“Que me perdonen los presentes…”
Quien no quiera hablar de Fidel Castro está en su soberano derecho.
Quien no quiera oírlo ni mencionar: Ni se diga.
Quien no quiera alegría tras su muerte ahí está la puerta, digo, la tristeza.
Quien no quiera ver su imagen en las redes sociales: ¡Por favor la vida!
Quien quiera dejar atrás esta negra página de la historia nacional: Lo comprendo.
Quien no quiera denunciar los abusos, desmanes, crímenes y barbaridades que este sujeto cometió: Sus razones tendrá.
PERO YO NO… YO NO, NO…Y ME NIEGO…
Después de este largo ejercicio de escribir mis experiencias vividas en Cuba y publicarlas en mi Blog Por Eso Me Fui De Cuba, de leer a muchos compatriotas y hermanos de otros países contar sus historias y padecimientos por culpa del castrismo, de entender desde mi destierro, con otra perspectiva, la realidad que vivimos los cubanos, de escuchar cómo quedan todavía muchos que defienden y lloran al boniato cementoso “sembrado” impunemente, violentamente, cobardemente y autoritariamente a la diestra del Apóstol, he visto, con toda la claridad de este mundo que tengo que trabajar para ayudar a la desmitificación del torbellino pestilente que significó Fidel Castro para la inmensa mayoría de los cubanos.
Muchos de nosotros, en estos casi 60 años, sin querer o queriendo, engañados o consientes, seducidos o abandonados, ya no importa, ayudamos a crear y consolidar el mito “Fidel Castro” en Cuba y el mundo, mito, mito, colorito: ¿A dónde vas tan bonito?
Las “hazañas” del sátrapa en jefe rodaron cuesta arriba impulsadas por una férrea, sofisticada y poderosa maquinaria propagandística diseñada para convencernos, meternos en las entendederas a como diera lugar, de que el tipo comía lo mismo que el pueblo cubano y que no le gustaban los camarones, que era humilde, que vivía en un modesto apartamento de Alamar con sus cinco hijos, que hacia la cola del pan, que no desayunaba porque no le daban leche por la cuota, que su familia pasaba la misma hambre y vicisitudes que el resto de los cubanos, en fin, que el muy condena’o predicaba con el ejemplo y que hasta soñaba con un día poder irse pa’l Norte. Piruli, piruli, lo tienes en la punta de la nariz…
Indiscutiblemente muchos se rindieron a sus pies, lo veneraron y veneran incluso sin saber un carajo de lo que hablan, pero dicen que sí, que el tipejo era muy bueno, un santo, una alpargata sin lavar y expuesta al sol caribeño de Agosto, un mártir en su martirologio, un monumento a la jurisprudencia y un caballo colosal que cargaba en su interior a unos barbudos virulentos que tomaron a La Habana desprevenida como antes lo hicieron los griegos con la ciudad de Troya.
¡Que cada cual cargue con su pesa’o!
La propaganda castro-comunista preparó a un ejército de tontos-útiles y los sembró (para utilizar el símil de Nicolás Maduro) por diferentes partes del mundo con una misión absurda pero clara. A este grupo insurgente se la ha unido otra medio guerrilla de tontos-inútiles, con la diferencia de que estos últimos milicianos son autodidactas, actúan gratis y repiten como cacatúas en veda el remolino de sandeces diseñadas por “ideólogos” interesados en mantener vivo el legado del “genio” del meteorito.
Tenemos que desmitificar la imagen de Fidel Castro, tenemos que demostrarle al mundo que el tipo no era más que un mierda y que embarró con sus atrocidades a todo un pueblo hasta sumirlo en la desesperación, el anonimato y la tristeza, tenemos que convertir a los comunistas en “escarabajos estercoleros” y que ellos mismos rueden hacia abajo su gran bola de caca creada para magnificar la maldad personificada en este hombre que desgobernó a Cuba por más de 50 años.
Al menos esa será mi misión…
Continuará…
Y todavía que los defiendan extranjeros que jamás hicieron cola bajo el sol dos horas un domingo al mediodía paaa coger un pan de 60 gramos, qfue no cargaron agua tres pisos ariba porque le motor se rompió y no aparece la pieza, que no se colgaron de la puerta de una guagua llena para poder llegar al trabajo, que no los botaron de un hotel porque era solo para extranjeros, que no lo paraon en la calle para revisarle la jaba o el paquete que llevaga, que no lo obligaron a desfilar en matifestaciones multitudinarias so pena de ser marcado en el trabajo, que no comieron por la libreta, que no tuvieron que ver como su hija se prostituía por iunos dólares o como un hijose le ahogaba enel mar tatando de huir del paraíso de los trabajadores, lo admito. Pero que haya cubanos que han pasado por todo eso y todavía o defiendan, es lo que no entiendo ni puedo entender.