José Daniel Ferrer: El “muerto” al hoyo y el vivo al “exilio”.

Una vez más voy a expresar mi opinión, la que he tratado de mantener sin contaminar por los tantos excesos, a favor o en contra, de otros interesados en este escabroso tema, porque no quiero, bajo ningún concepto, dejarme arrastrar por emociones encontradas sobre un personaje, para mi bastante polémico, que ha venido a convulsionar, a centrifugar y a entortillerar, un tema tan sagrado para nosotros los cubanos, para nosotros los seres cubanos, como es lograr liberarnos, de una vez y para siempre, de esa maldita revolución de las sombras largas.

Y digo que es una figura polémica y controversial, repito, desde mi humilde y pasiva opinión, porque este sujeto, devenido en una especie de “divo” opositor, de cajero automático para él y para otros cabroncitos de la cultura disidente, sabe, como nadie, reventar reflectores, robar cámaras y hacer uso indiscriminado de cualquier tipo de micrófono, sea grande o chiquito, porque aprendió y entendió, mejor que tú y que yo, que para subir al cielo se necesita un micrófono grande y otro chiquito.

Pero bien, para justificar mi opinión sobre ese sujeto, me voy a referir específicamente a lo que he escuchado de su propia boca, a lo poco que dice con contundencia pues José Daniel Ferrer, creo yo, a mi modesto entender, se pierde en los marañones de la estancia con un discurso vanidoso, presuntuoso y petulante, hablando sobre sí mismo o sobre su actividad como opositor, como “luchador” anti-castrista o como un cubano que fue capaz de decir públicamente en Cuba las cosas que muchos de nosotros nos callamos por indiferentes, por cómplices o por cobardía.

Es importante destacar que este “guerrero”, como algunos nos lo quieren vender, no hace nada sin que medie una cámara y un micrófono de por medio, es decir, toda su actividad contestataria tiene que quedar plasmada, trasmitida y publicitada, con el objetivo de justificar sus “acciones” para que lleguen a oídos de sus proveedores, su principal objetivo, y así recibir las cuantiosas donaciones que le llegan desde un exilio desesperado por regresar a su Patria, necesitado de un líder aunque sea de postalita o consumido por los tantos, por los tantísimos años de manipulación y que, con el devenir del tiempo, se ha vuelto ignorante y muy torpe para leer segundas intenciones.

Como es de suponer tanta publicidad y tanta algarabía genera importantes frutos, por una parte no es poco el dinero que este personaje recibió para liberar a Cuba, y que quedó demostrado que ni con muchos dólares se tumba a esa criminal dictadura, y por otra la cantidad, bastante sustanciosa, por cierto, de fanáticos que ganó para levantar su perfil, no para su causa, que han devenido en un ejército de sombras chinescas dispuestas a saltar y matar a todo aquel que exprese una idea contra su jefe, que ose contradecir el pensamiento de su amado o que, simplemente, emita su verdad contra ese sujeto que, por lo menos a mi, no me “suena” transparente.

Existen muchos criterios y muchas verdades, de importantes cubanos, de seres que lo conocieron de cerquita o que tienen una opinión bastante contundente y muy responsable, refiriéndose a este “mambí” de las donaciones y de los teléfonos celulares. Yo solo voy a citar una y es la de Oswaldo Payá cuando lo expulsó de su organización y lo acusó, en una carta, de varios “defectos” muy alejados de lo que es ser un verdadero patriota, un ejemplo de oposición al régimen dictatorial y un cubano digno de recibir la atención de quienes quieren, de verdad, ver a Cuba libre de comunismo en cualquiera de sus variantes.

Dice mi amiga la cínica que castigo para quien por semi-analfabetismo político o por conveniencia personal justifique a este adalid de los reflectores. Muchos caen en la trampa del bla, bla, bla sin resultados constantes y sonantes, se van por el brillo de las lentejuelas y tras discursos fatuos que no nos llevan hacia ningún lugar, tantas palabras grandilocuentes, tantas poses mediáticas y tanto culto a la personalidad, no ven que la “lucha” de este individuo no es más que la institucionalización y el sustento de una industria que, desgraciadamente, se ha radicalizado, entre nosotros los cubanos, con el cuento de la libertad, la independencia y no sé cuántas cosas más.

Yo, a este personaje, le deseo su vida, es decir, la que escogió, pues aquí cada cual interpreta los designios de Dios según su capacidad intelectual. Pero, lo que sí no le deseo a Cuba ni a los cubanos, es que tales sujetos o personas que tienen el mismo modo de proceder y similares antecedentes, se conviertan en el referente para sacarnos a los cubanos de tanta angustia, de tanto dolor y de tanta miseria física y espiritual.

Ricardo Santiago.

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