Seamos honestos: ¿Qué tiempo hace que un ser cubano de pueblo, humilde, un cubano de infantería, de los que van en la guagüita de San Fernando, no se come, entre otras muchas cosas, un sabroso “postrecito” de la cocina tradicional cubana?
Esta pregunta, aparentemente banal, “inocente”, encierra en su respuesta, si usted la analiza con sinceridad, la real “realidad”, el uno menos uno o la desesperanza, que están viviendo, sin necesidad alguna, muchos cubanos, en un país que pudo ser de los más esplendidos, sabrosos, alucinantes y maravillosos de esta Galaxia y de tres más pa’llá.
Por eso siempre digo, parafraseando al trovador castrista, que, por cierto, la poesía del muy desencajado tiene de maravillosa lo que él de cobarde, que “a Cuba nos la ha podrido el comunismo”.
Y es que Cuba nunca tuvo, en toda su historia como nación, un enemigo tan monstruoso, tan peligroso, tan dañino y más perjudicial, que los castro and son S.A., que la revolución del picadillo, que la criminal dictadura castro-comunista, que el socialismo de alcantarillas y que la descomunal falta de patriotismo, de sentido común y de vergüenza, que tienen muchos de los defensores de esa porquería de régimen incluyendo al poeta de “si me dijeran pide un deseo…”.
Yo siempre digo que nosotros los seres cubanos de tanto “marchar”, obedecer, negarnos a querer ser libres, necesitar un “líder” pa’ que nos “guie” de la mano, hociquear “el membrillo”, creer en cantos de sirenas y aplaudir a cualquiera como unos trastornados, hemos terminado por conformar una nueva especie de ser viviente que se acostumbró a vivir con grilletes bien apretados y piensa que la libertad, “la libertad, la libertad, derecho de la humanidad…”, es que sus dictadores se los aflojen un poquito, solo un poquito, con un tincito basta, pues estamos tan “cómodos” con ellos que si nos los quitan no sabremos hacia dónde carajo “marchar”.
La destrucción de la nación cubana, por parte de fidel castro, de su régimen dictatorial, cruel y sanguinario, empezó justamente por quebrar, doblegar y transformar, el alma de los seres cubanos, su nobleza, su elegancia, su decencia, su honestidad y su patriotismo.
Hoy por hoy el “cubano” que camina por las calles de Cuba, o de cualquier lugar, enarbolando las banderas de esa falsa revolución, apoyando las constituciones traidoras y manipuladoras de esa dictadura y “que vota sí mi jefecito”, nada tienen que ver con aquellos hombres y mujeres que construyeron uno de los países más prósperos del continente, una de las Repúblicas más grandes del mundo, una nación que daba gusto mirarla, olerla y saborearla, y una Patria que de tanto ser venerada, querida, amada y respetada los contemplaba a todos ellos orgullosa.
Por eso afirmo que el hombre cubano de hoy no se parece al cubano de antes, ni la mujer cubana de hoy, por desgracia, camina como la mujer de Antonio.
¿Dónde perdimos el rumbo, cubanos?
¿Dónde metimos tanta grandeza y tanto amor por la Patria?
¿Cómo nos permitimos una involución material y espiritual tan absurda, disparatada y ridícula?
Al final la historia nos demostró, con numerosos hechos y ejemplos, que la revolución de fidel castro es invisible, inocua, improductiva, destructiva, ineficiente, desleal, traidora, traicionera, ilegal, inconstitucional, antipatriótica, antimartiana y anticubana, que llevan más de sesenta y tres larguísimos años mintiéndonos con el cuento de que “el futuro pertenece por entero al socialismo” y es por eso que solo nosotros, el pueblo humilde, la gente sencilla y “normal”, somos quienes nos hemos tragado el desastre, la pudrición, la pestilencia y los horrores que produce esa grosera tiranía totalitaria de los hermanos castro, mientras esos hijos de puta viven y mueren como los patriarcas del café con leche.
No existe nada que me produzca más dolor, que me apriete más el alma, que me provoque mayor tristeza, cuando veo imágenes actuales de la destrucción de Cuba y percibo, en los rostros de cada uno de los hombres y mujeres de ese pueblo, la conformidad, la resignación, la desilusión, la inercia, la pesadez, la violencia contenida y desatada, el hastío, la amargura y el vértigo.
Dice mi amiga la cínica que el cubano de hoy es un ser experimental al que le extirparon las alas del corazón, un cachito de cerebro y uno de los “cinco sentidos” fundamentales y que es por eso que, aparte de que quiere ser fidel, no piensa en otra cosa que le recarguen el celular, que le manden “algo” de la yuma y que, por favor, señores castristas, no nos maltraten cuando pasemos con los bultos y la paquetera por la Aduana.
¿Y el dulce de guayaba?
¿Y el quesito crema?
Ricardo Santiago.