A muchos, a cientos, a miles, a millones de nosotros porque, los crímenes del castrismo contra los seres cubanos trascienden la muerte física, matar el cuerpo, destruir vidas, el asesinato de hombres, mujeres y niños o paredón, paredón, paredón. El parricidio cometido por el castro-comunismo, con fidel castro a la cabeza, contra todo un pueblo, es el más sangriento en la historia de la humanidad pues también ha envenenado, sistemáticamente, el alma, el espíritu, y la vida de toda una nación.
Yo digo que, por ejemplo, cada vez que un comemierda grita, viva la revolución, muere, en alguna parte de Cuba, o del mundo, un ser cubano, así de simple.
Porque no existe crimen más grande contra un pueblo, contra una sociedad o contra un hombre, que mantener, oxigenar, lubricar o eternizar al culpable, al verdugo, al asesino, al responsable de todas, absolutamente todas, las desgracias que provocan que nosotros dejemos la mitad de la vida, o la vida entera, sobreviviendo en un país donde tenemos una amenazante espada de tres filos, o muchos filos, constantemente en la cabeza, una camisa de “fuerza” de puro caqui marxista-leninista ahogándonos en cada “Agosto” y una caja de “medio palo”, pa’ irnos pa’l otro mundo, sin que nos canten siquiera la Rumba de Papá Montero.
Por cierto, a los castristas del montón, los entierran en “cajas de bacalao”, el régimen no tiene escrúpulos siquiera con quienes le son sumisos, fieles, rastreras sabandijas o filosas “guatacas” y, una vez que les dejan de ser útiles, se los tiran a los perros del infierno para que corran y huyan por toda la “eternidad” por insidiosos. El que nace pa’ comunista del cielo le caen las traiciones…
Pero bien, a lo que vamos: ¿A cuántos cubanos, en estos 60 larguísimos años, ha asesinado el régimen castro-comunista inventado por los sicarios de Birán?
La mal llamada revolución, que dicen triunfó el 1 de Enero de 1959 en Cuba, que, por cierto, nunca me cansaré de decir que no tiene nada de cubana, más bien todo lo contrario, inició su carrera criminal mucho antes cuando, el 26 de Julio de 1953, protagonizó el acto terrorista más cruel de nuestra historia nacional y por el que ninguno de sus principales asesinos fue debidamente ajusticiado.
Una vez en el poder, poder secuestrado con trampas y artilugios amparados por las “doctrinas” de la izquierda internacional, el castrismo continuó con su ola de crímenes contra los cubanos. En los primeros años de la década de los sesentas los fusiles “revolucionarios” no pararon de vomitar su odio, su mezquindad, su cobardía y su envidia contra hombres y mujeres que no aceptaron la tamaña violencia ideológica de un régimen que se vislumbraba como la feroz dictadura que, y no se equivocaron, le provocaría a la isla de Cuba la peor destrucción de toda su historia incluyendo el salvajismo de los tiempos de la “conquista” española.
La “cacería de brujas” orquestada por fidel castro, y secundada por sus principales compinches, incluyendo a su sádico, esmirriado y diminuto hermano, contra “los enemigos de la revolución”, convirtió a la nación cubana en un revuelto rio de sangre que no ha detenido su cauce en más de seis décadas.
Los comunistas transformaron en traición a la “patria” todo acto de civismo, de decencia, de ética y de responsabilidad democrática y pasaron por las armas a miles de compatriotas para, como objetivo esencial, sembrar el pánico en un pueblo y hacer saber, bien clarito, y que nadie se confunda “compañeros”, la fascista idea de que “con la revolución todo, contra la revolución nada”.
Dice mi amiga la cínica que nosotros los cubanos, como nación, tenemos muy desarrollado el gen de la exageración, que nos gusta “sobredimensionar” la “condición humana” y que cuando algunos deciden ser esbirros, torturadores, sicarios o matones, se esmeran y son peores que los más sádicos criminales de la historia universal.
No menos de un estudioso o “especialista” de la “realidad cubana” se han aventurado en dar cifras sobre la cantidad de víctimas mortales de la criminal dictadura de los hermanos castro. Yo, que no soy ni estudioso, ni especialista, me atrevería a decir que calcular los muertos por el castrismo es una tarea la mar de difícil e inexacta porque siempre, en cada minuto, en cada segundo de nuestra trágica existencia nacional, hay un ser cubano, en alguna parte de Cuba o del mundo, que muere a manos de ese brutal régimen ya sea por una bala “perdida”, una bala “encontrada” o por un fuerte golpe asestado a traición.
Me quedo corto. Continuará…
Ricardo Santiago.