Quiero empezar este comentario aclarando que no me gusta juzgar lo que es moralmente correcto o incorrecto. No es mi función. No tengo el don o la “moral” para hacerlo. No creo poseer el “poder” para ejercer la censura y, definitivamente, fue esta una de las acciones por las que siempre detesté a los malditos comisarios del castrismo.
Considero firmemente que enjuiciar a una persona, o grupo de ellas, desde el punto de vista de su comportamiento moral, es una de las acciones más equivocadas, aberrantes e inhumanas que se puede cometer y que nos puede llevar a caer en el disparate, la falta de respeto y a hacer el ridículo.
Pa’ juzgar Dios, decía mi santa madre: “Lo que para Usted está bien o muy bien para otros puede que esté mal o muy mal…”.
Los castristas en Cuba inventaron su propio concepto de moral y se han pasado los últimos 60 años de nuestra revolucionaria existencia juzgando a los seres cubanos por lo que parecemos, por lo que pensamos y por lo que queremos.
Siempre he dicho que en nuestro país desgraciadamente es más importante aparentar que ser, de ahí la devastadora influencia que ha tenido en la sociedad cubana la doble moral, el disimulo y las gaticas de María Ramos.
El castro-comunismo se las agenció, a fuerza de coacción e intimidación, para hacernos creer que los “valores” que ellos defienden son los “políticamente” correctos y que los “otros”, los de los cientos de miles de personas que piensan diferente a ellos, son una traición para la creación de un revolucionario de “moral limpia”, de pensamiento superior, sacrificado, altruista y austero en su forma de vivir y de “tragar”.
La moral revolucionaria, según los “sesudos” del castrismo, es la moral de la obediencia política, de la sumisión incondicional al líder, de la defensa a ultranza de la dictadura, del partido comunista, de mantener la boquita cerrada ante los errores, las insuficiencias, los desatinos, la improductividad de la revolución del picadillo y, sobre todo, reafirmar en cada acto que “nuestro gran patriarca”, el de los potreros de Birán, era invencible y que no estaba loco, no, que no, que no…
Un castrista puede robar en su centro de trabajo, traicionar a su esposa, a sus amigos, maltratar a sus hijos, hacer indecencias en la vía pública, rascarse los huevos frente a todos y aun así seguir siendo política y moralmente correcto para la revolución, para el socialismo y “para nuestro glorioso partido”.
Puede hacer todo eso, lo perdonan, le pasan el brazo por los hombros y hasta lo promueven a “viceministro”…, pero lo que nunca puede un castrista decir es que: Este “gobierno” lleva demasiado tiempo en el poder y es inoperante, las políticas económicas del socialismo son un fracaso, la represión policial a la disidencia es una violación a los derechos humanos, no tenemos democracia o, simplemente, raúl castro es un tirano, un incompetente y un dictador…
“No, no y no, te quemaste cara’eculo…”, y ahí mismo acusan de inmoral, de agente de la CIA, de homosexual, de mercenario y de vendepatria al mismo sujeto que, el día anterior, era vanguardia, el más vanguardia entre todos los vanguardias.
La experiencia endurece la razón y el dolor ajeno muchas veces nos sirve como escarmiento. Es por eso que los cubanos “hablamos bajito” cuando hacemos una crítica a esta perra vida que tenemos o cuando nos referimos al “gobierno”, a su partido o al montón de descara’os que viven del socialismo sin trabajar.
Desgraciadamente es así, vivimos aterrorizados de que oigan nuestras quejas y nos quiten, bueno, nos quiten yo no sé qué…
Los castristas son los campeones del triple discurso: el que dicen, el que piensan y el que en realidad practican. Sus líderes son los mejores exponentes a nivel mundial del “haz lo que yo digo y no lo que yo hago” y los promotores fundamentales de la envidia social e individual, de la hipocresía en las relaciones humanas, de la chivatería traicionera como medio de subsistencia y del oportunismo para sobresalir en una sociedad donde: tírame dos patria o muerte que se oigan bien alto y te pongo de secretaria del partido en Regla.
Muchos cubanos, más de la cuenta, actuamos con doble moral, pero esos sinvergüenzas de la dictadura lo hacen con triple y hasta cuatro o cinco.
La “moral” del castrismo es falsa, artificial, oportunista, una falacia, una mala palabra mal sonante que hiede en cada rincón de este planeta por donde pasó tu comandante en jefe….
Ricardo Santiago.