Y lo digo porque tuvimos nuestras luminarias famosas, nuestros personajes ilustres y nuestros re-buenos pensadores de talla mundial. Tuvimos, por solo citar algunos ejemplos, a un gigante intelectual y mal utilizado cubanazo José Martí, a un Carlos J. Finlay, a José Raúl Capablanca, a muchísimos músicos, compositores e intérpretes que trascendieron fronteras y galaxias, a grandes deportistas de élite universal, a importantes científicos multiplicadores de la vida pasada, presente y futura, tuvimos a respetados Generales de nuestras guerras de independencia, a artistas de todas las manifestaciones bendecidos con el don de lo sublime, a verdaderos patriotas que lucharon y murieron por la libertad, a hombres y mujeres que sufrieron presidio por defender hasta el fin sus ideas, a grandes maestros, profesores y educadores, que nos enseñaron a no creer en la oscuridad y a muchos, a miles, de cubanos humildes que sobrevivieron a la masacre ideológica que nos impuso el castro-comunismo y hoy son un ejemplo de que sí se puede ser mejor en medio de la aberración, del estercolero, de la indigencia y de la muerte.
También tuvimos al mayor hijo de puta de toda la historia interplanetaria, a famosos asalta caminos dignos de aparecer en novelas y relatos, a connotados asesinos que aun hoy nos rondan como fantasmas en celo, a un chulo transgresor apiolado, a famosas meretrices dignas de chivo que rompe tambor, a desmedidos sinvergüenzas desfalcadores del erario público nacional, a esbirros y torturadores desapercibidos, a un General con pamela de sexualidad dudosa, a un chisme que te puede costar la vida, a tres tristes tigres, a un batallón de soldados seducidos y abandonados, a un narizón con peste a pata, a un discursante de ocasión y a miles, a millones, en realidad, de mentecatos y traidores.
Pero también tuvimos al genio cubano que inventó el pan con timba, a la Gallega que descubrió que se podía sustituir en los durofríos la fresa por el rojo aseptil, a quien creó el arroz frito cubano, a la mujer de Antonio que camina así, al pobre de bolsillo pero multimillonario de espíritu que se adelantó a su época bañándose en el puro diente de perro de la orilla del mar, a los tomadores de café con chícharo, a los que dicen que el muerto adelante y la gritería detrás, al otro que cantaba a mi me gusta que baile Marieta, a los vendedores de maní tostado, a los que empinan chiringas porque no tienen papalotes, a las madres multiplicadoras del cachito de pan nuestro de cada día, a los tamalitos que vende Olga, al último la peste y el primero se la traga, a la mulata de fuego, a los que jugamos a una ruleta en el güiro, al que baila a pasito de conga, a quien hizo el primer boniatillo con coco, a quien inventó el “exilio” cubano y a muchos, a cientos de miles de cubanos humildes, que le pusieron olores y sabores a un país que, digo yo, menos en las últimas seis décadas de nuestra revolucionaria existencia, fue siempre una tacita de oro.
Yo digo que nosotros los seres cubanos somos un pueblo con una buena y muy bonita historia. Historia que se vio truncada cuando el 1 de Enero de 1959, el eclipse de las tinieblas se apoderó de todo nuestro país y nos cambió la Noche Buena por los días malos, la cerveza fría por el ron adulterado, el traje elegante por el apestoso uniforme de miliciano, al pollo por pescado, la vida por la muerte, la Patria por una letrina pestilente, la verdad por la mentira, el fanatismo por la espiritualidad, los chícharos por gorgojos, el agua de manantial por las aguas albañales y el verde que te quiero verde por el rojoblancoazul nuestro de toda la vida.
Aun así pienso que somos un pueblo inteligente, creativo, astuto, capaz y emprendedor. La prueba de nuestra sapiencia nacional es que somos los máximos sobrevivientes de este milenio pues hemos logrado, como dije anteriormente, imponernos al desastre en que nos han hundido y nos mantenemos vivos, respirando por vocación, por necesidad, con sabiduría, con estilo, a ultranza, con valor y no nos dejamos derrotar por la adversidad, ni desaparecer por los chismes de coqueta, ni nos dejamos silenciar totalmente por la peor dictadura que ha existido en toda la historia de la humanidad.
Ricardo Santiago.