De hambre, miseria y represión, vamos sobrados los cubanos, ya no podemos más…



Bueno, para parecer un “experto” en este tema, un entendido “profundo” en la materia, un sabelotodo del milenario arte del trueque dos pa’ ti, tres pa’ mi, o un “erudito” en el conocimiento de la exportación, de la importación, del producto interno bruto, en Cuba las brujas salen de día y de noche, y de la plusvalía…, por cierto, ¿Qué coño es la plusvalía?, he de decir, con aire circunspecto, como si yo tuviera la verdad en mis manos, que en Cuba, con ese aborto de socialismo de tempestades, la economía del país se fue al carajo, se fue a bolina, la planificó un idiota menguante, la desprestigiaron los marxistas-leninistas, le hicieron un hueco los castristas y la enterraron, bajo toneladas y toneladas de pajas mentales quinquenales, un montón de incapaces, de imbéciles, de mediocres “economistas” improvisados al servicio, con mucho orgullo, compañeros, de la revolución del picadillo.
Dice mi amiga la cínica que la única economía que de verdad funciona en Cuba es la del maní, que desde la cosecha, la elaboración artesanal del producto y la distribución y venta, a peso el cucuruchito, todo está bien pensado y calculado, y que el resultado, de tan ardua labor empresarial, le entretiene las tripas a los seres cubanos y les proporciona unos “quilitos” de ganancia a los trabajadores de esa “industria” que, los pobres, albergan la esperanza de que algún día, fíjense bien, algún día, cuando los tiempos mejoren, podamos construir, todos juntos, la gran empresa nacional de un maní libre y soberano.
Yo digo que desde el mismísimo 1 de Enero de 1959 la economía cubana, la floreciente, próspera y poderosa economía cubana, se jodíó completica cuando el castrismo la agarró, qué digo agarró, la estranguló con sus propias garras con el cuento, con la mentira, con el guayabón revolucionario, de que multiplicarían los panes, y el pollo por pescado, al chasquido de los dedos o al de las “geniales” ideas de un fidel que vibra en la montaña, qué tiene fidel, qué tiene fidel, que los americanos no pueden con él… porque el muy condena’o se cagó en el Turquino y la peste, y el mal olor, inundaron a Cuba entera.
Al final no hubo un solo invento de ese degenerado que sirviera, una sola “estrategia” para la producción de alimentos que diera resultado, algo en lo que el fulano pudiera demostrar que no cambiamos la vaca por la chiva o un proyecto que verdaderamente impulsara el “perfeccionamiento” económico que tanto cacareó, del que tanto alardeó, y que no fue otra cosa que una enorme porquería con la que salpicó de hambruna a todo un pueblo.
La descabellada política de la revolución del picadillo de implantar el modelo socialista, en un país que estaba considerado la quinta potencia económica del continente, nos condujo irremediablemente al desastre, a la improductividad, a la vagancia colectiva, al sudor gratuito, a la ineficiencia, a los malos servicios, a la apatía, al bajo consumo y a la involución pues, si lo miramos bien, si prestamos atención, los cubanos casi estamos viviendo en la edad de piedra por la cantidad de derrumbes, escombros y basureros, que han empantanado nuestras ciudades, nuestras calles y nuestros pensamientos.
El castrismo, en su loco afán por mantener el reverbero de ese maldito socialismo de tempestades funcionando, eliminó de golpe y porrazo todo cuanto impulsa el verdadero desarrollo de un país, es decir, arrasó con la propiedad privada a todos los niveles, silenció la iniciativa individual de los ciudadanos, demonizó el concepto de producción capitalista y nos hizo gritar socialismo o muerte aunque, en medio del escándalo, nos cayéramos, redonditos en la calle, por esta “penita”, pena, que tenemos en el estómago, y que segurito es culpa del “bloqueo” imperialista.
En Cuba con el castrismo desapareció la gran industria, los campos se llenaron de marabú, la producción de alimentos se convirtió en una ridiculez agropecuaria, la distribución nacional es absolutamente dependiente de la “buena voluntad” de terceros países y por ahí pa’llá no terminaremos, compañeros, de enumerar las “causas y azahares” de que lo poco que le llega al cubano de infantería, tanto para comer, como para llevar, sea feo, esté en malas condiciones, dé tremenda picazón, hieda y, la mar de veces, le envenene el alma, la ilusión y el patria o vida hasta al más pinto de la paloma.
Mientras tanto, como dice la cínica, no perdamos la fe y ayudemos, con nuestra inversión, a que la producción y venta del cucuruchito de maní no caiga en las garras de esos hijos de puta para que no se joda la única “economía” con vergüenza que, hoy por hoy, tiene nuestra amada patria.
Ricardo Santiago.



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