“Adiós a las armas”, adiós a la libertad, ¡abran paso al demonio!



“Los cubanos deben saber tirar y tirar bien” y con ese cuento fidel castro llenó, repletó y saturó a Cubita la bella de unas ridículas casetas de “metal”, con su mostrador de “metal”, unas cuantas escopeticas de perle amarradas con cadenas de “metal”, unas chapitas de “metal” a modo de tiro al blanco y: “Arriba, arriba, de uno enfondo, afinando bien la puntería que el que no ponga bien el ojo le meten la bala”, ¿o era de otra manera?, la verdad…, no me acuerdo.
Pero mucho antes de la “perlealización” de la sociedad cubana este “promotor” de la puntería revolucionaria, en uno de esos discursos multitudinarios e histéricos que hizo a inicios de la década de los 60s, le preguntó “inocentemente” a los cubanos, como quien no quiere las cosas: “¿Armas para qué?”, y el pueblo, absolutamente embobecido y embrutecido con la gritería “antiimperialista”, aplaudió con total complacencia sin saber que estábamos firmando nuestra propia sentencia de muerte.
La mismitica historia: ¿armas para qué?
Quien quiera saber la verdad que nos pregunte a los cubanos de vergüenza, nosotros sabemos muy bien que al final esa es la retórica fundamentalista de quienes quieren “cambiar” el mundo con ideologías de izquierda porque saben, mejor que nadie, que un pueblo desarmado es tan, o más vulnerable, que la inocencia de un niño.
¿Qué habría pasado en Cuba, con los Castro y su pandilla de terroristas y delincuentes, si Batista hubiera prohibido la venta de armas antes de 1959?
No hay que ser un historiador, ni un “científico” del pasado y mucho menos un lector empedernido para entender que lo primero que hizo fidel castro, cuando le arrebató la democracia a los cubanos, fue prohibir todo lo que a él le facilitó organizar y llevar a cabo su guerra traicionera para derrocar a una dictadura enarbolando, supuestamente, las banderas de la “libertad”.
El castrismo, con mucho conocimiento de causa, cercenó las posibilidades para que el pueblo cubano descontento, sufrido y hastiado de tanta represión, tanta hambre y tanto abandono, nos organizáramos y nos defendiéramos, como Dios manda, de ese grupúsculo de timadores, les hiciéramos frente con nuestras propias “armas” y los derrotáramos en igualdad de condiciones. A cambio nos tienen pregonando por el mundo que somos una resistencia “pacífica” cuando la lógica humana dicta que a las dictaduras tan sangrientas como esa resulta imposible tumbarlas con palabras y discursos.
Yo vivo en un país donde portar y adquirir armas, cualquier tipo de armas, es ilegal, sin embargo a cada rato oímos que hubo un tiroteo aquí y otro allá. Para nadie es un secreto que aquí las armas las tienen los delincuentes y que ellos matan personas, lo cual indica que lo peligroso es la intención que exista detrás de ellas y no el “fusil contra fusil” a quien tanto quieren culpar en esta cruzada “pacifista”.
Yo digo, afirmo y estoy más que convencido que el arma más peligrosa que hoy puede portar un individuo es llenarse el “coco” con ideas de izquierda izquié, hincharse con optimismos anticapitalistas, querer implantar revoluciones sociales que no conducen a nada, que todos sabemos en qué terminan y querer cambiar el orden natural de la vida con suposiciones vanguardistas cuando la práctica ha demostrado que revolución, en el orden de dictadura del proletariado, equivale a involución”: un pasito pa’tra y millones más pa’tra.
Vuelvo y repito: ¡Pregúntenle a los cubanos de buena memoria!
Hoy no se trata de levantar los puños, raparse la cabeza, enseñar las tetas, marchar como “caminantes no hay caminos” o vociferar consignas arcaicas en nombre de víctimas inocentes. Hoy se trata de exigirle a quienes tienen la responsabilidad de salvaguardar nuestras vidas, defendernos de los desquiciados, investigar a quienes saquen las uñas y los pies y, sobre todo, a quienes en nombre de ideas extrañas asesinan niños por el odioso placer de hacernos llorar.
Insisto amigos míos: el peligro real está en el oportunismo del que se están aprovechando quienes se esconden detrás del telón para impulsar a jóvenes que, con esa “rebeldía” innata en esas edades, se dejan utilizar, sin muchas veces tener conciencia, de lo peligroso, muy peligroso, que se esconde detrás de cualquier “agenda” de izquierda.
Empiezan así, con “Adiós a las armas”, continúan con “Marchando hacia un ideal” y terminan poniéndonos botas rusas y organizándonos en comités de base para elegir a los “mejores” que nos representarán en el IV Congreso de la Juventud Comunista en…
Ricardo Santiago.



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