Bueno, en realidad el socialismo tiene muchas más cosas terribles, catastróficas, asquerosas y repugnantes, es decir, un hambre que no hay quien la soporte y que empata el desayuno con el almuerzo y con la comida, una sed que te raja hasta los huesos, unos mosquitos que pican con tremendo disimulo, una peste que ocasiona tremendos deseos de vomitar, unos huecos tremendos en las calles como si fueran ventanas pa’ airar los problemas personales, una miseria del cuerpo y del alma que da grima de solo mirarla y una vergüenza, una descojonante vergüenza, que nos destruye de pies a cabeza por ser tan comemierdas al creernos ese tonto cuento de la dictadura del proletariado.
El socialismo es, en sí mismo, una falsa ideología que parece muy bonita cuando usted la lee pero que, una vez que se intenta poner en práctica, solo promueve el fracaso, la destrucción, el derrumbe de las buenas costumbres, la peor educación del mundo, una instrucción de postalitas y una indigencia física y espiritual, entre quienes no forman parte del poder dictatorial, que los seres humanos y cubanos, en vez de parecer personas, simulan la peor película de zombis que se haya filmado jamás.
Y sí, desgraciadamente los seres humanos, y cubanos, nos convertimos en zombis de esa maldita ideología, nos transformamos en esperpentos de una sociedad que se apuntala solo con propaganda política, con lemas, para decir el lema, uno, dos y tres, con consignas promoviendo el sacrificio o exaltando al líder, con ridículos desfiles anunciando una inexistente victoria, con la autorrepresión de nuestras lenguas y nuestras mentes, con el adoctrinamiento más férreo y más brutal y con la desigualdad más profunda entre quienes usurpan por la fuerza el poder y quienes, con sus vidas y con sus muertes, mantienen al monstruo de las dictaduras “del proletariado” vivitas y coleando eternamente.
Pero, como a todo el mundo le digo, lo peor del socialismo siempre está por llegar, es como si los desmadres, las injusticias, los fracasos y las estupideces de ese fallido régimen económico-social no tuvieran fin y, cada día, se superan o bien para provocar más desgracias o mejor para involucionar, de forma autodestructiva, llevando a sus ciudadanos, convertidos en esclavos semi-contentos, al punto de la desesperación, de los malos hábitos y de la locura.
Aquí en este punto hay mucha tela por donde cortar, muchísima. Los dolores y las angustias que sufrimos, los que alguna vez pasamos por “eso” y, sobre todo, los que aun permanecen con la pañoleta de la “igualdad social” rodeándole sus cuellos, podemos contar cientos de miles de historias, millones de anécdotas del sufrimiento y de la desgracia e infinitas razones para demostrar que nadie, absolutamente nadie, puede, en su sano juicio, querer esa mierda de modelo económico para su amada Patria.
Algunos pueblos son burros e ignorantes y votan, o aceptan al socialismo como “gobierno”, porque no saben de verdad lo que es el pan de piquito, (la ignorancia), porque no saben lo que es alumbrarse con la oscuridad, (el absurdo), y porque no tienen que beber agua con guajacones como si estuvieran comiendo arroz con pollo, (la mediocridad alimentaria).
Después que se instalan en el poder, es decir, una vez sentados en el tibol del socialismo, estos regímenes se convierten en dictaduras, desatan una feroz persecución contra todos aquellos que no los apoyan y achican las libertades individuales, en nombre de una colectividad que no existe, al punto de transformarlas en mazmorras del cuerpo y presidios “modelos” del alma.
Y los muertos se pueden contar por millones. El socialismo es la ideología que más muertes ha causado en toda la historia de la humanidad. El ser humano, y el cubano, caen redonditos en medio de la calle por causa de este desgraciado fantasma que recorre el mundo, somos víctimas constantes de esa mediocre novelita roja del corazón artificial que mantiene medio muertos a los pueblos y somos la vergüenza de la humanidad que se pregunta, entre una especie de lástima y asco, cómo seres humanos, y cubanos, pueden vivir rodeados de tanta miseria, pasando tres varas de hambre, viendo a sus hijos pedir auxilio por la vida de mierda que llevan o, sencilla y llanamente, vivir así, como si nada, devorados por las alimañas de su propia ignorancia.
Yo digo que después del socialismo hay un futuro y una vida mejor, solo se necesita que los seres humanos, y cubanos, nos sacudamos de nuestros cerebros tamaño oscurantismo y decidamos avanzar en esta vida que, casi siempre, nos queda chiquita, muy chiquita.
Ricardo Santiago.