Yo quiero pensar que sí, quiero creérmelo porque, entre otras miles de razones, quiero ser optimista, quiero parecer un tipo que tiene mucha, muchísima fe en el futuro, muchísima seguridad en que los seres humanos, y cubanos, podemos cambiar para mejor y muchísima esperanza de que Cuba y su pueblo despertemos de una buena vez, abramos los ojos como lechuzas en celo y nos lancemos en picada, con todas las de la ley, como Dios manda, a reconquistar, a reconstruir y a salvar, un país, a nuestro país, sepultado bajo millones y millones de toneladas de mierda castro-comunismo, un excremento que se huele fácil pero que es la mar de tóxico, de perjudicial y de contagioso.
El castro-comunismo es un tumor, un absceso, un forúnculo que se te pega de mala manera al cuerpo, destruye tus articulaciones, tu tren superior e inferior, seca tus músculos, los explota, los vuelve chiclosos, los pone en constante estado de sarcopenia: “enfermedad que se caracteriza por la pérdida de masa, fuerza y función muscular en los adultos mayores” y cuando ya no tiene qué “comer”, te devora los huesos, bebe tu sangre, desgarra tu piel y si te suelta, si ya no le sirves, te tira en un basurero de cualquier esquina de La Habana para que terminen contigo las ratas, los mosquitos, las moscas y demás alimañas de ese infierno socialista.
Con tu mente, con tus ideas, con tus pensamientos, con tu libertad de expresión, son más crueles y más sádicos aun. Desde el mismísimo instante en que naces en aquella isla maldita se apoderan de ti, te marcan como animal que está destinado a sucumbir en el matadero, te mutilan una parte de tu cerebro para que no puedas decidir por ti mismo, tullen tus neuronas de pensar para que solo repitas lo que ellos quieren y, desde que eres chiquitico y de mamey, envenenan las letras del abecedario para que solo atines a decir, como cotorrita miliciana dispuesta a saltar siempre sobre el “enemigo”, yo amo a la revolución, patria o muerte, venceremos, quiero ser como el che y viva fidel.
Y créanme que esa espantosa mutilación cerebral, a la que somos sometidos los seres cubanos en Cuba, es en muchos casos selectiva, es decir, con ciertos individuos se ensañan, los dejan totalmente trastornados de por vida, se esmeran cortándole partes importantes de la poca materia gris con la que nacen para convertirlos en verdaderas máquinas de asesinar compatriotas, de eliminar opositores, de ajustarle las “cuentas” a los enemigos de la “patria” y a conformar, a engrosar y a multiplicar, las cobardes brigadas de respuesta rápida, una fascista institución destinada a enfrentar a vecinos contra vecinos, a hermanos contra hermanos y a cubanos contra cubanos.
La revolución castro-comunista, desde el mismísimo 1 de Enero de 1959, enfiló sus cañones contra todos los seres cubanos, nos convirtió en enemigos jurados de ese aparato criminal por ser, sencillamente, seres humanos con la capacidad de pensar, de discernir y de entender cuándo la caja no cuadra, por dónde le entra el agua al coco y de dónde son los verdaderos cantantes.
Así fueron diezmando nuestra nación en todos los sentidos, le arrancaron de a cuajo a sus mejores hijos como quien limpia un trillo para que solo pase la mansedumbre, la mediocridad y la vulgaridad, para que solo quepan quienes no quieren ver más allá de sus propios ojos y para que la oscuridad, tanto física como espiritual, sea la que nos “alumbre” el pantano, la letrina desbordada, en la que hoy vivimos la inmensa mayoría de nosotros.
Lo más terrible de esa maldita mutilación de los sentidos, a la que somos sometidos en Cuba, es que a muchos nunca más les “crece” el cerebro, se quedan corticos de raciocinio, de neuronas de pensar y, aun cuando logran escapar de aquel maldito infierno, jamás recuperan el buen juicio y mantienen, en cualquier rincón del mundo donde logren llegar, la dependencia a otra o la misma “casa matriz”, la sumisión a otro falso mesías, la guataconería sin límites a cualquiera que les diga que va a pensar por ellos y caminar, andar por “tierras de libertad”, oliéndole el culo a otro pastor de viejas y gastadas promesas.
El caso nuestro, el de nosotros los seres cubanos, es digno de estudio, merece ser investigado a profundidad porque, si usted lo analiza bien, somos el único pueblo del mundo que quiere comer pescado, es decir, ser libre, sin hacer nada por ello.
Ricardo Santiago.