A veces pienso que soy demasiado crítico con la realidad que vive mi país, como si por momentos se me fuera la mano, me patinara el coco, exagerara en demasía una verdad que, para mi, está ahí, en cada esquina de mi “barrio”.
Por suerte y gracias a Dios, otros son capaces de sentir tamaña tristeza al igual que yo, reconocen que el horror va más allá del arroz sin pollo, de la miel de pulga o de la tremenda peste que ha inundado nuestra Patria y denuncian la verdadera careta, física y moral, de esa mierda de revolución del picadillo, de ese régimen de tornados flatulentos o de ese Estado de malsanidad, de imperio del hambre, de manuscrito soberbio de la represión, de agua con guajacones, de oscuridad a las doce del mediodía y de un fracaso tras otro, de un fallo tras otro y de una cagada virulenta encima de la otra.
Para empezar yo afirmo que esa maldita revolución castro-comunista surgió de una mentira, del engaño a casi todo un pueblo que, bombardeado por la propaganda de la izquierda sucia, envidiosa y melancólica, nos hizo creer a casi todos los cubanos que la igualdad existe, que el pan se puede repartir equitativamente, que la leche condensada se puede hacer “fanguito”, que todo es de todos, que vamos a erradicar la prostitución del cuerpo y del carácter, que la vaca da leche pa’ no cagarse en los pantalones, que la cotorrita pide pan porque no le gusta ni el jamón ni el queso y que los cubanos queremos vivir racionados, esclavos, subalimentados, promiscuos, raquíticos, agresivos, adoctrinados y hacinados en nuestra propia Isla.
Así cambió, para mal, en reversa, un pasito con tumba’o, nuestra visión del mundo después del 1 de Enero de 1959. Cuba era un país que lo tenía casi todo, un país que no necesitaba revolucionar más que la corrupción y el bananerismo imperantes, un Estado creciente, próspero y envidiable, que se ubicaba entre las economías más importantes del mundo y donde muchos querían ir y del que casi nadie quería escapar.
Por eso revolución que nace torcida, mentirosa, mezquina, improductiva e irracional, jamás puede llevar el bienestar a un pueblo, mejor dicho, a nadie que no forme parte de la cúpula tiránica o a sus tentáculos utilizados para coartar las libertades de los seres humanos y cubanos.
Dice mi amiga la cínica que desde el mismísimo 1 de Enero de 1959 hasta Diciembre del 2023, todo lo que sale de ese asqueroso régimen socialista y de fidel, son puras promesas vaciás, son cuentos para dormir hasta al más pinto de la paloma, son engañifas de taburetes sin fondo, son espejismos que buscan hacerle creer a los seres cubanos que vamos por el camino correcto, que la victoria está cerquitica del Vedado, que los buenos son los buenos y que los malos son los que nos venden pollo y que la revolución socialista, junto al partido, a fidel, al General de la pamela y al pueblo que no se doblega, en breve, muy breve, casi que se puede tocar con las manos, podrá repugnarse de comer sanguisis de jamón y queso, tortillas machucadas y frijoles sin hacer, tomar jugo de guayaba hasta que nos salga por los ojos y disfrutar de una casa alegre y bonita para todos, qué digo para todos, para cada uno y sin derecho a protestar.
Pero la realidad que vivimos los cubanos es otra, muy distinta y muy diferente.
Cuba es hoy, y me duele mucho decirlo, uno de los países más inmundos del mundo, uno de los países más inservibles del mundo, uno de los países más inseguros del mundo y el país con menos calidad de vida y con menos esperanza de vida del mundo.
No voy a enumerar ejemplos del acabose universal cubano ni de las tantísimas y numerosas falsas promesas de fidel castro, el apócrifo mesías adorado por imbéciles y despreciado por las personas de bien y de sentido común de este planeta.
La verdad sobre el desastre cubano, mejor dicho, sobre el desastre castro-comunista, está ahí, en las miles de miles de recontra miles de imágenes que circulan por Internet, por las redes sociales, por plazas y museos con las que queda demostrado, para vergüenza de todos nosotros, que Cuba hoy es un país donde no hay quien viva.
Ricardo Santiago.