La verdadera “historia me absolverá” de nosotros los cubanos.

Si algún día, de pura casualidad, y así como quien no quiere las cosas, me encuentro una lámpara maravillosa y el genio, su puto genio, me concede un único deseo, le pediría, sin tener que pensarlo ni un solo segundo, no haber nacido en Cuba, no ser ciudadano cubano y no pasar por toda la mierda que tuve que soportar, durante los años que viví en aquella isla maldita de comunismo, en nombre de una revolución de los humildes, en nombre de un socialismo de alcantarillas y en nombre de un fidel que vibra, cual consolador ideológico de multitudes, en cada montaña de porquería que permanece, que subsiste, que pulula y que frecuenta, todas las esquinas de mi “amada” Patria.

Porque, Dios mio, cuánto tiene que sufrir un cubano humilde, de los que tienen que ir a pie a todas partes, cuando nace, crece y se desarrolla, en un país afectado, hasta su magma calentita y viscosa, por una falsa ideología como la comunista, sin tener derecho a pensar en lo suyo propio, sin poder disentir o querer independizarse, como acción lúcida y totalmente responsable, de cosas tan ridículas como la igualdad entre los seres humanos y cubanos, como la propiedad social sobre los medios de producción, como el huevo o la gallina y al final ni gallina ni huevos, como el deporte derecho del pueblo o como la peste el último y el primero se la traga.

Pero todo comenzó, según dice mi amiga la cínica, en el momento justo en que nosotros los cubanos, como masa cárnica, digo, como masa de pueblo compacta y uniformada, decidimos, a saber por qué motivos y razones, creernos el cuento de que éramos protagonistas del cambio social más humanista de la historia y nos lanzamos, en franca procesión etílica, embriagada, histérica y atolondrada, tras la caravana de verdugos apestosos y rebeldes sin causa que, en breve tiempo, y mediante la fuerza de sus escopetas y cañones, nos convertirían en la mayor finca de esclavos medio contentos que existiera, jamás, en este gran planeta azul o colora’o, según su perspectiva o el daltonismo de su corazón.

Nadie es capaz de entender, y mucho menos justificar, tamaño disparate del cuerpo, del alma y de la inteligencia participativa y social. Los cubanos, que no éramos comemierdas a nada, que nos gustaba la buena vida, la buena educación y el buen gusto, dejamos todo lo que olía a limpio y a buenas costumbres y nos lanzamos, de cabeza y sin pensarlo mucho, la verdad, a la peor letrina pestilente que nuestro país, con una rica y larga historia de tradiciones hermosas, venerables y riquísimas, había conocido jamás.

Y así, en nombre de un nuevo orden supuestamente social y de pretender inventar el agua tibia, nos lanzamos a marchar como indigentes espirituales por cuanta calle, por cuanto trillo o por cuanta guardarraya, aun quedara sin adoctrinar en nuestra desarrollada isla, nos tiramos de cabeza a construir trincheras para salvaguardar un país que, por ley entre terceros, nunca iba a ser invadido, nos montamos en enormes carretas para impulsar una agricultura voluntaria y desinteresada y nos comprometimos, rodilla en tierra y boca en el fango, a defender hasta la muerte a una revolución, a un socialismo y a un fidel que, según ellos, nos conducirían a lograr, en un futuro muy cercano, la victoria tan apetecida y deseada por todos nosotros.

A la vuelta de más de sesenta y cinco larguísimos años, muchos seres cubanos, muchísimos, aun nos preguntamos, y lo que es peor, aun seguimos esperando, la tan manoseada victoria, aun continuamos cuestionándonos de qué victoria hablábamos en verdad, a quién teníamos que vencer y quién perdió, realmente, en esta larga lucha entre indios y cowboys, entre policías y ladrones, entre imperialismo y socialismo o entre pueblo de Cuba y dictadura castro-comunista.

Yo digo que, nosotros los seres cubanos, tenemos que llamarnos muy seriamente a capítulo, tenemos que ser críticos y auto-críticos sin ningún tipo de vergüenza y tenemos que ser, extremadamente radicales, a la hora de enjuiciar nuestro comportamiento histórico y a la hora de reconocer cuánta culpa tuvimos, y tenemos, en la catastrófica destrucción de Cuba, qué linda es Cuba.

Por eso creo que la «historia absolverá», a muy pocos cubanos, a poquísimos, es decir, la historia, la real, la de carne y hueso, nos conducirá, a muchos de nosotros, a muchísimos, a la letrina pestilente que ayudamos a construir junto a fidel castro y a todos sus secuaces.

Ricardo Santiago.

2 comentarios en «La verdadera “historia me absolverá” de nosotros los cubanos.»

  1. Justa razón , Algo de razón tiene al decir que también fuimos partícipes ( claro no creo que conscientemente ) de tamaña maldad. El ser humano q siempre decidirá por un futuro mejor porque somos esencialmente luz siguió a el tirano en la mentira sin saberlo .El tirano sabia y despiadada y cínicamente manipuló un país entero solo para alimentar su ego .

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