Es que basta con mirar las redes sociales, coincidir con varios seres cubanos en una esquina de mi barrio, en la cola de los suspiros, intentando obtener una visa pa’ cualquier rincón del mundo, en el aeropuerto de Miami, en el quítate tú pa’ ponerme yo que nos impone esa perra vida que nos ha tocado vivir y hasta pa’ “actualizar” el pasaporte mediocre e inservible que nos merecemos por idiotas, basta eso, para darnos cuenta y caernos pa’trás, ver en qué nos hemos convertido, cómo hablamos del vecino, qué pensamos de nosotros como comunidad, qué queremos del futuro y qué entendemos por liberar a Cuba del castro-comunismo.
Yo respeto mucho, me quito el sombrero, ante quienes se sienten más cubanos que nadie, cada loco con su tema, pero a mi, lo que es a mi, se me cae la cara en menudos pedazos, se me pone la piel de gallina, me muero de vergüenza ajena, me escondo mariquita uno, mariquita dos y me siento mal a morir, cuando escucho y oigo, sobre todo oigo, con la soberbia con la que nos expresamos, con el desenfado con el que decimos tantas estupideces, con la vulgaridad que hemos estandarizado como imagen y semejanza de lo bello y lo divino, con la simplicidad con la que nos referimos al “problema” de Cuba, con el despecho que mostramos al mencionar a esa Patria destrozada y a esos cubanos humildes y con el descaro que mostramos cuando nos presentamos como independentistas cuando, en realidad, en la pura verdad, no somos más que una pandilla de oportunistas que solo está detrás del dinero y de views que nos aseguren una buena ganancia en las redes sociales para, como siempre digo, vivir sin tener que trabajar.
De todo eso siento una profunda vergüenza porque el verdadero cubano, el de antes de la barbarie del 1 de Enero de 1959, el que construyó con su sangre y con su alma esa Patria próspera, reluciente y que olía a limpio por los cuatro costados, nunca fue así, todo lo contrario.
Recuerdo a los viejos de mi barrio que eran ejemplo, sin haber estudiado en la “universidad”, de respeto, de decencia, de valores, de elegancia y que cuando hablaban de Cuba, de la Cuba real, es decir, de la de antes de 1959, se les aguaban los ojos a punto de rajarse en llanto y tragaban en seco para que las lágrimas no los ahogaran y los dejaran redonditos sobre la tierra.
Pero ahora no, ahora es distinto y diferente, es como si hubieran quitado un modelo de cubano excepcional y hubieran puesto una caricatura, el reflejo desagradable en un espejo roto y un tipo de ser que nada tiene que ver, absolutamente nada, con esa maravilla que fuimos antes de 1959.
Yo siempre digo que el castrismo nos vulgarizó la Patria y nos incendió nuestras entrañas cubanas con las mierdas del comunismo, con las porquerías del socialismo y con las tantas medidas y desmedidas para potenciar el chovinismo, la guapería barata, la envidia a la mujer de Antonio, la mediocridad neuronal y los aspavientos de ser los mejores revolucionarios del mundo y de la historia, incluso más que quienes, para no trabajar y no partirse el lomo llevando la decencia masculina al hogar, inventaron tamaña crueldad ideológica.
De ahí el desastroso resultado que tenemos hoy como nación, como Patria, como país y como pueblo. Los seres cubanos nos queremos linchar por cualquier cosa, nos queremos matar por no tener igualdad de pensamiento, por no estar “uniformados” para enfrentar individualmente la vida, por creernos iguales ante Dios y ante los hombres, porque yo sienta vergüenza de ser cubano y usted no y hasta porque a mi no me gusten algunos de los “líderes” de la oposición que han inventado, que han fabricado y que han promocionado, para convencernos que vamos a tumbar a esa maldita y degenerada revolución de las sombras largas y así, otra vez, continuar enriqueciéndose con nuestro sudor, con nuestro dolor, con nuestra ignorancia, con nuestra estupidez y con nuestra comemierdería.
Por eso digo, absolutamente convencido, que si pudiera rechazar mi ciudadanía cubana lo haría y dejaría de ser cubano porque, entre muchísimas cosas, Por Eso Me Fui De Cuba y porque, principalmente, me da la gana pues ese es un derecho que tengo como individuo. Aunque reconozco y respeto el deseo ajeno de ser lo que cada cual quiera y que cada quien, cada ser cubano, elija individualmente qué comer, qué pensar y qué y a quién “amar”…, así de simple.
Ricardo Santiago.