Quiero empezar este 2024 hablando de cómo la dictadura castro-comunista, desde el mismísimo 1 de Enero de 1959, nos ha obligado, empujado y martirizando, a los seres cubanos, atropellándonos de tal manera, con sus constituciones, sus leyes, sus ordeno y mando y sus aberraciones, a tal punto que casi cinco millones de nosotros nos hemos visto en la traicionera necesidad de abandonar Cuba, de alejarnos del lugar donde nacimos, de separarnos de nuestros seres queridos, de nuestros primeros descubrimientos, de la primera y espontanea risa que echamos al viento y de nuestros primeros amores.
Para algunos de nosotros esto no ha sido un gran problema porque han regresado, han vuelto y se han reencontrado con todo cuanto dejaron atrás, gózalo mientras puedas, aunque, para ellos, haya significado, también, reencontrarse con todo aquello que los obligó un día a marcharse, con todas las desgracias que tuvieron que vivir, con toda la peste que tuvieron que soportar y con todos los desamores que padecieron en un país que, a decir verdad, nunca hemos podido decidir nada, nunca fue nuestro, nunca nos perteneció y que siempre fue propiedad de una cúpula de engreídos, de anti-patriotas, de traidores y de criminales, liderados por la familia castro y por todos sus acólitos.
Pero, como decía mi madre, cada cual actúa por su propia conciencia y, si es mayorcito, tiene que ser responsable de sus actos y responder, ante Dios y la ética de los seres humanos, y cubanos, por las acciones emprendidas para sanar o corromper su alma. Aquí, de esos cubanos que regresan a la isla, excluyo a quienes, por verdadero sentido de responsabilidad y amor filial, visitan a sus familias y tratan de rozar, lo menos posible, los traga-niqueles de esa mafiosa, extorsionadora, ladrona y asesina dictadura de los mil demonios.
En los últimos tiempos se ha multiplicado extremadamente la cantidad de seres cubanos que, por muchas y diferentes vías, han salido de Cuba en busca de una mejoría para sus vidas o, como dice mi amiga la cínica, y a mi me parece una mejor definición, escapando de aquel perverso infierno, en el que se ha convertido la tierra más hermosa del mundo, bajo los tentáculos de un castrismo sin igual que ningún pueblo merece padecer y mucho menos soportar.
La realidad objetiva es que en Cuba no hay quien viva, si no te mata el hambre, te mata un mosquito, te mata el no tener un simple medicamento, te mata un pedazo de techo que se cae y te tira al profundo abismo, te mata una lombriz delgadita, paliducha y traicionera, te mata una sombra gris o, simplemente, te mata un esbirro castro-comunista que acecha detrás de una puerta o que se esconde en los rincones, o en la basura, para saltar sobre ti y devorarte hasta tu penúltimo suspiro, hasta tus exiguas fuerzas o hasta tus míseros ahorros de toda la vida.
Yo siempre he dicho que si nosotros los cubanos tuviéramos en Cuba, gozáramos y disfrutáramos, de las libertades económicas, políticas y sociales, a las cuales accedemos, por derecho propio, aquí en nuestros rincones de este exilio bendito seas, yo nunca me hubiera marchado de mi país, no tendría una segunda ciudadanía y no viviría lejos, muy lejos, de ese pedazo de mar que tanto me cautivaba igualitico a los buenos olores de una mujer, como la brisa de esta primavera nórdica o como el mejor y más brillante azul de entre mar y cielo no hay nada oculto. Así de simple.
Pero lo que nos ha tocado mal vivir a los seres cubanos, en estos más de sesenta y cinco mil larguísimos años, con estos criminales de los infiernos, es de Padre nuestro y Señor mio.
No me voy a referir a las calamidades, a los desamores, a las angustias, a los sálvese quien pueda y a las heridas que sufrimos en Cuba y por las que muchos de nosotros, la inmensa mayoría, amen de que por ahí hay su montoncito de caras de guantes que utilizan la emigración para chivatear o para lucrar con el dolor de todo un pueblo, tuvimos que emigrar pues son bien conocidas hasta la demencia, pero si quiero reconocer que hemos recurrido a esta opción como la única manera de salvarnos y mejorar la vida de nuestras familias, razones suficientemente humanas como para ser respetadas, veneradas y asumidas, por todos los que puedan hacerlo o juzgarlo.
Repito, en Cuba no hay quien viva, no hay quien muera, no hay quien tenga un futuro y no hay quien respire…
Ricardo Santiago.