La revolución de Fidel Castro nunca fue de los humildes ni para los humildes, eso fue un puro cuento, es más, visto ahora en el tiempo, es decir, casi 60 años después, lo que provoca esta porquería revolucionaria es una gran vergüenza colectiva, un encabronamiento de multitudes, una tremenda impotencia “militante” y un eterno arrepentimiento total por haber permitido que este incompetente, junto a toda su camarilla de sicoteros y lameculos, destruyeran a Cuba y sembraran tanto odio, envidias, chivatería, mediocridad, guataconería, ignorancia y miedo entre los cubanos.
El socialismo, el comunismo, el nacionalismo, los gobiernos de “izquierda” y todo lo que se les parezca son doctrinas e ideologías condenadas al fracaso porque no tienen nada de social ni de democrático y sí mucho de totalitarismo, caudillismo, dictadura, nepotismo, bandolerismo y tiranía.
El partido único, el líder eterno e “invencible”, el adoctrinamiento, la efectividad de la policía secreta, los órganos de vigilancia a todos los niveles, la propaganda nacional e internacional asquerosamente manipulada, el férreo control de los medios de información masiva y el lavado de cerebro, entre otras muchas aplicaciones, son muestras de que, en el fondo, es sólo una doctrina que pretende el control de la sociedad y la permanencia eterna en el poder, generalmente dinástica.
En el mismísimo Enero de 1959 Fidel Castro debió convocar elecciones libres y reivindicar la Constitución de 1940 tal como había prometido en numerosas declaraciones. Debió permitir también que los cubanos, a través de las urnas, decidieran el futuro del país y su única función debió ser salvaguardar la tranquilidad ciudadana porque tenía el control del ejército.
Pero este “invencible” comandante de “mil batallas”, sin heridas y sin rasguños, ni tan siquiera uno chiquitico, chiquitico, se atragantó de poder y, maniobras por aquí, mentiras por allá y asesinatos por todas partes, se afincó en su silla de “general de plastilina” y dijo: “A mi pa’ sacarme de aquí hay que darme candela por los cuatro costados”.
Una de las primeras maniobras políticas de este latifundista mental fue la nacionalización de las propiedades de compañías y ciudadanos norteamericanos en la Isla, provocando que el gobierno de Estados Unidos decretara la Ley del Embargo Económico, acción que le vino como anillo al dedo pues se inventó la excusa que necesitaba para desbordar la histeria de las masas y convertir a los cubanos en fieles repetidores y seguidores de sus disparates.
Yo digo que aquí comenzó el lavado de cerebro más grande y duradero que ha ocurrido en toda la historia de la humanidad.
Los soviéticos ni cortos ni perezosos le ofrecieron “ayuda preferencial”, si me pides el pesca’o te lo doy, otorgándole “beneficios” para desarrollar su guapería antinorteamericana que le sirvió además para ganar reconocimiento internacional por aquello de David contra Goliat y de paso poner al mundo al borde de un desastre nuclear.
En esos convulsos días nací yo. Me contaba mi madre que yo queriendo salir y ella pujando pero pa’ dentro porque así pensaba que me protegería mejor de la bomba atómica: “El hijo de puta de Fidel Castro con su histeria amenazadora y yo pariendo, ¿tú has visto qué locura más grande esa?”
Entonces ser “comunista” era la solución perfecta para los intereses de “gobernabilidad” perpetua de este pandillero universitario y bandolero de los potreros orientales. Los recursos económicos de los soviets y el apoyo político de una buena parte de la opinión pública internacional le dieron al nuevo dictador en jefe las razones perfectas para usurpar el poder en Cuba. Esta “transformación de intenciones” constituye, a mi juicio, el golpe de estado a la democracia más “fino” y efectivo que se ha visto porque, aun hoy y después de más de 50 años, todavía muchos mentecatos siguen apoyando a esos asesinos.
Así, entre una cosa y la otra, el castrismo se adueñó de Cuba. Mientras la “revolución” recibía el incuestionable, incontable y “amistoso” subsidio del campo socialista Fidel Castro ponía en práctica sus más disparatados e inefectivos “planes de desarrollo” y sus alocados proyectos de que una sola vaca nutriera con su leche a todo el pueblo y que los arboles, aparte de dar muchos frutos, también dieran chuletones de cerdo y bolsitas con mariquitas.
Yo siempre he dicho que a este sujeto debieron otorgarle el Nobel a la estupidez, la mediocridad, la chusmería y la bobería.
Aunque el pueblo cubano fue despertando poco a poco de tanta barbarie, disparates, absurdos, incoherencia e inmovilidad, ya esta banda de genízaros nos había calado hasta el alma y, lo peor, con nuestra complicidad.
Los organismos de repartir el terror en Cuba estaban sobre nosotros, el poder jurídico, la administración total del país, todo, absolutamente todo, respondía a los intereses del castrismo y entonces fue que nos dimos cuenta que teníamos sobre nosotros la dictadura más reaccionaria, déspota y maldita que ha tenido un país en toda la historia de la humanidad.
Ricardo Santiago.
Excelente,de verdad te felicito,en pocos párrafos,has descrito toda la debacle cubana y las estupideces del egolatra,saludos!!!