Yo creo, es más, estoy casi convencido, que nosotros los cubanos, nosotros los seres cubanos, no sabemos exactamente cuál es la libertad por la que estamos “luchando”, cuál es la famosa libertad que pedimos y cuál es la tan vilipendiada libertad que exigimos sin tener conciencia cierta de lo que en realidad esta significa.
A mi esa actitud nuestra me asusta un poco, me enerva su poquito porque, de algún día lograrla, algo que tal como están las cosas lo veo muy lejano en el tiempo, nos va a quemar las manos, nos va a reventar en la mismísima cara o nos va a mantener eternamente en el cepo y la tortura, nos va a conservar una banderita de fecha indeterminada metida por el… o nos va a idiotizar tanto, pero tanto, que nos hará más daño del que hoy tenemos.
Porque hay una triste realidad, seres cubanos míos, una muy penosa enfermedad social que hoy padecemos, y es el tan dañino sectarismo, el tan perverso fanatismo que profesamos hacia cualquier “pico fino” de auto-encumbrada figura y el tan perjudicial extremismo que nos brota por los poros a la hora de no querer aceptar que en una sociedad moderna, honesta, triunfadora e inteligente, la diversidad de criterios, la multiplicidad de opiniones o la verdad, la mismísima verdad, tiene tantas acepciones como seres humanos, o cubanos, existan, quieran expresarla o, sencillamente, quieran defenderla.
Y toda esa variedad de razones tienen que por obligación, por necesidad y por fuerza, coexistir sin que medien entre nosotros los asesinatos a los argumentos individuales, sin que queramos linchar a quienes expresen gustos o disgustos diferentes a los nuestros y tienen que ser respetados aunque discrepemos de ellos, aunque no estemos de acuerdo con ellos e, incluso, aunque sean diametralmente opuestos a los nuestros.
Ya sé que los ignorantes me van a atacar con lo de los comunistas, que a esa lacra no se le acepta ni la más mínima idea, que no se les tiene que admitir nada y tienen razón, en un país como el nuestro, Cuba, donde la ideología comunista ha causado tanto desastre, tanto dolor, tanta angustia y tanto retroceso, el partido comunista tiene que ser proscrito, condenado, borrado del mapa y abolido, sin más explicación que los millones de muertos que nos ha endilgado como comunidad, que la caterva de desastres que nos ha provocado por más de sesenta y seis larguísimos años y por los miles de miles de millones de dólares que se han robado de nuestro exiguo erario público nacional.
Pero, una preguntica: ¿Será suficiente con eliminar el comunismo y a sus acólitos de nuestra arrasada, enclenque y mancillada isla para ser libres?
Yo digo que no, yo afirmo que podemos eliminar esa nefasta ideología del escenario político de nuestro país y esta, o sus rasgos más distintivos, permanecer en nuestro ADN de ex-revolucionarios seducidos y abandonados manifestándose constantemente en nuestras actitudes, en nuestras expresiones y en nuestra forma de aspirar a concebir un país, un nuevo “país”, supuestamente democrático, republicano y libre de «polvo y paja».
Porque, amigos y “enemigos” míos, nunca seremos libres si somos intolerantes, si somos irrespetuosos y si, sí o sí, queremos matar a quienes no coincidan con nosotros o no “amen”, con igual ceguera iconoclasta del 1 de Enero de 1959, al caudillo de mis amores, a cualquier gritón de las redes sociales o al espadachín de moda al que queremos enaltecer como el adalid de nuestra anhelada independencia.
Y ese es también el resultado del brutal adoctrinamiento al que hemos sido expuestos, como nación, nosotros los seres cubanos. Una enfermedad y una catástrofe antropológica que nos será muy difícil sanar en años y años porque, y este es un pensamiento personal, los cubanos persistimos en preservar, en nuestras cabecitas de ex-pioneros y ex-militantes socialistas, lo más perverso de la revolución de los apagones más largos del mundo, las terribles imposiciones de un fidel que vibra en la montaña y lo más perjudicial de más de seis décadas marchando, comiendo mierda y rompiendo zapatos…
Podemos eliminar la dictadura castro-comunista de nuestro destruido país, podemos borrar para siempre la peor tiranía totalitaria que ha sufrido un pueblo en toda la historia de la humanidad, podemos aniquilar tan perjudicial ideología de nuestra nación pero, si no somos capaces de arrancarnos para siempre del alma tamaño cáncer dogmático, continuaremos pisoteados por las botas del verdugo, por la ambición de los oportunistas y por delincuentes disfrazados con trajes de lentejuelas, de independentistas y de libertarios.
Ricardo Santiago.