hoteles para el turismo internacional, algunos hospitales remozados para las fotos domingueras y dos o tres edificios con coloretes y maquillajes de bajo presupuesto pa’ tapar las bocas de los “criticones”.
Cuba ha perdido su valor arquitectónico, otrora de los más significativos de América, para dar paso al perenne susto del cataplún se cayeron los balcones.
El cubano, el cubano de infantería, que no es funcionario de la dictadura, ni está apadrinado por los patriarcas del régimen, ni vinculado por consanguinidad o por servilismo a los castro, ve cómo se desconchinfla su vivienda mientras sólo puede rezar, suplicar y maldecir, para que no se venga abajo, un día de estos, y lo aplaste a él, a su familia y a sus hijos.
Hoy la Patria es un enorme estercolero y la dictadura castrista, la muy retorcida, continua empeñada en mentirle al mundo “cantando” Cuba qué linda es Cuba…
Ricardo Santiago.
Muchos de los viejos que hoy sufren el fruto de su empeño, se empeñaron en gritar paredón, ya les partimos la siquitrilla. Fueron interventores de puestos de fritas y de cajones de limpiabotas en el 68 cuando apoyaron “la ofensiva revolucionaria” y no dejaron títere con cabeza, ahora la ofensiva ha llegado a ellos, eso es todo, que la gocen.
Muchos de los viejos que hoy sufren el fruto de su empeño, se empeñaron en gritar paredón, ya les partimos la siquitrilla. Fueron interventores de puestos de fritas y de cajones de limpiabotas en el 68 cuando apoyaron “la ofensiva revolucionaria” y no dejaron títere con cabeza, ahora la ofensiva ha llegado a ellos, eso es todo, que la gocen.