Cuba: La ira y la pasión de un pueblo contra la estupidez y la cobardía de una tiranía.



Quedó demostrado, aunque ya muchos lo sabíamos, que el castro-comunismo, en Cuba, enseñaría, en algún momento, su verdadero rostro, es decir, demostraría ante el mundo, y ante los idiotas de nación que aun tenemos entre nosotros, que eso de revolución social, de revolución de los humildes, de revolución del pueblo y para el pueblo, de revolución justa, de revolución buena, bonita y barata y de revolución del picadillo, es un puro cuento, es una falacia y es una brutal y aterradora mentira.
Porque la realidad, la única verdad, es que la asonada terrorista, que nos secuestró la Patria el 1 de Enero de 1959, y que muchos apoyamos cuando fuimos “chiquiticos y de mamey”, no es más que una sangrienta tiranía absoluta, un régimen depredador y ponzoñoso, una dictadura de un puñadito de “proletarios” inmensamente enriquecidos y una pandilla de asesinos, criminales, delincuentes y cobardes que, por defender las “conquistas” de sus bolsillos, los beneficios que les otorga el tibor del socialismo y un comodísimo tren de vida, en un país donde la pestilencia campea por su respeto, son capaces de asesinar, de torturar, de reprimir con la más extrema violencia, de mentir descaradamente ante el mundo, de abusar de un pueblo indefenso y de ahogar a un país en sangre, sin que les importen los niños, las mujeres, los ancianos y el clamor pacífico de todo un pueblo asfixiado por más de sesenta y dos larguísimos años de hambrunas individuales y colectivas, de miserias del cuerpo y del alma, del llanto de cientos de miles de madres que perdieron, de una forma u otra, a sus hijos, de escaseces eternas, de racionamientos sostenidos y de una agonía nacional, por falta de todo tipo de libertades, nunca antes vista, ni experimentada, por otro país en este mundo que dice ser antifascista.
Y es precisamente esa agonía nacional, acumulada durante más de seis décadas de socialista existencia, la que ha visibilizado el desencanto popular a nivel nacional, la que ha desatado las manifestaciones masivas, cubanas, muy cubanas, genuinas, muy genuinas, iniciadas el 11 de Julio del 2021, en un país al que, cuando intentas describirle su estado físico y espiritual, se te hace un nudo en la garganta y solo te queda pensar que cómo este estallido social no sucedió antes, muchísimo antes.
Dice mi amiga la cínica que las cosas pasan en su momento justo, en el tiempo que se precisa hasta para “madurar” la espontaneidad, porque estos acontecimientos, nunca antes vistos en nuestra Patria de nacimiento, son la acumulación del horror que genera la supervivencia cotidiana, las imbecilidades, los atropellos, las injusticias, las demoliciones de una maldita revolución criminal y el surrealismo “alimentario” que se tiene que tragar un pueblo, todo un pueblo, cuando sucumbe diariamente ante los embate de una mala vida impuesta e inmerecida.
Yo digo, para reafirmar, que no son otras las causas, no se necesita buscar, para encontrar, más allá de nuestras propias culpas como país, como nación o como sociedad. El principio del mal estuvo en el mismísimo Enero de 1959 con nuestras excesivas borracheras, anormalidades y mariconadas revolucionarias, con nuestra ridícula adoración al cambolo de Santa Ifigenia, con nuestra pleitesía absurda al General de la pamela, con la creencia de que un “presidente” designado, por conveniencia del verdadero poder, nos iba a proteger del hambre y la indigencia, con creer que “la vacuna castrista” nos salvaría de la muerte y con pensar que haciendo silencio, o aguantando callados, nos llegaría, en algún mágico momento, la salvación eterna o el anhelado reino de los cielos.
El pueblo cubano, los seres cubanos, tenemos mucha, muchísima, ira, rabia, dolor y odio, acumulados en nuestros cuerpos y en nuestros corazones. El daño que nos ha provocado esa mierda de revolución castrista es incalculable y necesitaremos la mar de años para lograr sacudírnosla de adentro, extirparla y arrancarla de raíz de nuestra Patria para que nunca más, pero nunca más, los seres cubanos tengamos que “vivir” otra amarga experiencia como esta.
Hoy el pueblo, tremendamente cubano, más cubano que nunca, está en las calles reclamando sus derechos de forma pacífica. La dictadura castro-comunista también está en las calles pero mostrando su verdadero rostro, haciendo visible las muchas caras que tiene la muerte que nos impone día tras día pero que, esta vez, han tenido que desenmascararla para intentar salvar el pellejo, esa hedionda pellejera revolucionaria, del clamor de justicia, de libertad, de derechos y de civismo, de hombres y mujeres armados solo con la verdad, con el decoro, con la justicia y con la razón.
¡Viva Cuba libre, cubanos!
Ricardo Santiago.



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