Éramos muchos, muchísimos, más de la cuenta, y parió la perra, se rajaron de par en par los portones de la granja, se nos abrió la portañuela a los seres cubanos y se formó la gritería del último del plan jaba, de pa’ qué es esta cola, de yo marqué pa’ cinco y de quien no quiere caldo aquí tienes tus tres tazas.
Algunos pensarán que yo tengo una cruzada justiciera contra Alexander Otaola, que la tengo cogía con ese macho-varón-masculino de las redes sociales, el más macho-varón-masculino para sus otaolistas difuntos, que soy uno de los pocos que no ve que el tipo es un gran “líder” y hasta, según algunos, que le tengo tremenda envidia porque, berreando todos los días contra esa maldita y criminal dictadura castro-comunista, sin tirarle siquiera una escupida a ningún sicario del régimen, sentado en una butaca calientica y cómoda, el tipo ha hecho millones de dólares, tiene no sé cuántas propiedades en bienes raíces y se ha convertido, según “expertos” en este tema, repito, en el máximo líder, en el comandante en jefe, de la oposición anti-castrista en el exilio.
Hace unos años me preguntaron qué pensaba yo de este personaje cuando apenas empezaba con sus diatribas subiditas de tono contra la revolución de los apagones y mi respuesta, en aquel momento, fue que Otaola era un mal necesario pues, a pesar de que su “sospechosa” forma de “lucha” no tenía nada que ver conmigo, entendía que todo cuanto pudiéramos sumar por la libertad de Cuba merecía apoyo y no rechazo.
Pero el tiempo pasó y un aura tiñosa voló sobre el mar y el sujeto, con más carisma que fervor patriótico, se fue transformando y radicalizando hasta el punto de convertirse, alegadamente, en la caricatura más represiva de esta orilla, en un merolico detrás de donaciones y de chupa Grants, en un reflejo desagradable, muy desagradable, de todo cuanto rechazamos los cubanos por autoritario, por totalitario y por sectario, en un extremo muy dañino para nuestra credibilidad como seres humanos y cubanos que queremos ser libres y en un “censor” muy extremista y demasiado radical para mi gusto, de las actitudes, de la idiosincrasia y de cualquier postura política del resto de nosotros los mortales cubanos.
Pero, como siempre he dicho, aquí la tan necesaria energía nuestra no debe enfocarse hacia este youtuber de las cinco y media pasado meridiano, al final, para mi, este “comunicador” excesivo no es más que un mal producto del capitalismo con su ley de la oferta y la demanda, entiéndase lucha transparente y frontal versus oportunistas “combatientes” por la libertad de Cuba, pues el macho-varón-masculino que nos ocupa vio, con extraña agudeza mental, el filón necesario para convertir los gritos en oro y las injurias en una montón de dinero.
Eso hay que tenerlo en cuenta, señalarlo y marcarlo, es decir, un cabroncito de la subcultura contestataria que cambió la ética y la transparencia por cualquier cosa que llene sus bolsillos y le reporte tontos útiles para su cabalgata apocalíptica y bufonesca contra el enemigo de todos los cubanos.
Y ese es el peligro real de Alexander Otaola, los “veinte mil” conectados que tiene, según él, todas las noches, almas en pena que se encargan de apoyarlo, de arroparlo y de adularlo, de sobre alimentar su ego de “pastor” desquiciado, sin que nos demos cuenta, sin que queramos comprender, el peligro de que, entre todos, hemos engendrado otro monstruo.
Pero, como dicen, Dios los cría y fidel castro los junta, ahora aparece exaltando desmedidamente a José Daniel Ferrer, un luchador que tiene sus méritos, su valía pero, para no extenderme porque Ferrer merece un comentario a parte, el otro día, en la catarsis “anti-comunista” en Washington, intentó vendérnoslo como, y cito, “el líder de la oposición interna en Cuba”.
Lo peor no fue eso, a la grandilocuencia de conveniencia de Otaola ya estamos acostumbrados, el tipo solo ve virtudes en sus cederistas destacados y a los demás, incluso a quienes el youtuber ni fu ni fa, que se los coma el león de las faltas de respeto, el tigre de las ofensas o el cernícalo de las maldiciones y los insultos.
Como les decía, lo peor en la exaltación al preso político, al encumbramiento al disidente, a la amañada elevación a cargos nacionales de este luchador anti-castrista, es que José Daniel Ferrer aceptó sin protestar tan inmerecido nombramiento, se hizo el de oídos sordos y permitió, con su silencio, que Otaola intentara colarnos a los cubanos, a los seres cubanos, otra de sus mentiras “económicas”, así de triste…
Ricardo Santiago.