Desde que tuve uso de razón en Cuba, y aclaro en Cuba porque la “razón” allí está cien por ciento manipulada por la dictadura castrista, viví en una especie de limbo mentiroso en el que nunca supe muy bien quiénes eran en realidad los indios, quiénes eran los cowboys y quiénes los comemierdas que nos tragábamos el cuento de la bochornosa “película” donde siempre ganan los que escriben la “historia”.
Porque, al final, el castro-comunismo, con su gritería de socialismo o muerte por cualquier estupidez, nuestra adrenalina revolucionaria saliéndonos hasta por el c…, culpando constantemente al “bloqueo imperialista” por la miseria que nos tragábamos, repitiendo hasta el relajo que la revolución del picadillo es la maravilla de las maravillas o “convenciéndonos” de que fidel castro era el nuevo “santo” de las Américas, a los seres cubanos se nos creó una especie de mentalidad “supermana” que, aunque tuviéramos el pantalón roto por el fondillo, los zapatos con huecos y una peste a grajo insoportable, nos íbamos a la Plaza Cívica a “excitarnos” ideológicamente, a maldecir, a cagarnos en la madre de los “yumas” y a vocinglear como unos imbéciles comandante en jefe, ordene, pa’ lo que sea fidel, sin nunca entender, como dije, quiénes son los buenos y quiénes son los malos.
Con ese discurso crecí. Durante toda mi formación académica ese fue el mensaje que me transmitieron los maestros, fue algo así como la única verdad, la savia sagrada con la que debían alimentarse las generaciones de jóvenes revolucionarios, los hijos de la patria socialista y de la “tierra” de fidel.
Terrible pero cierto.
Por eso era muy normal que se “difundiera” constantemente la noticia, por los medios oficiales del régimen, que los yanquis nos iban a “atacar”, que la improductividad de nuestros campos y los derrumbes en las ciudades eran culpa de la CIA, que los “gusanos” de Miami devoraban nuestras frutas, nuestro pescado, nuestros boniatos y nuestras carnes, no dejando nada ni pa‘tí, ni pa’mí, ni pa’ todos los que están aquí…, en fin, que los enemigos de la Patria nos “bloqueaban” por todas partes y que por eso la Gallega le echaba rojo aseptil a sus durofríos para venderlos como si fueran de fresa.
Según fidel castro el odio a muerte al “enemigo imperialista” debía ser el sentimiento fundamental de todo cubano, la austeridad y el sacrificio los rasgos más notables y la incondicionalidad a la revolución, y subrayo incondicionalidad, tenía que ser la primera manifestación de todo aquel que quisiera vivir en la sociedad más “perfecta” que, según ellos, se había inventado en este mundo.
Pero, como más fácil se coge a un mentiroso…, la historia demostró que ese bla, bla, bla de la sociedad perfecta, justa, igualitaria, de los humildes, revolucionaria, participativa y próspera, fue la mentira más burda, asquerosa y cruel con la que fidel castro durmió a casi todo un pueblo, le permitió convertir a Cuba en su finca privada y a él en uno de los dictadores más ricos de la historia. Si no me creen pregúntenle a mariela castro.
Gracias a Dios millones de cubanos nos dimos cuenta y nos convencimos de que esa falsa revolución, su “líder”, el tibor del socialismo, el castrismo, el pan sin gloria, el eterno sacrificio y la ciega obediencia no eran más que una gigantesca estafa con la que crecimos y con la que nos “estrangularon” nuestra capacidad individual, el sentido común, nuestras aspiraciones como seres humanos, y cubanos, y nuestro derecho a pensar libremente.
Ante el “grave” delito que significa en Cuba tener una opinión contraria al “ordeno y mando” de la dictadura, muchos decidimos irnos al exilio antes que seguir viviendo en un país donde todo, absolutamente todo, es desacato, una escupida política o traición a la Patria.
Aunque, y valga la aclaración, no todos los cubanos emigramos por motivos políticos, los hay quienes lo hacen porque son miembros del ejército de espías del G-2-3-4…, otros porque son agentes de influencia del régimen y muchos, demasiados, porque son miembros del Contingente Laboral “Las clarias del castrismo” que se van de Cuba para, según ellos, ayudar económicamente a sus familias pero siguen “cantando” desbocados: yo soy fidel.
Y yo pregunto: ¿No es por culpa de esa maldita revolución y de fidel que sus familias están como están?
Cuando tenemos que emigrar al capitalismo salvaje, a buscar lo necesario para “salvar” a quienes viven en el “próspero” socialismo, entonces algo nos dice que la ecuación que nos enseñaron en la escuela no funciona, que está muy mal, verdaderamente mal, malísimo de verdad…
Ricardo Santiago.