Los oportunistas le hacen tanto o más daño a Cuba que los castro-comunistas.

La historia de Cuba, por desgracia, está cargada de asesinos, de corruptos, de bandidos, de sinvergüenzas, de represores físicos y espirituales, de oportunistas y de traidores. Una triste verdad de la que debemos avergonzarnos aunque la semblanza de un país, también, se escriba con tan desagradables elementos aunque, como bien lo anuncia la ley de acción y reacción, ayudan a que en contraposición surjan y se desarrollen vidas sanas, altruistas, comprensivas, tolerantes, nobles y verdaderamente cubanas.

Pero en el caso de los oportunistas nosotros los cubanos nos pasamos tres pueblos o tres continentes, vaya usted a saber, aunque, si nos ajustamos al significado del término, “actitud que consiste en aprovechar al máximo las circunstancias que se ofrecen y sacar de ellas el mayor beneficio posible”, no siempre ser oportuno es malo, ni aprovecharse de las situaciones que nos presenta la vida es tan negativo como lo pintan.

En este caso yo me refiero, específicamente, al oportunismo de apegarse a los “vencedores”, a los poderosos o a los “populares”, con el objetivo de alcanzar algún beneficio, con la intención de recibir alguna remuneración o con el interés de que el brillo de ellos resplandezca en nuestros rostros de perdedores y nos ayude, aunque sea por carambola, a iluminar el camino gris, lleno de baches y de fosas sépticas reventadas, que está destinado para nosotros.

En Cuba, como dice el dicho, la oportunidad la pintan calvan, lo que te den cógelo y a caballo regalado no se le mira el colmillo. Desafortunadamente muchos, atendiendo a estos principios de la “sabiduría” popular, han seguido al pie de la letra tan “sabios” consejos y se han apegado a esa criminal dictadura castro-comunista con la intención, con el objetivo manifiesto, de recibir prebendas, de alcanzar algún que otro oscuro poder, de garantizarse una subsistencia más allá de las precariedades del pueblo o porque, simplemente, son unos descarados a los que no les importa apoyar la maldad, el crimen, el odio y el exterminio de los seres cubanos.

Un tipo como fidel castro, oportunista al infinito por ciento, aprovechado de todo y de todos como nadie en este mundo, supo, con magistral atención, determinar que su invento de revolución socialista no produciría otra cosa que cobardes políticos, que sumisos ideológicos, que débiles mentales y que pícaros de guardarrayas, aprovechados que le servirían, con total displicencia, mientras pudieran rasparle algún pan con pasta, algún refresquito de esencia o algún que otro viajecito al exterior a ese Estado revolucionario que nació muerto.

A los cobardes y a los flojitos de neuronas de pensar los dominó a su antojo, los utilizó como papel sanitario y los redujo a la mínima expresión en su afán por someter a un pueblo, por su necesidad de crear seguidores obedientes, ciegos y mudos, para así llevar a cabo su plan maestro de destruir a Cuba y a la raza cubana, cualquier otra semejanza es pura coincidencia.

Muchos seres cubanos no se prestaron para tan abominables planes, por suerte, pero pagaron con sus vidas, con su libertad o con un exilio desgarrador y constructivo, la “osadía” de no ser castrista y de no comulgar, ni de refilón, con esa maldita revolución de los apagones más largos del mundo. Pero otros se plegaron, se aprovecharon de la corrupción que genera el mismo régimen comunista y se convirtieron en parásitos de ese engendro de desgracias y, apegados a la teta de la vaca flaca tiránica, más que a sus convicciones revolucionarias, armaron sus cogiocas irreconciliables con la verdad, con la vida y con el pueblo cubano.

Pero, como siempre he dicho, la dictadura castrista exporta todo lo que le reporte ganancia y también lo hizo con el oportunismo. Muchos de estos personajes emigraron, se “exiliaron” porque les pisaron los callos y se largaron con su oportunismo a otra parte, con la intención de aprovecharse de todo lo utilizable para sus fines personales y sentaron cátedra, izaron banderas, se cimentaron en tierras de libertad, más con la intención de arañar lo que fuera, cualquier cosita que relumbre, con tal de vivir sin tener que trabajar.

Así surgió, en esta orilla de luchas anti-castristas, de añoranzas y de lamentos por la Patria pisoteada, una clase de “luchadores por la independencia de Cuba” enfocados más en chupar de las ventajas de la democracia y de sus contribuciones económicas, que continuar con las tradiciones históricas de un exilio que, a golpes de amor y de guerra, se enfrentó a esa tiranía criminal, sentada en el tibor del socialismo por más de sesenta y seis larguísimos años porque, si se cae la dictadura, entonces de qué van a vivir…

Continuará…

Ricardo Santiago.

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