Yo no creo que en Cuba, ningún cubano, aun teniendo los recursos más abundantes del planeta, pueda ser feliz, encuentre su propia satisfacción, pueda reír a carcajadas o, sencillamente, su “alma trémula y sola” pueda deambular tranquilamente por esas ciudades podridas, por esas calles asquerosas, por esas aceras destruidas, saltando y brincando esas fosas sépticas desbordadas, caminar entre tantos y tantos ciudadanos de miradas tristes y vivir asustados mientras esperas que el próximo pedazo de techo o de balcón te caiga encima y te aplaste como si fuéramos unos bichos de “triste figura”.
Porque en la vida real esa es la Cuba que todos los cubanos, de una forma u otra, hemos construido, mejor dicho, hemos destruido, hemos destrozado y hemos arruinado con “nuestro esfuerzo y sacrificio”, con nuestra grandilocuencia por ser más marxistas que nadie, con nuestro falso patriotismo, con nuestro abrazo a las ideas del comunismo, con nuestro excesivo internacionalismo proletario y con nuestra comemierdería revolucionaria y socialista defendiendo las ideas de fidel, las blandenguerías de raúl y las estupideces, cada vez más notorias, de un díaz canel que vibra en la montaña cual aparatico mágico ideado para satisfacer la lujuria.
Y yo pregunto: ¿Cómo se puede ser feliz viviendo entre tanta mierda? ¿Cómo un cubano que verdaderamente ame a Cuba puede estar tranquilo ante tanto desastre? ¿Cómo podemos continuar creyendo la mentira de que la culpa de tamaña catástrofe es del bloqueo imperialista? ¿Cómo podemos explicarle a nuestros hijos la destrucción que hemos construido? Y, la pregunta más importante: ¿Qué vamos a hacer los seres cubanos, los de allá y los de acá, para salvar lo que aun nos queda de país, lo que aun nos queda de nación, lo que aun nos queda de esa cubanía que nos legaron nuestros padres y lo que aun nos queda de vergüenza?
Es una verdad, diariamente demostrada, que Cuba, a los cubanos, “nos la ha podrido el enemigo” y que ese enemigo, el único enemigo que en realidad tenemos los cubanos, es la dictadura castrista, es la revolución castrista y es la tiranía castro-comunista de fidel, de raúl y ahora del fantoche de canel con su ridículo podcast incluido.
Dice mi amiga la cínica que cualquier cubano digno debería, por razón y por orgullo, sentirse triste ante tanto maltrato a lo propio y a lo ajeno, sentir vergüenza ante tanta calamidad física y espiritual de una nación entera y bajar la cabeza ante la falta de aire, ante tanto silencio y ante la complicidad de la mayoría de nosotros.
Porque la dictadura castro-comunista culpa “al imperio del Norte” de la miseria y la indigencia en que vivimos y nosotros los cubanos culpamos a esa maldita revolución socialista del hambre que tenemos, de los apagones que sufrimos y del asco en que vivimos. Pasa que entre culpa y culpables el país se nos cae a pedazos y nadie, absolutamente nadie, es decir, ninguno de nosotros, hace algo para remediarlo, toma una iniciativa contundente para crear soluciones o, sencillamente, se planta en siete y medio y dice hasta aquí, Cuba no tiene dueño, Cuba es de todos los cubanos, Cuba puede ser la tierra más hermosa del mundo y es deber nuestro, obligación de todos, de salvarla, de cuidarla y de protegerla cual “Damisela encantadora” que abre sus piernas para engendrar hijos dignos.
Por eso ese falso y mentiroso embullo de crea tu felicidad en Cuba, en estos momentos, en estos precisos momentos de tanto odio, de tanta frustración, de tanta corrupción, de tantas injusticias, de tanta represión a las ideas ajenas, de tanto nadar pa’ morir en la orilla y de tanto vértigo al patriotismo, es otra burla de esa maldita revolución de la miseria y de la muerte, es otro humo gris dictatorial, es otro jarabito de componte para quienes se atreven a rebelarse contra ese régimen y es otra forma de engañar al mundo con la estafa, de hace más de sesenta y cinco larguísimos años, de una fatídica construcción del hombre nuevo o de la sociedad más justa que existe.
Yo digo que los cubanos, incluso los que vivimos en el exilio, debemos, es mas, tenemos que acabar de abrir los ojos y dejar de promover la pacotilla mental de que Cuba es un país bueno, bonito y barato. No hay nada que dañe mas a una nación que tener a hijos que quieran vivir de ella como parásitos, como sabandijas pegadas a la teta de la Patria y vivir de su sabia y, lo mas triste, de la ingenuidad que aun persiste entre muchos de nosotros.
Ricardo Santiago.