A los cubanos la mediocridad nos llevó a la ruina y la idiotez nos condujo al cadalso.



Los seres cubanos, después del 1 de Enero de 1959, perdimos el rumbo de nuestras vidas, el control, olvidamos el “camino verde, camino verde que va a la ermita”, nos enfangamos los pies en patrioteras guardarrayas, caminamos pa’tras como el cangrejo, nos lanzamos de cabeza al pozo de la agonía, marchamos en masa amelcochada hacia un ideal y transformamos nuestro excelentísimo espíritu de pueblo emprendedor, en un “amasijo hecho de cuerdas y tendones”, dispuestos a gritar, como guaricandillas izquierdistas, patria o muerte, venceremos.
Pero, al final, y desde el principio, pa’ qué los voy a engañar, nunca vencimos a nadie, todo lo contrario, somos un pueblo totalmente sometido, humillado, aplastado y destruido por la peor dictadura que ha asolado la faz de la tierra en toda la historia de la humanidad. Somos una “raza” de hombres y mujeres abusados por un cíclope tropical, sediento de sangre, que nos puso las “patas” encima y no nos ha dejado ver la luz durante estos más de sesenta y tres larguísimos años.
Triste y desgraciada pero es nuestra realidad. Nunca antes se vio con tanta claridad a un pueblo involucionar como idiotas, como energúmenos, como salvajes y, lo que es peor, como comunistas, revolcándose de puro gusto en el gigantesco estercolero, en el que nos convirtieron la Patria, el tibor del socialismo y sus lacayos pestilentes.
Un lodazal hediondo, repleto de malas ideas, rebosante de un disparate tras otro, de una burrada tras otra y de una negación tras otra, al que desfilamos, de uno en fondo, como sumisos cuadrúpedos con la cabecita baja, bien bajitica, el estómago pega’o al espinazo, bien pega’ito, y las uñas destrozadas de arañar la perra y miserable vida que tuvimos que vivir al creer las mentiras, los embustes y los disparates monumentales de un fidel que vibra en la montaña.
Los seres cubanos, sin ton ni son, mutamos, adquirimos un nuevo ADN “importado” de las frías estepas bolcheviques, de los ruski, ruski, parraski, parraski, del fantasma que recorre el mundo, de la hoz y el martillo, de los proletarios del mundo uníos y convertimos en rojo sangre el azul cielito lindo que nos caracterizó durante los cincuenta y seis años que nos duró la República de Cuba.
“¡Qué República era aquella!”
Porque con esta maldita revolución dejamos de ser estado, país, nación, terruño, el patio de mi casa es particular, pueblo, y nos trocamos en finca, en feudo, en platanal, en letrina, en excusado y en propiedad de un pequeño, de un pequeñísimo grupúsculo de delincuentes, liderados por la rata de fidel castro, que nos obligó a tragarnos el polvo de sus derrotas, de su monstruosa doctrina criminal, de su perfidia ideológica, de su mediocridad ilimitada y de su odio visceral a todo cuanto representara prosperidad, bienestar y desarrollo para el pueblo pues, según él, en Cuba socialista, la primera ley que debe imperar es la austeridad, el sacrificio, el racionamiento, la suciedad, el abandono, el churre, la miseria y no “el culto de los seres cubanos a la libertad plena del hombre”.
Los cubanos tuvimos, con esa mal llamada revolución, lo que a mi amiga la cínica le gusta definir como un “arranque” de reculada maloliente de la conciencia cívica, del honor patrio y de la vergüenza ciudadana, pues fuimos todos cómplices, voluntariamente los muchos e involuntariamente los pocos, al permitir que un solo hombre, una sola familia y un clan de dantescos hijos de puta, nos amarraran a lo cortico, nos inundaran de espanto y nos movieran a su antojo, de aquí pa’llá y de allá pa’cá, como las hojas de la yagruma arrancadas de a cuajo por los vientos de un siniestro huracán.
Y fue así como lo perdimos todo como nación, perdimos nuestra libertad ciudadana, nuestro arroz con frijoles, nuestro espíritu emprendedor, nuestro progreso, nuestra hidalguía, nuestro honor, la vergüenza, el patriotismo y esa cubanísima risotada que se escuchaba, desde el Cabo de San Antonio hasta la Punta de Maisí, cuando compartíamos nuestra inmensa alegría por la vida.
Por eso siempre digo que el peor daño causado por la ideología castrista a los seres cubanos es estructural, es de conciencia y es espiritual. Somos un pueblo al que nos extirparon un buen cacho de cerebro y que aun hoy, en pleno 2022, más de sesenta y tres larguísimos años después de la terrible explosión del “huevo de la serpiente”, nos despedazamos rabiosamente entre nosotros, nos asombramos de que el único pan nuestro de cada día sea una reverendísima mierda y nos “esmeramos” en sobreponer nuestros intereses personales por encima de la libertad de Cuba.
Ricardo Santiago.



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