Yo quiero que los cubanos nos detengamos un segundo en esto porque lo que parecía al principio un chiste de mal gusto, una rabieta de macho-varón-masculino poseído por el síndrome de la brabuconería de sillón de peluquería, ahora está tomando matices de locura colectiva, de arrebatos masivos, de masas idiotizadas, de aberraciones tumultuarias o de otra gran estupidez cubana, con esto de querer elegir a este fulanito como alcalde de un condado tan importante y tan significativo para todo nuestro exilio.
Y todo porque este sujeto, desde una cómoda posición como la mía, ha prometido fervientemente que acabará con el castro-comunismo en el Condado Miami-Dade y por extensión, como el que no quiere las cosas, llevar la bandera de la libertad a esa isla maldita, torcida, raquítica y sufrida que, sin lugar a dudas, nos duele mucho a todos, a absolutamente todos, los seres cubanos.
Por eso es que creo que suma adeptos, suma “devotos” como en una secta lujuriosa, cautiva y somete voluntades con un discurso ofensivo, gritón y espeluznante, repartiendo chancletazos en los oídos de quienes queremos que esto suceda y que creemos, muchas veces, que el fin justifica los medios, o los miedos, por tal de ser libres.
El cubano esta ávido de oír de otros lo que tiene miedo decir y magnifica a los oportunistas que, valiéndose de «cien mil escusas» o de cualquier recurso, enarbolan panfletos libertarios y banderas incendiarias contra los malos de la película.
Así es muy fácil, así es más que sencillo comandar ejércitos y tirar tiros de plastilina, así cualquiera hace una carrera política y más cuando esa “lucha” nos reporta un puñado de dólares para inventarnos una buena vida.
Yo, por eso, a parte que me fui de Cuba, estoy más que convencido de que los cubanos, y me incluyo como el primero, necesitamos desparasitarnos de tantos, de tantísimos, aluviones de arengas “contestatarias”, de tanta verborrea que no dice nada y de tanta exaltación a que otros pongan el muerto mientras nosotros contemplamos, desde un sofá calientico y cómodo en este bendito exilio, la criminal masacre a todo un pueblo que se tiró a la calle porque dos o tres descerebrados, oportunistas y vividores, sin un plan o una propuesta concreta de lucha, los instigó para que hicieran otra “revolución” muy parecida a aquella.
A mi me saltaron las alarmas, es decir, se disparó mi preocupación ciudadana, cuando una “amiga” de Facebook, de esos amigos que te apoyan desde el principio, comenzó a criticarme y a “atacarme” por mi actitud y mi opinión sobre este sujeto, repito, un macho-varón-masculino a to’ meter, pues como es práctica habitual de estos comensales de la doctrina o estás conmigo o estás contra mi, no admiten la diversidad de criterios y se manifiestan ofendidos ante el menor juicio adverso hacia su pastor, hacia su mentor, hacia su mesías o hacia su “futuro alcalde”.
Aquí, como dice el dicho, que cada cual cargue con su pesa’o…
Yo quiero enfatizar que contra Alexander Otaola, el macho-varón-masculino que nos ocupa, no tengo nada personal y sí absolutamente todo como cubano que quiere para Cuba una libertad cubana y transparente. El tipo, al final, es digno de cierta admiración pues desde la mierda logró renacer como el ave Alex y ha construido su propio imperio, un vasto reinado donde sus súbditos, meretrices o tracatanes, tienen que plegarse a él, consentirlo a él, justificarlo a él, crearle descaradamente una leyenda guerrera a él o, sencillamente, doblegarse a él.
Triste historia y el ejemplo más vivo de tamaña sumisión prostibularia es la de esa pobre peli-pintada, me recuerda a randy alonso falcón, que lo acompaña todas las mañanas, en sus opíparos desayunos, para asentir constantemente y decirle al oído qué lindo eres mi pastor.
Y digo que contra este macho-varón-masculino tengo todo en contra, como ser cubano que quiere una Cuba libre de castro-comunismo, porque este sujeto envenena con sus diatribas a todo el que no le corresponda, emponzoña con su picada a quienes ven la vida diferente y excomulga, sin el consentimiento de nadie, del altar de los patriotas anticastristas, a todos aquellos que ven a Cuba con otros ojos o la llevan en otro “corazón”.
Por eso he de reafirmar que lo más peligroso de este sujeto no es el personaje que ha creado en sí, el peligro real son todos los entusiasmados que lo siguen ciegamente sin detenerse a pensar, o a analizar, las señales que claramente, clarísimamente, emanan de sus expresiones y demuestran que, para nada, es trigo limpio.
Ricardo Santiago.