O cambiamos la mentalidad o nos tiranizan para toda la vida.

La vida del cubano es bien triste y cada quien tiene una importante cuota de responsabilidad en nuestro sufrimiento colectivo. Nunca podremos enmascarar la culpa emocional y física de la responsabilidad que muchos tenemos en la destrucción de la Patria cubana, en el deterioro de nuestra esencia, de nuestra cultura de todos los tiempos y de nuestros valores como pueblo. Fuimos muy ignorantes primero y muy cobardes después para defendernos y para no aceptar que los huesos no se comen, que la libertad no se vende por libreta de racionamiento y que esa revolución, esa maldita revolución de los apagones más largos del mundo, nos arruinó el país, nos obligó a pollo por pescado y nos destrozó nuestra “mentalidad” nacional hasta dejarnos sin ideas propias.

Les entregamos Cuba y nos robaron hasta el alma.

Pero, atención, no asumamos con descaro el papel de víctimas por tener hoy una Patria fermentada, de alguna manera todos somos responsables de tan oprobiosa destrucción nacional, cada uno de nosotros, estemos donde estemos, tenemos una cuota de responsabilidad en los cientos de miles de basureros en las esquinas de mi barrio, en cada fila hecha para comprar algo de supervivencia, en cada enfermo que muere por falta de una simple aspirina, en cada ser cubano que se larga de aquel maldito infierno, en la locura dueña de la cordura, en matarnos entre nosotros como esparcimiento carnavalero o por cada castro-comunista que se hace inmensamente rico frente a nuestros propios ojos.

Para ser libres primero tenemos que educarnos, instruirnos y desparasitarnos.

Y ese es también el resultado del brutal adoctrinamiento al que hemos sido expuestos, como nación, nosotros los seres cubanos. Una enfermedad y una catástrofe antropológica que nos será muy difícil sanar en años y años porque, y este es un pensamiento personal, los cubanos persistimos en preservar, en nuestras cabecitas de ex-pioneros y ex-militantes socialistas, lo más perverso de la revolución de los apagones más largos del mundo, las terribles imposiciones de un fidel que vibra en la montaña y lo más perjudicial de más de seis décadas marchando, comiendo mierda y rompiendo zapatos…

¿No aceptar a ciertos “líderes” de la “oposición” beneficia al régimen?

Y tercero, para no ser muy extenso, nosotros los seres cubanos hemos creado, quiero pensar que por ingenuidad, un “star system” de opositores, de activistas y de oportunistas, a los que les aplaudimos méritos que muchas veces son fabricados, a los que encumbramos por el solo hecho de tener una vida “pública” bastante publicitada o porque siempre hemos sido muy propensos a irnos detrás de la gritería y olvidar al muerto, recordemos lo que hicimos el 1 de Enero de 1959 cuando le abrimos los brazos y las piernas a la peor tragedia que estremeció a Cuba en toda su historia nacional.

Si no apoyas a Ferrer a Otaola o a la Payá, entonces eres comunista.

Desgraciadamente tamaña imbecilidad cubana, la de por seguir tus huellas me cagué los pies, ha hecho metástasis en nuestros corazones de exiliados desesperados. Estamos tan, pero tan necesitados de liderazgo y de oír el látigo del mayoral, ese que dejamos atrás en Cuba, que no somos capaces de ver más allá de la verdad que está delante de nuestros ojos, no queremos entender que quienes son más mediáticos hoy responden a una agenda específica, a intenciones determinadas o a intereses muy bien diferenciados, pues mientras opositores reales se pudren en las mazmorras del castrismo, son condenados al ostracismo o a el olvido y sus familiares sufren por extensión el ensañamiento del odio dictatorial, tales personajes de las redes sociales alimentan sus egos, sus barrigas y sus bolsillos, con nuestra flojera mental y con nuestra incapacidad para generar un sentimiento propio.

La «libertad» de Cuba engañando, mendigando o adoctrinando, otra revolución castrista.

Así van las cosas, vivimos momentos convulsos y de franca disputa por los papeles protagónicos de una “lucha” que parece no tener fin y resultados. Estamos en un momento donde la publicidad, la propaganda y la exaltación exagerada de lo que hacemos, de lo que decimos o de lo que “pensamos”, se han convertido en un medio de vida para vivir, valga la redundancia, sin tener que trabajar, para que otros, los más crédulos e inocentes amiguitos míos, por supuesto, se apiaden de nosotros y abran los grifos del verde que te quiero verde sin detenerse a pensar, ni un segundo, que lo que se hace de verdad con el corazón, no se anuncia tanto ni con las manos ni con las “patas”.

El verdadero origen, desarrollo y multiplicación, de la vulgaridad cubana.

La revolución castro-comunista transformó nuestra cubanía para mal y a nosotros los cubanos nos adoctrinó hasta la médula con los patria o muerte, nos largó como el hombre nuevo nuevecito que hoy deambula como alma en pena por los barrios de Cuba y quienes logran escapar de ese maldito infierno, en una inmensa mayoría, infectan, contaminan y pudren las calles de Miami con violencia, con tiros y puñaladas, con vulgaridad, con odio, con envidia y con cubaneo, mucho cubaneo.

Yo creo que, tal como vamos, los cubanos tendremos dictadura pa’ rato.

Y esa es, precisamente, nuestra gran tragedia nacional. Somos una nación esclava por autodeterminación y por votación unánime. Somos un pueblo subyugado hasta los huevos porque no queremos ser libres, porque preferimos el cepo y la tortura a vivir como Dios manda y no queremos independizarnos de nosotros mismos, y de las miles de cadenas dictatoriales que nos hemos enredado alrededor del cuerpo y del alma, porque tenemos miedo, porque tememos andar por la vida solitos, sin la guía de papá estado o del «líder» de turno que, según nos inculcaron desde que éramos chiquiticos y de mamey, son los “únicos” que saben qué hay que hacer y por dónde tenemos que marchar hacia un ideal.

Evita esa ideología peligrosa o morirás entre terribles sufrimientos.

No, amigos míos, la realidad cubana escapa a cualquier imaginación decente, los cubanos estamos en el epicentro de un huracán ideológico muy destructivo que arrasa hasta con las mejores intenciones, que destruye todo a su paso y que nos tiene a todos, a todos, todos, todos, pidiendo el agua por señas, viviendo en la más absurda oscuridad en pleno Siglo XXI, comunicándonos entre nosotros con una lata y un palo y maldiciendo la hora en que decidimos ser revolucionarios, fidelistas y tan comemierdas.

Otra “revolución”, un nuevo castrismo y un cubano cada vez más tonto.

En el exilio, en la expatriación, en el desarraigo, en la emigración cubana, en el destierro y en la excomunión, la misma “cosa” se complica aun más. Tal parece que nosotros los seres cubanos perdemos la memoria con el olor del jamón y el queso y repetimos los mismos errores, absolutamente las mismas equivocaciones, por las que un día tuvimos que largarnos de nuestra maldita Patria anegada en basureros, en sangre, en presos políticos y de conciencia, en odio entre hermanos, en oportunistas y vividores, en delincuentes y en muerte.

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