Esta es la libertad que nos falta a los cubanos.

Yo digo que, en los últimos tiempos, nosotros los cubanos, los de adentro y los de “afuera”, somos los que, en el mundo, hablamos más de libertad, más pedimos ser libres y más queremos que nos toque a la puerta, o nos caiga del cielo, ese estado físico y mental que se manifiesta cuando los seres humanos logran romper ciertas ataduras que los “esclavizan” a cosas espirituales o materiales.

Esto parece un trabalenguas pero en realidad es la forma que he encontrado para decir que muchos de nosotros, a los cubanos me refiero, queremos tocar la libertad con nuestras manos pero no sabemos qué significa a ciencia cierta, dónde se encuentra de verdad, si la venden o la regalan y cómo se puede alcanzar la muy puñetera pues llevamos más de sesenta y cinco larguísimos años, de existencia “revolucionaria”, sin verla pasar, sin que nos golpee de cerquita, sin que nos tire una sonrisita, sin que se manifieste, oh, libertad divina, y sin que tengamos que pedir permiso para hablar, para respirar y hasta para vivir, “muchas veces te dije que antes de hacerlo había que pensarlo muy bien…”.

Para empezar quiero aclarar que, según mi experiencia, los seres humanos, en ningún país del mundo, nunca logramos ser totalmente libres pues siempre, de una u otra manera, estamos ligados, “traicioneramente”, a “dominios” materiales y/o espirituales que rigen nuestras vidas, que trazan nuestra conducta, que determinan qué debemos hacer y qué no, que nos obligan a incluso lo que no queremos y que determinan nuestro comportamiento para ser ciudadanos medianamente aceptables, un poquito correctos y eternamente “finos y educados”.

Por eso pienso que, a veces, o muchas veces, nosotros mismos, a los cubanos me refiero, otra vez, sobredimensionamos el concepto de libertad y la presentamos como algo que de lograrla nos va a liberar, para siempre, de esa mierda de vida que hemos tenido por más de seis décadas, de esa revolución de los apagones que nos tiene viviendo en la más absoluta oscuridad y de ese socialismo de alcantarillas que nos ha sumido, al noventa y nueve punto nueve por ciento de todos los seres cubanos, en la más ridícula de las miserias, en la más terrible de las indigencias y nos ha obligado a soportar un hambre, de tres pares de c… que, al parecer, y tal como van las cosas, ya forma parte de nuestra integridad, de nuestro nacionalismo y de nuestra cultura.

Pero, según mi criterio, la libertad, aunque es un estado parcial del cuerpo, sí puede llegar a convertirse en un estado mental total cuando los individuos, en una sociedad racional, somos capaces de, primero, aceptar y cumplir nuestros deberes, segundo, exigir con cordura nuestros derechos y tercero, comportarnos ateniéndonos a las reglas y normas que rigen la conducta social e individual, del país donde nos encontremos.

Yo digo que en este sentido muchos seres cubanos, casi que la mayoría, confundimos libertad con libertinaje y exigimos que se nos permita hacer cuanto nos viene en ganas sin entender, ni un solo segundo, que la conducta social y la conducta individual son la razón de ser, lo más importante, para que un país avance, se desarrolle y progrese.

De ahí que tome mucha vigencia, cada vez con mayor certitud, “ser cultos para ser libres”, porque cuando entendemos al cien por cien que solo con educación, instrucción y cultura, lograremos ser libres, entonces es que llegaremos a entender que la libertad, esa tan famosa palabrita por la que muchos sufren y mueren, es un estado mental que solo se logra a nivel individual. Otro trabalenguas pero es mi verdad.

Muchos seres cubanos piensan que sacando del poder a esa maldita dictadura comunista de Cuba vamos a ser libres. Yo digo que no, que este es solo el primer paso, que para empezar a ser libres primero hemos de liberarnos, cada cual, del maldito castrista que nos inocularon en vena por más de sesenta y cinco larguísimos años, después barrer con todas las leyes, esbirros e instituciones represivas que hoy tenemos y por último brindarle a los cubanos la necesaria instrucción para que entiendan, de una vez por todas, que nadie tiene derecho a imponerle sus ideas a otros, que el ser individual es más importante que el ser social, que lo mío es mío y lo tuyo es tuyo, que los deberes se cumplen y los derechos se ganan, que mi libertad empieza donde también empieza la tuya y que solo seremos libres cuando sepamos, y seamos capaces, de detectar a tiempo, a quién viene a engañarnos otra vez.

Ricardo Santiago.

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