Yo digo que la cobardía y la vulgaridad, entre otras muchas desvergüenzas humanas y cubanas, generan amores “revolucionarios”, es decir, que el socialismo, las ideas de izquierda en general y las revoluciones “sociales” los paren, los crían, los reproducen y luego hasta los matan, por el simple hecho de que bajo ese régimen todo, absolutamente todo, es explotado mientras convenga para luego, una vez exprimido y seco, ser rechazados como si fuera agua que mueve molinos y que va a parar al «bebedero» del diablo.
Silvio Rodríguez es el mayor ejemplo cubano, posrevolución, quiero aclarar, de cobardía política y de más asquerosa sumisión a los preceptos del castro-comunismo. Silvio Rodríguez tiene la condición de ser un cubano tardío, un ser cubano que siempre llega tarde a la “fiesta” de los caramelos, perdón, de los tabaquitos, y que reacciona, ante las depravaciones del régimen que tanto ama, cuando el mal está hecho, cuando nuestra gran tragedia nacional lleva imperando en mi país, en el nuestro, en el de todos nosotros, como «perro» en su casa, durante más de sesenta y seis larguísimos años.
Pero a eso Silvio Rodríguez nos tiene acostumbrados, es su proceder y es una pena, un hombre que es dueño de los “verbos” más poéticos del mundo, más hermosos para transmitir ideas, verdades, aciertos y críticas, y sin embargo nunca está en el lugar correcto, a la hora del “almuerzo” o antes de que a los cubanos se nos vaya el tren.
Y pensar Silvio Rodríguez, y tú debes ser consciente de esto que digo porque eres uno de los seres cubanos más inteligentes del mundo, que tu pueblo siempre ha necesitado tu apoyo, tus reacciones y de tu frontal actitud porque Cuba, esa Patria que nos une por ser la primera que pisaron nuestros pies, lleva más de seis décadas celebrando “fiestas” de tabaquitos, comilonas y recolectas insensibles, indignas y contra-revolucionarias, mientras el cubano descalzo, ese que tiene que ir a pie a todas partes, el hombre olvidado sobre la tierra, muere de hambre, muere de enfermedades, lo matan con represión, en prisiones políticas, muere de crimen y castigo, muere de olvido Silvio, de mucha omisión, mientras los jerarcas del partido comunista, los esbirros de mi nación fragmentada, viven como “unicornios azules” con sus barrigas llenas, sus tabacones al rojo vivo y sus corazones a punto de estallar.
De todas formas Silvio Rodríguez por muy “contestataria” que parezca tu última “canción”, tu último poema crítico porque al país nos lo desvirgaron a traición, porque la indignidad castro-comunista es demasiado amarga, para muchos de nosotros es una arenga, aunque necesaria, obsoleta e impuntual, que llega cuando el mal ya está hecho, cuando la vida en Cuba es demasiado triste para vivirla y cuando el cubano, ese mismo que un día te adoró con locura y que cantó tus versos hasta desgañitarse, hace mucho tiempo murió y no lo hemos podido ni enterrar.
No te voy a censurar radicalmente, yo no soy juez ni fiscal para semejante acto de civismo porque aun, creo, soy uno de los pocos que escucha algunas de tus canciones dedicadas al amor, dedicadas a esa era que una vez parió corazones y que luego, tras traicionar a su pueblo, se plegó a los pies del tirano más criminal que le ha tocado a pueblo alguno.
De ahí que en algún punto de esta verdad que hoy vivimos los seres cubanos, Silvio Rodríguez se me emparente, se me fusione mentalmente, en cuanto a actitudes humanas y egoísmo cívico, quiero decir, con un personaje como la Cintumbare, una muchachita cervecera, parida y criada por el mismo sistema ideológico que tanto apoya el trovador, que es capaz, por esa misma cobardía, de plegarse a la casta del poder en Cuba y exhibir, con brutal desfachatez, la lujuriosa vida castrista que, por demás decirlo, nada tiene que ver con la que vive el sufrido y maltratado pueblo cubano.
Porque la realidad de Cuba, para estos dos personajes, es que la vida se dimensiona desde una mesa bien servida, vida que nos es ajena a los cubanos que nos debatimos entre la oscuridad, las plagas nocturnas, el dolor de estómago y los «mosquitos» del socialismo, mientras ellos, sin cansarse de ser los tontos útiles del régimen castrista, se levantan en las mañanas con unas lagañas que no les permiten entender la verdad.
Para mi, e insisto en esto, estas dos criaturas del castrismo son, desde posiciones diferentes y salvando las distancias, tan primos como siempre porque los dos, “ambos inclusive”, prefieren saciar sus egos que…
Ricardo Santiago.