Se imaginan un Presidente en Cuba que quiera priorizar a nuestro país por encima de todo, que quiera convertir a nuestra nación en un gran Estado de derechos, de civismo, de verdadero patriotismo, de obligaciones ciudadanas y de prosperidad económica, que entienda que ser cubano es una privilegiada virtud, un enorme honor y no la burla del mundo entero, que nos salve para siempre del maldito comunismo y que quiera hacer a Cuba grande otra vez.
Yo, al menos yo, me lo imagino, lo visualizo, lo atraigo y lo deseo con todas las fuerzas de mis instintos de supervivencia y con toda mi vergüenza patriótica pero, de ahí, de desearlo, a que lo logremos, nosotros los cubanos, los seres cubanos, tendríamos que proponernos, es más, tendríamos que obligarnos a saltar numerosos basureros en las esquinas de mi barrio, aprender a nadar para cruzar los baches de las calles, abrir bien los ojos para ver nuestras uñas sucias por la miseria, dejar de ser tan comemierdas como hemos sido hasta ahora y tendríamos que acabar de entender que nuestro único y verdadero enemigo es esa maldita revolución de los apagones que lleva más de sesenta y seis larguísimos años oscureciéndonos los caminos, ahuecándonos el alma y el estómago con las muchas hambres racionadas y matándonos uno a uno como alguien a quien le prometen pescado pero, una y otra vez, le dan “pollo”, pio, pio, pio…
Después lo otro, es decir, sanearnos el alma con unas buenas curas de caballo, reparar nuestras neuronas de pensar, la poquita materia gris que aun nos queda, reconstruir nuestros cerebros dañados por décadas y décadas de adoctrinamiento marxista-leninista, por años y años de ser pasivos ante una cruel realidad revolucionaria que nos ha devorado hasta las entrañas, tendremos que imponernos higienizar, fumigar y desinfectar un país que huele a mediocridad, a perversión, a corrupción, a desastre y a muerte por los cuatro costados y tendremos que obligarnos, y esta es una tarea de estudio individual, a sacarnos de dentro, extirpar de raíz, el castro-comunista que aun llevamos dentro.
Porque de ese sádico contagio con las malas ideas, con las falsas enseñanzas y con la arrogante autosuficiencia de fidel castro, muy pocos seres cubanos nos salvamos, terrible pero cierto. Fuimos contaminados, desde que nacimos en esa isla maldita, con toneladas y toneladas de adoctrinamiento ideológico con las que se forjó el acero, digo, con el que forjamos nuestro carácter de jóvenes revolucionarios decididos a destruir al capitalismo y a esparcir por el mundo las doctrinas del castrismo, los «beneficios» de las ideas de izquierda y las “ventajas” de una buena rebelión en la granja para imponer el socialismo donde quiera que estés mamita linda.
Por eso necesitamos un Presidente como Donald Trump, un Presidente que quiera, que priorice salvarnos de tanta porquería como es el internacionalismo proletario, como es «donarle» a otros países lo que tanta falta nos hace a nosotros, como es el sostenimiento de una ideología criminal, absurda y destructiva como el socialismo, como es pedirle eternamente al pueblo que nos sacrifiquemos hasta la muerte para que mañana podamos comer pescado, como es…, como es… y como es…, y nunca, nunca, nunca, veamos ni el más mínimo resultado.
Y no nos engañemos otra vez, pongo el parche antes de que, como siempre, nos caigamos en el hueco que desemboca en China. No creamos o resbalemos, una vez más, en el puñetero triunfalismo de pensar que alguien como el número cuarenta y siete en la presidencia de los Estados Unidos puede salvarnos así, de un golpe y porrazo, puede hacernos resurgir de una letrina tan pestilente en la que nos ha hundido el castro-comunismo, puede de la noche a la mañana devolvernos el esplendor que tuvimos hace más de sesenta y seis larguísimos años o puede “santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.”
No, no y no, la transformación de nuestro país, salvar a Cuba, recomponer tamaño desastre físico y espiritual originado por el castrismo, es responsabilidad de cada ser cubano, es menester de cada uno de nosotros si, de verdad, queremos otra vez una Patria orgullosa, queremos una nación radiante, queremos un pueblo culto, instruido y educado, queremos progreso y queremos que el jugo de guayaba nos llegue por tuberías hasta nuestras casas y encontremos un puestecito de sanguisis de jamón y queso en cada esquina de mi barrio: ¿Así de simple…?
Ricardo Santiago.