Yo digo que no, que los castro-comunistas y su banda de parásitos depredadores no sienten nada, no les importa nada, no sufren por esa Cuba destruida, en ruinas, con tremenda peste que emana de sus calles y a punto de hundirse en el mar por el excesivo peso de la miseria porque, entre muchas, muchísimas razones, esos hijos de puta no son patriotas, no les importa esa isla, no se identifican con los cubanos de nación y no se sienten, aunque parezca anti-natural decirlo, identificados con el país que los parió para no reventarse.
Porque hay que ser muy sanguijuela, estar muy ciego de vergüenza y demasiado de espaldas a la realidad para no ver que Cuba es hoy un basurero en pelotas, un desastre al desnudo que flaquea por todas partes, que exhibe acongojada un deterioro que la devora por los cuatros costados y que lanza alaridos de desesperación por la suciedad, por los olores fétidos que sulfuran de sus calles, por las telarañas adosadas hasta en el alma de sus ciudadanos, por sus vías y aceras deterioradas y por sus edificios, otrora joyas de la arquitectura mundial, convertidos en escombros monumentales y en un verdadero paisaje después de la batalla.
A mi, lo que es a mi, me duele, me lacera, me carcome y me provoca una vergüenza de ser cubano tremenda. A veces pienso que esto que estamos viviendo con nuestro país es una realidad paralela, al costado, una existencia de castigo por algo que hicimos en esa otra vida que vivimos o en esa otra muerte que nos negamos a aceptar por nuestra cobardía, por nuestra complicidad consciente o inconsciente con esa criminal dictadura y por apoyar, voluntaria o involuntariamente, a una maldita revolución de los apagones que nos hundió en la oscuridad, en las fosas sépticas reventadas, en el hambre racionada, en las enfermedades más absurdas y en la desgracia de convertirnos en guerrilleros sin fusil.
Porque el estado físico y espiritual en que se encuentra nuestro país, nuestra Patria querida deshecha en menudos pedazos, es alarmante, es verdaderamente espeluznante y es categóricamente deplorable.
En Cuba nada que sea de interés para que ese régimen totalitario explote nuestros recursos económicos, nuestras riquezas naturales, nuestra savia vital o que les sirva para llenar sus arcas asesinas, está en fase terminal, agoniza, se pudre la belleza y el esplendor que una vez tuvo y amenaza con derrumbarse a cada segundo y arrancarle la vida a otro puña’o de seres cubanos que, por necesidad o por supervivencia, tienen que deambular cada día por sus montes y ciudades.
Dice mi amiga la cínica que los castro-comunistas viven en una Cuba muy alejada de la nuestra, que los muy perversos se han inventado otro país y que el de los cubanos descalzos, el de la tierra estéril y el de la sangre anémica de nuestra cotidianidad, no les importa, no les sirve a sus intereses de chupópteros y de ladrones del erario público, no les representa nada para su gran cogioca nacional y solo les sirve para lloriquear ante el mundo democrático, infundiendo una falsa lástima por el supuesto férreo “bloqueo” imperialista que, según ellos, los agrede desde hace más de sesenta y seis larguísimos años.
Y volvemos al punto de la destrucción, del abandono, de las miserias públicas y escondidas, de los agujeros en la vida de vivir que tiene que soportar cada ser cubano en esa isla detenida en el tiempo, en ese país sin esperanzas y en ese pedazo de tierra infeliz que nos han dejado para que sucumbamos uno a uno, de a poquito, sentenciados a una esclavitud eterna, a una supervivencia inhumana y a una muerte adelantada.
Yo, repito, me avergüenzo muchísimo del estado físico y espiritual en que se encuentra la Cuba de mis primeros amores, el país donde una vez sentí naturales deseos y pertenencia nacionalistas, el lugar donde nacieron mis padres y donde tantas, pero tantas, historias de honor, de gallardía y de profundo romanticismo, me fueron reveladas y, no lo puedo evitar, me consume la pena, se me atraganta el alma y me viene a la memoria aquella frase célebre y muy motivadora: “No llores como mujer lo que no supiste defender como un hombre.”
Si queremos salvar lo poquito que va quedando de Cuba, es decir, alguna piedra atravesada en el camino, aferrada a la vida y reacia a claudicar ante la desidia de esa pérfida y criminal dictadura castro-comunista, los seres cubanos todos, todos, todos, todos, tenemos que mirar de frente a ese país ruinoso y aceptar que tal destrucción, también, es culpa nuestra, muy nuestra.
Ricardo Santiago.