Desde hace mucho tiempo escucho con mucha insistencia y bufona reiteración, que nosotros los cubanos, nosotros los seres cubanos, somos muy dados, es decir, propensos, a reírnos de nuestras propias desgracias, a mofarnos con alevosía de nuestra gran neuropatía nacional o a burlarnos con saña de la calamidad que, como pueblo, como nación y como sociedad, llevamos padeciendo por más de sesenta y seis larguísimos años.
Dicho, en buen lenguaje nuestro, que a nosotros la miseria, la indigencia, la revolución y el socialismo que soportamos, muchos, muchísimos, le sacan lascas “humorísticas”, lo cogen pa’l bonche y la jodedera o hacen un chiste con “eso” como si burlarse de ser mendigos existenciales, despojos físicos y espirituales, fuera un jueguito de muchachos.
Pues yo, Ricardo Santiago, debo haber perdido mi esencia “cubana”, parece que me he ido destiñendo con los años y que me quedan muy poquitos rezagos de mi idiosincrasia pues les juro, con total solemnidad, que a mi, lo que es a mi, la destrucción, el hambre, las enfermedades, el apocalipsis revolucionario, los muchos daños antropológicos sufridos y la pérdida de valores espirituales que hoy tiene el pueblo cubano, ese del que alguna vez formé parte, no me causan ninguna gracia, no me provocan la más mínima risa y, es más, lo que siento es una profunda pena, una gran desorientación y un enorme dolor al ver como mi Patria, esa que una vez juré amar para siempre, ya no está dentro de mi y se me fue a volar en un «cohetico de papel»…
Algunos dirán que soy demasiado crítico conmigo mismo pero es la verdad y debo decirla, lo que siento cuando veo a ciertos personajes y a otros muchos que repiten sus sandeces, hacer chistes con la horrible “neuropatía” cubana que sufrimos como esclavos benditos de una criminal dictadura, anclada en el poder por más de seis décadas, incluso por culpa nuestra, es eso, repugnancia por quienes se burlan y lástima por quienes le siguen el juego sin entender, de verdad, el dolor que causa que un hijo tenga que acostarse con hambre o que un hombre que caminaba por la calle se cayó en un bache tan grande y tan profundo que el muy condena’o fue a parar con los chinos de China.
Yo digo, es más, estoy convencido, que la tamaña superficialidad, la tremenda ligereza o la espantosa trivialidad que hemos adquirido, desarrollado y generalizado como comunidad, es, también, responsable de nuestra permanencia en el fondo del abismo, es por lógica consecuente, lo que nos tiene metidos boca abajo en esa nauseabunda letrina que se llama socialismo y es lo que como nación nos ha apartado del camino de la libertad, de la posibilidad de ser prósperos y del verdadero sentido de la vida que es, y valga la redundancia, vivir para ser felices.
Mientras los cubanos sigamos tomando nuestra desgracia tan a la ligera tendremos revolución, de los apagones más largos del mundo, pa’ rato y a ese socialismo de cloacas gravitando sobre nuestras cabezas y dentro de nosotros mismos. No existe nada gracioso ni lúdico en ser esclavos, en ser mendigos de cuerpo o alma o en ser peones de una tiranía que nos ha adoctrinado, manipulado y utilizado a su antojo, dejándonos como ciudadanos de olvidadas categorías para que no pensemos, siquiera, en la posibilidad de ser felices en nuestra propia tierra.
La banalidad con la que enfrentamos los apagones eternos que hoy sufren los cubanos, la ligereza con la que asumimos el hambre estomacal o de ideas que matan de a cuajo, la calma con la que miramos el tremendo calor que parte corazones y la debilidad que exhibimos para defender nuestros derechos elementales, asusta, deprime y le quitan a uno hasta los deseos de sentirse cubano.
Nuestra “raza”, digo yo, está marcada para desaparecer, tiene los días contados pues preferimos, una inmensa mayoría de nosotros, mirar hacia otro lado, dar la espalda o hacernos los graciosos, antes que asumir que como pueblo, como país y como Patria, estamos muy jodidos, tocamos fondo desde hace la mar de tiempo y no es con risas, con choteos o con burlitas, como nos vamos a salvar de tan espantosa desgracia.
La risa es la mejor medicina del mundo, yo juraría que hasta despierta a los muertos dormidos, pero la burla no, hacer chistes con el sufrimiento o con el dolor de muchos es un crimen de lesa humanidad y deja mucho que desear pues quien no asume con seriedad las causas de su desgracia está destinado a morir en vida, a morir en muerte y a morir eternamente.
Ricardo Santiago.