Otaola no es “malo”, los malos son los que le celebran su maldad.

Yo digo que este tipo de personaje representa, para nuestra comunidad, una involución y un desastre tan apocalíptico como el que nos ha causado el castro-comunismo. Por una parte demuestra que seguimos arrastrándonos tras falsos líderes de ocasión y por la otra puntualiza que nos hicieron, nos adoctrinaron y nos cagaron, como un pueblo que venera la maldad, que celebra la vulgaridad y que apoya la inmoralidad por encima de la inteligencia, de la vergüenza, del sentido común y de la verdadera cubanía.

Creo que nosotros los cubanos hemos “contaminado” a los Estados Unidos.

Hay actitudes en la vida, posiciones que uno asume, que definen en realidad lo que somos, en qué nos convertimos, hacia dónde vamos y cuáles son nuestras verdaderas aspiraciones. Eso es lo que les pasa a los cubanos que solo aprendieron y aprehendieron lo peor del adoctrinamiento comunista, los que nunca comprendieron que en Cuba socialista tierra de fidel nada es gratis, ni siquiera el criminal seremos como el che y que todo, absolutamente todo bajo ese régimen de porquería, está direccionado para transformarnos en energúmenos, en parásitos, en delincuentes o en tontos útiles.

¿Dónde fue a parar el dinero del contribuyente norteamericano?

Nosotros los cubanos, como siempre pasa, también estamos en el epicentro de esa burda traición a la confianza de nuestros principales protectores. Nos aprovechamos de las bondades de una democracia que confió en nosotros y nos hizo beneficiarios de financiamientos importantes con el compromiso de que íbamos a devolverle a Cuba la libertad, la democracia y los derechos humanos, todos pisoteados, mancillados y cancelados, por la peor tiranía que se ha apoderado de un país en toda la historia de la humanidad.

Cuba, un país en la miseria, una dictadura asesina y un pueblo “fantasma”.

La miseria nos devora desde los patria o muerte, la dictadura es dueña hasta de nuestras almas, el socialismo es el mayor monumento erigido por nosotros al apocalipsis, la educación más elemental se enterró seis metros bajo tierra para que no la matara las malas palabras, el cubano descalzo deambula como alma en pena, como un fantasma desnudo por las calles de mi barrio y la estupidez se convirtió en el mayor producto exportable de esa nación en ruinas, triste pero cierto…

No estar de acuerdo en “algo” no nos convierte en enemigos, digo yo…

Yo digo que por eso estamos como estamos. A veces pienso que el cubano aunque emigre, aunque logre escapar de aquel maldito infierno de mala educación, de miserias físicas y espirituales y de muertes al doblar de cualquier esquina, nunca va a sacarse de adentro el castrista con el que nació, nunca va a ser verdaderamente libre de polvo y paja y nunca, pero nunca, va a entender que la vida, la vida de vivir, la única vida que Dios nos dio, tiene tantos matices, tantas acepciones, tantos colores y tantas variantes, como seres humanos o cubanos habiten en ella, así de simple…

Nunca voy a dejar de atacar a esa criminal dictadura castro-comunista.

La tiranía castrista, ese mal empotrado no solo en nuestros cuerpos cubanos, también enclaustrado en nuestras almas cubanas, debe su existencia, y esto lo reconozco con personal responsabilidad, a nuestra inmensa cobardía, a nuestra falta de compromiso para con Cuba y a nuestra primitiva mediocridad y superficialidad como “raza” que prefiere seguir tras las huellas de un “cabroncito de la cultura” antes que generar su propio sentido común, su verdad sobre el mundo en que vivimos o sus criterios personales para no tener que, por obligación, por embullo o por imposición, doblegarse ante la maldad de otros.

Usted no claudique, defienda su verdad a pesar de la opinión de los imbéciles.

Por eso aquí en el exilio encontré la manera de expresarme sin miedos. Abrí los ojos y entendí, al doscientos por ciento, la mentira en la que había vivido, la gran estafa que significa el socialismo y me prometí, me juré por los restos de mis padres, no hacer silencio ante lo que me parezca incorrecto, no callar para no herir «susceptibilidades» y, lo más importante, sacar para siempre de mis entrañas el castrista que traje conmigo…

No viajes a Cuba, habla de “política”, agrede a quien piense diferente: ¿Por qué?

Me gustaría insistir en que nosotros los cubanos somos el único pueblo que, queriendo lo mismo, queriendo destruir las penas que nos consumen a todos por igual, mejor dicho, a unos más que a otros, nos enfrentamos a muerte entre nosotros y nos arrancamos hasta la conciencia los unos a los otros, dando oportunidad para que nuestro enemigo se nos cuele hasta el tuétano y, una vez más, nos ponga la soga al cuello, nos meta en el cepo y la tortura, nos ponga el grillete de con la revolución todo, contra la “revolución” nada y nos meta otra banderita del 26 de Julio por el culo.

Silvio Rodríguez, la Cintumbare y el “rabo de nube” que no llega…

Yo digo que la cobardía y la vulgaridad, entre otras muchas desvergüenzas humanas y cubanas, generan amores “revolucionarios”, es decir, que el socialismo, las ideas de izquierda en general y las revoluciones “sociales” los paren, los crían, los reproducen y luego hasta los matan, por el simple hecho de que bajo ese régimen todo, absolutamente todo, es explotado mientras convenga para luego, una vez exprimido y seco, ser rechazados como si fuera agua que mueve molinos y que va a parar al «bebedero» del diablo.

Los cubanos, lo que somos los seres cubanos, ya tocamos fondo…

Yo estoy por creer que lo nuestro, nuestro premio lo nuestro a la mayor imbecilidad sostenida y generalizada por más de sesenta y seis larguísimos años, no tiene remedio, no tiene solución y que tanta inmundicia acumulada en nuestras calles y en nuestra conciencia ciudadana, va a terminar por hundirnos en el mar sin conquistar ni un ápice de gloria, sin que las nuevas generaciones toquen el cielo con las manos y sin que nuestros abuelos, es decir, las generaciones que se sacrificaron equivocadamente para construir el socialismo en Cuba o sostener a esa asquerosidad de régimen que dicen nos mandaría la leche condensada por tuberías hasta nuestra casa, puedan tomarse un vaso de leche calientica antes de irse a morir, puedan descansar en paz como Dios manda o puedan tener una muerte digna como se supone sea un derecho de quienes lo dieron todo por esa maldita revolución de los apagones más largos de la historia.

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