Y cuando digo Cuba me refiero a todo, todo, todo, todo, desde esa isla triste, usurpada y avergonzada, hasta un pueblo víctima, cómplice o todo, “y en las calles codo a codo…”.
También digo, sin temor a equivocarme, que Cuba, el país donde nací por puro fatalismo geográfico y político, desaparecerá para siempre de la faz de la tierra cual Atlántida contemporánea, abusada, oprimida y renegada, por la peor plaga de comunistas que ha existido y por el abandono, la desidia, el oportunismo y la cobardía, de gran parte de un pueblo que, ante el avance de su propia destrucción, hemos preferido atropellarla, darle la espalda o chuparla hasta dejarla moribunda, exhausta y desprestigiada.
Tal parece que se harán realidad los versos del trovador: “Será mejor hundirnos en el mar…” pero esta vez de vergüenza y no de un exagerado “patriotismo” poético.
En Cuba, mi país de origen, por suerte o por desgracia, parece que de este estigma nunca podré desprenderme, todos los días de este universo se cae “algo”. En este tiempo perpetuo, perverso y hostil, que vivimos los seres cubanos, sucede un derrumbe físico o espiritual a cada segundo, se producen filtraciones de las fosas albañales, de los “amores” clandestinos y de los secretos de “Estado”, se cae un “chino” en un pozo y sale por el culo del mundo, se agudizan desproporcionadamente las diferencias entre los humildes de esa revolución de los apagones y la casta de dirigentes castro-comunistas, se ahuecan los pavimentos, los terraplenes, los trillos y las guardarrayas, obligándonos a dar saltos por la vida, se desmoralizan los cubanos en masas de proletarios, de obreros, de estudiantes y de campesinos, se cuartea profundamente el maniqueo espíritu burlón del Moncada y se quiebran los recuerdos que, cierta vez, nos pusieron la soga al cuello y nos obligaron a bailar en un pedacito así, medio borrachos y medio muertos, los cantos funerarios de viva la revolución, viva el socialismo y viva fidel.
Cuba parece hoy un país devastado por una guerra convencional, de guerrillas o de cualquier otra, yo pienso que todas a la vez. Un país que semeja un campo de batalla triste, recién “horneado”, asediado también por los diferentes poderes de la naturaleza, acechado por el odio, la envidia y la locura, sujeto al saqueo de los más temibles depredadores de la jungla mundial y vulnerable, totalmente indefenso, a las más letales, dañinas y contagiosas epidemias que, y lo digo con disgusto, muchas ya fueron erradicadas en la mayoría de los países de este planeta azul, verde o colora’o, depende de su grado de “daltonismo”.
Cuba se está cayendo a pedazos, se desmorona desde sus cimientos hasta los pocos aires “acondicionados” que le quedan, se vulgariza su esencia de país “fino y educado”, muere ante una violencia extrema desatada en sus calles, en sus barrios y en sus hombres, mujeres, ancianos y niños, desaparece con dolor, con pena y, si seguimos así, no quedará de ella más que el polvo de su suelo anegado en sangre…
Y todos somos culpables de esa vasta destrucción, absolutamente todos. De una u otra manera le hemos quitado, en algún momento de nuestras vidas, conscientes o inconscientemente, alguno que otro ladrillito a esa gran estructura amurallada que teníamos como país el 1 de Enero de 1959, hemos cooperado en “inmortalizar” a un régimen que no construye nada y hemos permitido, por ignorancia, por soberbia o por placer, que un grupúsculo de delincuentes, criminales y asesinos, dispongan de una nación al punto de convertirla en su finca privada, a la cual explotan como quieren y la olvidan, cuando también quieren, cual novia seducida y abandonada.
Lo triste es que nada ni nadie se salva en Cuba de tamaña desidia. Los edificios caen como moscas al paso de los más inoportunos aguaceros, las aceras se revientan con tanta mierda de perros y de personas sin un techo donde caerse muertos, las calles parecen una “Venecia” podrida, los campos ceden espacio a las hierbas que no se comen, las ciudades que quedan se hunden en la más profunda oscuridad y los cubanos, los seres cubanos, o hacen abracadabra y desaparecen o mueren persiguiendo la mejor forma de vivir.
Nada, repito, Cuba, como país, si seguimos como vamos, muy pronto dejará de existir y quienes logren salvarse quedarán flotando en el mar Caribe como los últimos sobrevivientes de una isla que fue y es como si no hubiese sido.
¿Triste, verdad?
Ricardo Santiago.