Solo un cubano puede entender el verdadero significado de este monstruo. A primera vista parece intrascendente, inofensiva y medio vulgar, hasta cabe en el bolsillo trasero del pantalón, justo a la medida, y la llevamos a todas partes como un pedazo indisoluble de nuestras vidas, portadora de nuestra inocencia y de nuestra fe en el futuro, porque en un principio creímos en ella si total: “es provisional, es solo por un corto tiempo”.
El problema es que la libreta, oigan bien, CONTROL DE VENTAS PARA PRODUCTOS ALIMENTICIOS, se pego al alma del cubano por casi 60 años, ha sido como un miembro más de la familia por varias generaciones al que cuidar, “cuidadito no se te pierda”, salvar y proteger, incluso le pusimos su forrito plástico y todo para que se mantuviera bella y esbelta porque si, no hay nada mas asqueroso y despreciable que una libreta mal cuidada, rota y churrosa.
Pero no, no nos dejemos engañar, es el engendro mas diabólico de un sistema horriblemente calculador, aunque a usted le parezca inofensiva ha sido la mejor de las armas (incluyo atómicas, químicas, de mediano o largo alcance, en fin, todas) para controlar al pueblo, para doblegar a las masas, para acallar cualquier grito de rebeldía porque nos organizaron el hambre en cuadritos (casillas), nos obligaron a comer lo mismo mes tras mes, año tras año y vida tras vida, nos amenazaron con prohibirnos de su usufructo si no teníamos una actitud políticamente correcta, dispusieron de nuestro tiempo y esfuerzo por obligarnos a largas colas o a la constante vigilia porque: “si se acaba el pollo tienes que esperar al segundo envió” y tu mirando al hombre y preguntándole: ¿ y qué le doy hoy a mis hijos?
Nada, nada de nada, tajada de aire dicho en buen cubano, y si no te gusta a protestar a la oficoda, palabra que no existe en nuestra rica y hermosa lengua pero que sí, “es la oficina de control para controlar el control de los alimentos de los cubanos”.
Así que perdónenme pero de inocente nada, detrás de cada libreta de esa esta el sufrimiento, la escasez, el hambre, el asco, la desnutrición, el miedo, el abandono y el control de cada cubano, porque si usted la mira bien, de cerquita, es como la marca acuñada sobre la piel de hombres, mujeres y niños en los campos de concentración nazis.