A mi el único “beneficio” que me dio la revolución castrista fue…

Yo digo que nosotros los cubanos, los seres cubanos, en este tema de si una revolución social, como la castro-comunista, es buena, beneficia directamente al pueblo, es una salvación para los humildes, nos da de comer y de beber a los pobres de la tierra, soluciona la problemática del trópico o es una verdadera bendición para las almas en pena que pululan por los vericuetos de la historia, es decir, y lo digo con toda conciencia de clase, pues los cubanos tenemos mucha experiencia para hablar de este asunto porque, amigos míos, nadie como nosotros para explicarle al mundo qué carajo es, de verdad, tragarse a pulso ese puñetero socialismo.

Algunos, los que no son de allí, los que no tienen ni la más puta idea de qué significa que te exijan sacrificio por la mañana, que te obliguen a marchar tras un ideal a pleno mediodía con un sol que raja las piedras, que te suenen una reunión por la emulación socialista por la tardecita y que por la noche te obliguen a hacer una guardia del comité de defensa de la revolución para proteger las “conquistas del pueblo”, pensarán o dirán que yo exagero porque, claro, como soy contrarrevolucionario, como soy anti-castrista y como soy anti-socialista, no le encuentro nada bueno, ningún beneficio práctico, cero utilidad, a esa “epopeya” que le dio la vuelta al mundo como el acto más puro que sucedió en la década de los sesenta del siglo pasado.

Y aquí es donde yo caigo en cuenta y me despierto en un ataúd, del terrible papel de la izquierda internacional, apoyada por la propaganda castro-comunista, para promover por este planeta azul, como lavativa de cerebros humanos y de animales, sí porque muchos de a quienes les pulen las neuronas de pensar son perfectas bestias, una mentira tan grande, una estafa tan monumental, como que el socialismo es la solución ideal para el futuro de la humanidad y ahí tenemos, compañeros, como ejemplo, a esos pobres cubanos que tras más de sesenta y seis larguísimos años de revolución para los humildes, son más humildes que nunca, no se rascan porque son “inmunes” a las picadas de los bichos, ya no se ponen tristes por cualquier bobería y no pueden vivir sin su cartilla de racionamiento gracias a las enseñanzas de su comandante en jefe que fue todo un ejemplo de sacrificio y entrega a su revolución.

Bueno, que compre esa gran burla, que se trague esa cruel grosería y que quiera para sí esa estupidez descomunal quien la crea, está en su santo derecho de morir en la hoguera como un traidor, pero lo que soy yo, lo que digo yo, yo y yo, hace mucho tiempo abrí los ojos con respecto a esa burla masiva, a ese estropicio al alma sola, acompañada y en grupo, a esa execración de malas ideas intentando adormecer a los pueblos, a esa nefasta “liturgia” al caudillo todopoderoso y a ese cuento de terror donde duermes cada día de tu vida junto a tu peor enemigo.

Porque, señores, cualquier socialismo, cualquier revolución social con ínfulas de gratuidades, con complejos populistas o que exacerbe la masividad por encima de la individualidad creadora de los seres humanos, o cubanos, es un fracaso, es construcción de letrinas comunales donde los pueblos, irremediablemente, entregan hasta el último suspiro y se convierten en esclavos eternos de un régimen que los desprecia, que los utiliza como monedas de cambio o como carne de tercera, para satisfacer sus intereses dictatoriales y para eternizarse, por los siglos de los siglos, en el tibor del poder de sus respectivos países.

Por eso digo, con total responsabilidad, que a mi el socialismo, esa maldita revolución de los apagones más largos del mundo, y soy honesto a tenor de mis detractores, no me dio nada, no me benefició en nada y, en la vida de vivir, en la concreta del “pan con bistec” cotidiano, como el hijo de padres proletarios uníos, solo me acercó al hambre en los planes “educativos” de la revolución, me indujo a la violencia física y verbal como formación del hombre nuevo, me sometió a la más burda escasez y al más estricto racionamiento físico y espiritual, me adoctrinó hasta el tuétano y me soltó, aun en la Universidad solo para los revolucionarios, como un adefesio de patriota y como un vulgar joven medianamente instruido.

Estoy seguro, casi convencido que, si somos honestos, tenemos que reconocer que la revolución castrista, que esa mierda de socialismo, más que darnos nos lo quitó todo, nos despojó de nuestra humanidad y nos trasquiló hasta el alma trémula y sola de la cubanía, triste pero cierto…

Ricardo Santiago.

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