¿Podemos los cubanos, sin datos móviles, “tumbar” esa maldita dictadura?

Tengo un amigo canadiense, muy amante de Cuba él, pero bastante ingenuo a la hora de disertar sobre la realidad cubana, que me pregunta insistentemente si yo creo que con la inconformidad popular, expresada en las protestas estudiantiles por la subida de precios en los servicios de Etecsa, podremos derrocar a la tiranía castro-comunista, eliminar el socialismo de nuestra Patria y el cubano, de ahí pa’lante, podrá sonreírle a la vida, cantarle a la luz eléctrica, llenarse la barriga como Dios manda, tomarse un vasito con agua bien fría o morirse, feliz y contento, recitando Los Zapaticos de Rosa.

Yo, que tengo cierta edad, que nací a principios de esa detestable revolución de los apagones más largos del mundo, que abrí mis ojitos cuando fidel castro se robó el poder, la democracia, la economía, la política, la cultura y hasta el alma de los cubanos, es decir, que en mi vida y en mi país lo he visto casi todo, que soy testigo de cómo el castrismo convierte los reveses en “victorias”, que vi aplastar inconformidades populares con pipas de cerveza y orquestas de música popular cantando vulgaridades, que sé que desaparecieron a personajes ilustres por estar en desacuerdo con alguna línea del manifiesto comunista, que he visto ir a prisión a inocentes y subir de posición a ladrones y asesinos y que tengo conciencia de cómo la dictadura siempre se las arregla para culpar a otros de su incompetencia, de su ineptitud y de sus desastres, no, me es muy difícil, me resulta imposible creer que esos asesinos se irán del poder sin antes provocar ríos revueltos con la sangre del pueblo cubano.

Algunos me acusarán de pesimista o de no apoyar a los estudiantes en sus justos reclamos pero, yo insisto, una dictadura tan criminal como esa, una revolución devenida en involución del espíritu, de la razón y de la inteligencia, no se derroca con protestas temáticas, no se elimina con manifestaciones parciales cuando el mal en la sociedad cubana, cuando la desgracia general de Cuba y de los cubanos, cuando las penas que a mi me matan son tantas que me atropellan, cuando el problema de nuestra Patria es precisamente esa perversa tiranía que es quien, a todos los niveles, nos tiene pagando precios muy altos por cualquier cosa, nos pone constantemente en el pico de la piragua pidiendo el agua por señas y nos califica al borde de la extinción como raza cubana.

La solución al problema de Cuba y a la consagración física y espiritual de los seres cubanos no pasa por diálogos, menos por plebiscitos, nada tiene que ver con borrón y cuenta nueva y mucho menos, pero muchísimo menos, tiene que ver con “mejorar” el socialismo para que sea viable o para que funcione.

No amigos míos, el socialismo no tiene salvación, es una ideología que surgió cadáver, es un régimen económico, político y social fallido y es una catarsis de estupideces, una detrás de otra, con las cuales una minoría, afincada eternamente en el poder, se hace inmensamente rica, poderosa, y el resto, la inmensa mayoría, el pueblo descalzo, humilde y abandonado, morimos de las enfermedades más absurdas, agonizamos de hambre consciente, nos aplasta la miseria, nos hunde la indigencia y se nos revientan las tripas con tanto sufrimiento y con tanta locura por ganarnos un pedacito de aire para alimentar nuestros pulmones.

Si los seres cubanos queremos ser libres tenemos, tanto los de “adentro” como los de “afuera”, que hacer reventar la “olla” como un siquitraque, darle candela al jarro hasta que largue el fondo, provocar una explosión gigante que llegue al infinito y más allá para que el mundo entero entienda que estamos dispuestos pero que necesitamos ayuda porque solos no podemos, porque esos criminales son los únicos dueños de las armas y sin la ayuda de ustedes nos es imposible lograrlo.

Lo otro es más de lo mismo. Los criminales castristas le darán, una vez más, vuelta a la rosca “izquierda” y donde se dijo ocho ahora dirán ochenta y ocho provocando, en el mejor de los casos, un cambio fraude con el que harán legítima su subsistencia, con el que legalizarán su eternidad y con el que apuntalarán la gran cogioca nacional que viene sucediendo desde el mismísimo 1 de Enero de 1959.

No quiero que una vez más pequemos de ingenuos, que otra vez nos dejemos engañar con la falsa idea de que nos bajaron un pedacito el costo de la vida y que de ahora en adelante, esos malditos, se peinarán con una rayita al lado para parecer hijos de puta buenos.

Ricardo Santiago.

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