No me coman, no me critiquen, no me lapiden, no me metan en lo oscuro y no me cuelguen de una palma real por el título de estas “cosas” que escribo y que, a la vuelta de tantos años, ya no sé cómo llamarlas. Pero, aun así, digo esto porque es mi opinión, es lo que siento, lo que veo a diario en las redes sociales y es la imagen real, la encarnación viva, de la peor actitud que pueden asumir, quienes luchan por un mismo objetivo, pero que se desgastan en representar ante el mundo el peor “sainete póstumo” que pueden interpretar unos guerreros en animadversión luchadora.
La realidad es que quienes decidimos enfrentarnos frontalmente al castro-comunismo hemos de hacerlo contra dos fuerzas del más allá y del menos acá, es decir, combatir al castrismo en sí mismo, nuestro único y más mortal enemigo y también contra, increíblemente, otros disidentes que accionan su ideal versus nosotros en nombre de una lucha que, a estas alturas del partido, ya uno no sabe si son amigos en la adversidad o enemigos en el concubinato.
Y esto que digo es muy fácil de demostrar pues resulta muy habitual ver que el ataque más común que usted recibe es cuando te preguntan y quién tú eres, qué tu hiciste en Cuba mijito, cuál es tu pedigree como miliciano de derecha que te permite hablar, opinar o criticar así tan suelto, no, tú no tienes derecho, o izquierdo, a ser opositor porque abriste los ojos demasiado tarde y los puestos principales los tenemos nosotros.
Triste, pero cierto. Yo digo que abalanzarse contra el socialismo de alcantarilla que impusieron los castro en mi país, y que a mi me mantuvo con los ojos vendados, al igual que muchísimos seres cubanos, es una decisión de cada cual y no es menester, de los espectadores de enfrente, de juzgar la puntualidad o la tardanza de quienes, por una razón u otra, abrimos la mente, lanzamos un grito, manoteamos contra una pared o le damos una patada a una lata a ver si, por casualidad, rebota en el fin del mundo y de guilletén, como quien no quiere las cosas, provoca el aleteo de cien mariposas y Cuba, y los cubanos, nos lanzamos, de nuevo, a la manigua redentora en busca del tan ansiado “Pan de Gloria” que está perdido hasta de los centros espirituales.
Pero no, estos Generales de la independencia platanera, que se creen el non plus ultra de las redes sociales, el carpe diem del chat de amigo y sus amiguitos y los vengadores número uno del pueblo descalzo de Cuba, devienen en una especie de censores muy celosos de quién tiene el mayor protagonismo, de llevar la cuenta para ver quiénes reciben más o menos likes y de, lo más absurdo que usted se pueda imaginar, quiénes son el ejemplo a seguir por su actitud y sus “denuncias” sin calcular que, así mismitico, una vez, caímos en esa trampa y, por comemierdas que fuimos, nos encasquetaron a fidel castro.
Yo soy de la opinión que nunca se llega tarde a la independencia y que todos los seres humanos, y principalmente los seres cubanos, tenemos derecho a luchar por la claridad, por el brillo, por los buenos olores y sabores de nuestra Patria y que nada ni nadie puede impedirnos, o quitarnos el derecho, a ondear nuestra enseña nacional como nos venga en gana, a mover la cinturita con alegría y gozo, a ser héroes o mártires y a escribir las páginas de amargura que sintamos pues, al final, ese régimen sádico, criminal y asesino, nos ha enlutado nuestra exigua Patria con alevosía, con una densidad demoledora y con muy poco, poquísimo, sano juicio.
Por eso insisto en que luchar contra el castrismo, cuando lo hacemos sin ánimo de lucro, cuando lo asumimos sin buscar protagonismo, cuando nos sale de nuestras entrañas nacionales porque somos seres individuales que sufrimos esa maldita represión de forma particular y universal, merece respeto, merece atención, merece cuidado y merece apoyo, mucho apoyo, más allá de si fulanito me cae bien, menganito es mi amigo o esperancejito tiene la pata coja y así, el pobre, no va a llegar muy lejos.
Usted súbase al caballo de esta desigual batalla contra el olvido, contra la mala fortuna y la contra la reencarnación de todo lo malo como quiera y cuando quiera, a mi, lo que es a mi, cualquier grito de ABAJO LA DICTADURA me sirve, me resulta válido y me hace crecer como hombre, como ser cubano y como patriota…, así de simple…
Ricardo Santiago.