Ruego a Dios que en este 2025 la libertad de Cuba deje de ser un negocio.

Quiero empezar este 2025 elevando la palabra, enfatizando conceptos, desenmascarando a descarados, poniendo el dedo sobre la llaga, calientico, recordando los tiempos en que mi madre, mi santa madre, me daba una buena tunda por algo malo que hice o por alguna queja que la maestra le daba, mi buena maestra de la escuela, porque: mamá, este niño se porta muy mal, no atiende a las clases y siempre está como en la Luna de Valencia, se parece al bobo que no es bobo.

El caso es que, de vez en cuando, me iba a la cama con unos chancletazos tremendos o con el estómago vacío y, créanme, los correctivos “furiosos” de mi madre no mellaron tanto mi carácter como sí lo hizo la terrible idea de que la violencia materna educa, forma el carácter y nos hace hombres hechos, derechos e “izquierdos”, a lo mejor por eso estamos como estamos.

Ahora no, ahora a los niños se les educa con la palabra bajita, con las manos atrás y siempre de lejos, bien alejaditos, para que nuestro amor hacia nuestros hijos no se confunda con abuso infantil, no se mezcle con rechazo a la infancia o no se acople a un montón de sandeces, de flojeras que, a la larga, con el tiempo y un ganchito, he llegado a la “sabia” conclusión de que a este mundo, a esta humanidad, e estas generaciones, de vez en cuando, les hace falta que les den unos buenos sopapos de castigo y unas buenas llamadas de atención, por aquello de la “purificación” del alma o del “mejoramiento” humano, a lo mejor por eso estamos como estamos.

Bueno, esto nada tiene que ver con mi “remordimiento” del día de hoy aunque, si usted lo mira bien, en algún punto de la vida, de esta mala vida cubana nuestra, se entrecruzan pues no se concibe que una dictadura, como la que ha imperado en Cuba, por más de sesenta y seis larguísimos años, aun permanezca en el poder, campeando por su respeto, entrando como perro a su casa y asesinando a diestra y siniestra a millones de seres cubanos sin que nadie, sin que absolutamente nadie, le haya metido un buen bofetón para tumbarla, para machucarla y para desaparecerla.

Entonces, digo yo, pienso, luego hablo, esa tremenda execración ideológica o esa terrible maldad intelectual, existe porque es la conveniencia, la fuente de lucro o la gallinita de los huevos de oro, de algunos inescrupulosos «revolucionarios», de algún sector de cabroncitos de la cultura, de alguna que otra pandillita de ladrones o de alguna mafia empoderada, afincados a horcajadas sobre el tibor de ese maldito socialismo, que desangra al pueblo cubano con el racionamiento, con la miseria, con la indigencia, con la promiscuidad, con la insalubridad, con la muerte y con el insomnio más grosero que existe.

Pero esto, lo de robarle descaradamente a los seres cubanos, existe desde el mismísimo 1 de Enero de 1959 cuando fidel castro, al frente de unos degenerados y desalmados fieles difuntos, algunos más engañados que pervertidos, dio un golpe de estado en nuestro país y se adueñó del poder sometiendo a los cubanos a un régimen de esclavitud donde comíamos lo que el quería, nos vestíamos como él quería, vivíamos como él quería y pensábamos como él quería.

Aquí comenzó la gran cogioca nacional para los defensores y los ascetas del castro-comunismo en Cuba. El malévolo invento de la propiedad colectiva les permitió, porque todo es de “nadie” y el “pueblo es el dueño de todo”, robarse a las dos manos las riquezas nacionales al punto de dejar hoy a nuestro país sumido en la más profunda oscuridad, absorbido por las más inmundas pestilencias de esta humanidad que ha dicho “basta” y carcomido, desde el final a la raíz, por más de seis décadas de abandono, de desinterés y de a nadie le importa.

Pero la codicia castrista, pérfida y perversa, también la exportaron y hoy vemos en el exilio, perdón, en la emigración, no confundamos, no es lo mismo, que existen notorios exponentes del lucrativo negocio de la revolución fidelista, que florecen magnates de la “fructífera” industria del hambre en Cuba y que constantemente emergen individuos, muy asquerosos ellos, que a nombre del pueblo de Cuba, a nombre tuyo y mío, sin hacer nada por nosotros, absolutamente nada, más que bla, bla, bla, se compran mansiones, arman fincas y se dan la buena vida sin disparar el chícharo que tanta falta nos hace.

Ricardo Santiago.

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