Confieso que de niño en Cuba, y un tilín más grande también, nunca oí a nadie, en público, hablar mal de fidel castro, expresarse despectivamente sobre la revolución del picadillo, decir en voz alta que el “hambre” nos está comiendo vivos, condenar la violencia represiva ejercida por las estructuras del poder castrista, bañarse con agua fría y cagarse en la madre de los comunistas, quejarse porque por no comer carne tenemos la hemoglobina por el piso o, sencillamente, decir, como lo más natural del mundo, que raúl castro es cherna.
Y, es cierto, eso de la “china” de Cuba, de la supuesta homosexualidad del hermano menor del cambolo de Santa Ifigenia, del robo descarado y la vida de millonarios que se dan los jerarcas del comunismo y sus familiares, de la grosera fortuna que usurpó el sátrapa, de la comprobada doble moral de los revolucionarios rodilla en tierra, del picadillo de claria pa’l pueblo y el “jamón” pa’ los miembros del partido, de las prebendas a cambio de obediencia al régimen, de la brutal represión a la disidencia, de la manipulación descarada de la “noticia” difundida por los medios estatales, de la verdad sobre el “bloqueo imperialista” y del supuesto altruismo, humanismo, genialidad y honradez del comandante en jefe, es decir, de la verdad sobre todo “eso”, me vine a enterar de “grande” y aquí en el exilio.
Porque yo crecí y me formé en un medio bastante “revolucionario”. Y digo esto porque recuerdo que mi madre, cuando se quejaba de los apagones, del arroz o la leche que no le alcanzaban, de los inventos que tenía que hacer pa’ que todos en la casa tuviéramos la hemoglobina a la mitad o de todo cuanto tenía que “inventar” pa’ comprarme los “popis” que me tenían al borde de la desesperación, nunca terminaba la frase de su reconcomio, se atragantaba con sus propias palabras, miraba hacia todas partes y me decía: “Mijo es que si termino la oración, y me saco de adentro todo lo que tengo, tu inocencia de pionerito me puede matar…”.
Y es que ese fue, en la vida real, el verdadero triunfo del castrismo sobre los seres cubanos, hacernos creer, e incluso, hacernos jurar, como la mayor verdad de este mundo, que la revolución de fidel castro fue la única acción sucedida en Cuba que le dio la libertad al pueblo cubano, que lo emancipó del yugo opresor, que nos convirtió en “seres iguales” ante los ojos del supremo, que repartió el arroz con frijoles en raciones equitativas o en cajitas de cartón, que nos enseñó que la carne de res es muy “dañina”, que nos trajo la luz de la enseñanza y la oscuridad de los “bombillos”, que nos puso la caña a tres trozos por unanimidad, que le echó mucha, muchísima agua a la sopa para que alcanzara pa’ tol mundo y que desapareció el papel higiénico porque, según los ideólogos del tibor del socialismo, la cultura política le debe “entrar” a los seres humanos por delante y por detrás.
Pero no hay mentira que pueda sostenerse por tanto tiempo. Yo digo que la duración de nuestra desgracia nacional se debe fundamentalmente a los “enredos” que tenemos los seres cubanos en la cabeza con respecto a entender, de verdad, qué carajo es realmente la revolución del picadillo.
Y vemos tamaña confusión en cómo, sesenta y tres años después de que Cuba cayera en un pozo y las tripas se le hicieran agua, muchos seres cubanos continúan llamando a esa maldita revolución, cubana, a esa fatídica dictadura, gobierno, a ese ridículo dictadorzuelo, presidente, y a ese país, República, cuando no es más que una enorme plantación improductiva repleta de barracones miserables.
Pero, como dice mi amiga la cínica, la verdadera campaña de alfabetización nos llegó a los cubanos cuando nos fuimos al exilio y descubrimos Internet, comprobamos que el capitalismo no muerde, que los zapaticos no aprietan, que existen muchos tipos de “sanguisis”, que es cierto lo de las pizzas de las películas y que la gente cuando se baña no se caga en la madre de los comunistas porque lo hace con agua calientica…
Y es este el punto donde los cubanos empezamos a componer nuestra “canción” contra el castro-comunismo, es decir, abrir los ojos bien grandes, enormes, ver y creer, fue cuando entendimos la descomunal mentira que se vive en nuestro país, la estafa a la que fuimos sometidos sistemáticamente como nación, el robo que sufrimos hasta de nuestra virginidad y el tiempo perdido al vivir secuestrados por un régimen que, entre muchas barbaridades, nos obligó a consumir cine del realismo socialista mientras ellos, por detrás, se extasiaban mirando cine para adultos…
Ricardo Santiago.