¡Qué disparate, pero qué disparate tan grande!
Cuando empecé con mis arrebatos anti-castristas, con mi cardiopatía anti-comunista al límite y con mi neurosis contrarrevolucionaria en Por Eso Me Fui De Cuba, muchas personas que, de una forma u otra, se acercaron a mis escritos, artículos, comentarios o catarsis neuronal como a mi realmente me gusta llamarlos, me especificaron, casi a modo de exigencia, que no hablara o cuestionara la labor, el perfil, el avatar o la actitud de otros “compañeros de lucha” porque eso, sencilla y llanamente, era fomentar la división entre cubanos, sembrar cizaña de la mala, de la amarga, de la que no se come, entre nosotros y lo que es peor, lo que resulta mucho peor, que era hacerle gratis el trabajo a esa maldita tiranía de los mil demonios y uno quema’o.
En aquel momento mi sano juicio, o mejor dicho, mi novato y disidente juicio, me convenció que esas eran buenas razones para no señalar lo que a mi me parecía que estaba mal hecho, actitudes, maneras y modos de proceder con los que yo no estaba de acuerdo y cómo algunos de esos “opositores” gargantas profundas publicitaban demasiado sus “actividades” contestatarias cuando en la ética práctica, cuando en la decencia de la vida y cuando a lo que se refiere al amor al prójimo, a la libertad y a la Patria, lo que se hace de corazón no se anuncia tanto a “los cuatro vientos”.
Después, con el tiempo, entendí eso de la publicidad exagerada de las “acciones” contra la dictadura, de las ayudas “solidarias” hacia los más vulnerables de mi país o de, por ejemplo, las interminables peroratas o “directas” de algunos de esos “líderes” de la resistencia o de las barricadas para que no pase el opresor, alardeando de sus “hazañas” en la esquina del parque, sonando bombos y platillos por sus “resultados” como “tupamaros” modernos, dándose con un canto en el pecho por ser presos políticos o de conciencia y autorreconociéndose como quienes más méritos tienen dentro de la respetable lista de hombres y mujeres que luchan, dentro y fuera de Cuba, contra esa maldita revolución castro-comunista.
Y toda esa grandilocuencia, toda esa exageración y toda esa falta de humildad para con algo que debe estar marcado por el altruismo, por la transparencia y por la honestidad, repito, por parte de quienes han decidido ser figuras públicas en esta guerra civil cubana que tiene más de sesenta y seis larguísimos años, guerra civil que ha producido innumerables nombres valiosos sin tanto alarde o rimbombancia youtubera, toma una desagradable excusa cuando de justificar el dinero, los donativos y las “ayudas”, que reciben algunos de esos “líderes” pues, según ellos, sin dinero no se puede vivir, perdón, sin dinero nunca habrá libertad para Cuba, ni derechos humanos y mucho menos, muchísimo menos, los seres cubanos tendremos democracia.
Lo terrible de hacernos los de la vista gorda o flaca, vaya usted a saber lo que mejor aplica en estos casos, es que la complacencia, el silencio o mirar hacia otro lado para no, repito, hacerle el juego a la dictadura o fomentar la “división” entre cubanos, es que no denunciar lo que a nuestro juicio está mal hecho o no tiene que ver con nuestra forma de pensar, se convierte en una bola de nieve, en una inmensa pelota de mentiras y oportunismos, que va creciendo, creciendo y creciendo, hasta que se convierte en una falsa verdad y termina arrastrando a un montón de imbéciles que luego se transforman en tus nuevos enemigos íntimos atacándote y acusándote de ser agente de la seguridad del estado castrista.
Porque, esa, es otra gran verdad, cuando a esa gran masa compacta de guerrilleros sin fusil marchando tras un ideal le muestras tu opinión o le dices algo que no quieren oír, entonces se te tiran a la portañuela como hienas en celo dispuestas a arrancarte tu masculinidad a dentelladas, a destrozar tu honestidad “orinando” sobre ella o intentan denigrarte con los peores epítetos porque tú, sencillamente, diste un criterio diferente al que estas huestes de la sumisión incondicional, descerebrada y mono-neuronal, quieren escuchar.
No, amigos y “enemigos” míos, la libertad, la democracia y la defensa de los derechos que tenemos los seres humanos y los seres cubanos, tienen que estar por encima de criterios personales, van más allá de los “pantallazos” publicitarios de “líderes” de moda que quieren convencernos de ser algo que no son y escapan a decisiones individuales porque, como dijo el más grande de nosotros, son derechos y deberes que tenemos todos en esta vida que nos ha tocado vivir.
Ricardo Santiago.