Una preguntica: ¿Somos los cubanos un pueblo mentiroso?
Porque una cosa es decir mentiras para salvarnos, lo cual no es éticamente correcto, aunque muchas veces necesario, y otra es embaucar a los demás con falsedades para inventarnos una historia, para tapar nuestra cobardía o para armarnos un expediente de libertadores, tal como lo hizo el cambolo de Santa Ifigenia, y que hoy vemos repetido en las calles de Miami.
La dignidad de un ser humano o cubano, pienso yo, radica en la verdad, en su verdad, nadie escapa a su pasado intentando engancharle lentejuelas, brillitos sin luces o epopeyas de héroes y mártires de la “Patria” porque, al final, las mentiras siempre se descubren y cuando esto sucede salpican tanto al mentiroso, como al cobarde y como a quien quiso creerlas por estúpido, por entretenido o por oportunista.
Yo he dicho mentiras, muchas, por eso hoy trato de no decirlas y mucho menos, pero muchísimo menos, de creerlas…