Seres humanos y cubanos, un poquito de sentido común, por favor…

Yo pienso que nosotros los seres cubanos tenemos un problema muy grande y muy serio con nuestra materia gris, con nuestras neuronas de pensar y con nuestro sentido común, sobre todo con nuestro sentido común.

Es que parece que de tanto adoctrinamiento con el baja y chupa socialista, con las lycras y las chancleticas del mete de’o revolucionario, que de tanto ve pa’quí y ve pa’llá con los trabajos forzosos, digo, voluntarios y con tantos, pero tantos, patria o muerte venceremos que tuvimos que gritar a todo pulmón, más alto que no se oye compañeros, nos quedamos medio trastornados, medio turulatos o medio comemierdas y hoy somos la vergüenza, la “raza” mal parida y mal amamantada, de una nación que fue símbolo en el mundo por su inteligencia, por sus ganas de progresar, por su educación cívica, por su patriotismo y por su gran vergüenza nacional.

En mi caso, por ejemplo, con esto de las redes sociales, la Internet y los chismes de mi pueblo, no salgo de un asombro para entrar en otro. Muchos cubanos, muchos seres cubanos, han encontrado empleo, bastante bien remunerado, por cierto, en eso de hacer videos live o directas, como también le dicen, donde cuentan con bastante sentido realista el “mundo” que les rodea y hasta una que otra diatriba subidita de tono contra esas “penas que a mi matan”.

Hasta aquí todo bien pues, a personas como yo, que constantemente intentamos diseccionar la existencia del país donde nacimos, dicho sea de paso, ahogado, reprimido y destrozado por una de las tiranías más crueles de la historia mundial, nos sirven dichos materiales visuales para documentarnos, para afilar nuestra “puntería” y para darnos cuenta que, a pesar de llevar muchos años alejados de Cuba, la situación allí es cada vez más espeluznante, la vida es cada vez más hostil y la muerte revolucionaria dejó de venderse por la libreta de racionamiento y ahora está por la libre en cada esquina de mi barrio.

Pero, como siempre, nosotros como hijos ilegítimos de una maldita revolución de los apagones, asfixiante y demencialmente oscura, siempre nos extralimitamos y rompemos todos los límites del sentido común y vamos más allá, en nuestras deposiciones, digo, en nuestras exposiciones, publicando y videotizando masas compactas de obreros y campesinos, contando frente a una cámara nuestras miserias intestinales, es decir, cómo vivimos, qué comemos, cuándo nos enamoramos, con quién nos juntamos y hasta cuándo y porqué nos divorciamos, nos separamos y le doy una patada por el culo a este tipo que me tiene harta.

Que compre manteca quien no tenga aceite pa’ freír pero, como siempre, nosotros los insulares, parece que por el calor, la sed, la humedad y los tantos olvidos que recibimos desde que nacemos en aquella isla de consignas, letreros y vigilancia sostenidos, nunca sabremos diferenciar dónde empieza la vida pública y dónde termina la privada, dónde una noticia es interesante y dónde se convierte en chisme y dónde tus problemas son solo tuyos y, mi amigo, eso que dices a mi, lo que es a mi, me importa un carajo.

Desgraciadamente la vulgaridad, lo superfluo y lo insulso, hoy por hoy, son lo que más vende en los medios de comunicación y la gente, la mayoría de los seres humanos y cubanos se arrastran, se alimentan y se idiotizan, cual droga telefónica, con cada estupidez y cada banalidad que, lejos de enriquecer nuestro intelecto o nuestra cultura general integral, nos ablanda la crisma, nos embrutece el rostro y la palabra, nos deshumaniza como aseres pensantes, digo, como seres pensantes, y nos mete a todos los cubanos, como nación, en el barril de los pasmados, de los papanatas y de los descerebrados mundiales.

Yo digo que nosotros, los seres cubanos, tenemos que luchar de frente contra el monstruo castrista, esa execración ideológica que ha convertido a nuestro país y a nosotros mismos en una pestilencia muy desagradable pero, también, tenemos que librar una batalla encarnizada contra la vulgaridad, la insensatez y la superficialidad que tanto, pero que tanto daño nos está causando como nación, como raza y como pueblo.

Dice mi amiga la cínica que esa es otra estrategia de la dictadura castro-comunista, hacernos parecer tontos para que nadie, absolutamente nadie, crea nuestro discurso crítico contra ellos y nunca nos tomen en serio por chabacanos, por mediocres y por mal educados.

Yo digo, una vez más, que podemos ser mejores y que la vida de vivir se puede exponer pero sin excesos, sin fulanita me pegó los tarros y sin ay mamá de dónde serán, ay mamá, de dónde son los cubanos…

Ricardo Santiago.

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