Es cierto, el castro-comunismo también engendró a la “mujer” nueva de su revolución.

Un amigo de Facebook, bien lúcido él, hace un comentario muy cierto y es que el castrismo, esa maldita revolución de los apagones más largos del mundo, también creó, procreó y reprodujo, en su afán por diferenciarnos del resto de la “humanidad”, a un tipo de “mujer” nueva, a una compañera chequendengue que, lejos de representar la verdadera esencia de la mujer cubana, la superficializó y la vulgarizó a los más bajos niveles del panteón universal de las doncellas en flor.

Esto que digo es difícil y traumático de digerir porque en ese modelo de compañera revolucionaria, militante, federada, cederista y comunista, están muchas de nuestras madres, muchas de nuestras hermanas, muchas de nuestras esposas, muchas de nuestras amigas y muchas que vimos pasar frente a nosotros cuando, por obra y gracia del socialismo, ya habían perdido la gracia, el candor y el camina’o, de la mujer de Antonio que “camina así, cuando sale de la plaza, camina así, cuando trae la yuca, camina así, la mujer de Antonio, camina así…”

Y es que a nosotros los cubanos, a nosotros los seres cubanos, como pueblo, como caminantes sin camino después del 1 de Enero de 1959, nos ha pasado de todo, lo hemos padecido todo y lo hemos sufrido todo por querer ser lo que nunca fuimos, por creer que se podía estar mejor imitando el fracaso ideológico de las frías estepas soviéticas y creyendo que, en pocos años de revolución socialista, bajo la guía de un partido comunista único en su especie, íbamos a estar mejor que los Estados Unidos en materia de desarrollo y que de tanta abundancia nos podríamos encaramar sobre las estibas de sanguisis de jamón y queso y tocar, aunque fuera con la puntica de los dedos, el cielo con las manos.

Yo digo que teníamos y tenemos que ser muy comemierdas para admitir semejante estafa, para abrir nuestras “patas” con tanta displicencia efervescente y para tragarnos a empellones, casi que sin respirar, la idea de que ser marxistas-leninistas nos iba a catapultar al estrellato donde cohabitan, codo con codo, los ricos y famosos, los que tienen en su casa un sofá calientico y cómodo pa’ ver la televisión a colores comiendo «palomitas de maíz».

Pero, a lo que vamos, cada día que pasa me convenzo más que a nosotros los cubanos, como resultado de ese experimento social mal llamado revolución cubana o como consecuencia de una investigación macabra acorde con las malas intenciones de la mentira de la dictadura del proletariado, nos sacaron, al nacer, un cachito de cerebro, un pedacito de materia gris con el que los seres humanos y algunos pocos seres cubanos, utilizan para entender el mundo en que vivimos, lo emplean para discernir la realidad circundante, lo usan para ver de dónde son los “cantantes” y les sirve para darse cuenta que el socialismo es una gran estafa y el comunismo una reverendísima mierda.

Y de ese proceso involutivo, es decir, de ese experimento tenebroso de producir seres humanos y cubanos perfectamente manipulables, absolutamente dóciles, obedientes y políticamente “correctos”, no escapó, por desgracia, la mujer cubana.

El primer crimen de lesa humanidad, cometido por esos aspirantes al hacha del verdugo, fue privarles de la maternidad, quitarles el derecho a amamantar, a consentir y a educar a sus hijos porque debían partir a construir un futuro mejor, un país repleto de bondades que después, como premio al sacrificio, se revertirían en sus propios hijos y los resarcirían de tanto dolor por la ausencia y la lejanía de sus progenitoras.

Pero nada de eso fue cierto, todo lo contrario, el futuro se hizo infinitamente lejano en el tiempo y en el espacio y la mujer cubana, en sentido general, se fue diluyendo entre zafras improductivas, construcciones inacabadas y la concreción de una tiranía totalitaria, a modo de futuro prometido, que le arrebató, para siempre, su cubanía, su candor, su elegancia, su educación formal, su “perfume de mujer”, su inteligencia y su clase. Por eso vemos hoy a una mujer cubana que “irradia” vulgaridad, que desparrama mediocridad por donde quiera que pasa y que ella misma se vende como objeto para satisfacer las más bajas pasiones, triste pero cierto.

Por suerte no es una generalidad aunque sí una mayoría. Existen muchas mujeres cubanas que, desde actitudes indomables que las llevaron a presidio político, desde posiciones de no claudicación con el régimen y desde la preservación de los valores más auténticos de nuestra nacionalidad y de nuestra belleza nacional, supieron mantener y salvar la femineidad, el valor y la inteligencia que, siempre fueron, la única materia prima con la que verdaderamente se fundó la nación cubana, así de simple…

Ricardo Santiago.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Translate »