Cuba: Un país donde hasta el guarapo viene sin azúcar…

Yo digo que para nosotros los cubanos la suerte está echada. Lo que hoy nos pasa como nación y como pueblo, es la consecuencia de más de sesenta y cinco larguísimos años de odiarnos a nosotros mismos, de destruirnos a nosotros mismos y de matarnos entre nosotros mismos por arrancarle a la vida, a la única vida de vivir que tenemos, un puñadito de azúcar para endulzar nuestro amargo guarapo, terrible pero cierto.

La paranoia mental cubana, el daño que provoca la “vigilancia” revolucionaria.

El cubano, digo yo, porque lo vivo en carne propia, sufre de mucho estrés traumático y postraumático, nunca va a estar vivo, realmente vivo, “por mucho viento que respire”, si antes no logra arrancarse del cuerpo y del alma las cadenas del castro-comunismo.

Cuba un país sin rumbo fijo con un pueblo muy desorientado.

El pueblo cubano permanecerá en el oscurantismo socialista mientras no quiera abrir los ojos y entender que esa revolución no es vida y que la brújula, la agujita de cualquier brújula, hasta las que venden en los chinos, siempre nos indica el “Norte” magnético.

¿Y ahora, de qué vamos a vivir los cubanos?

Yo digo que la solución a “las penas que a mi me matan” está, por suerte, en cada uno de nosotros. Cada ser cubano, en este tiempo en que ni la vida existe en Cuba, tiene que dejar esa inercia “revolucionaria” con la que hemos vivido por tanto tiempo y, desde nuestra individualidad creadora, buscar nuestra salvación o, como camarón que se duerme, encontrar la muerte.

¡Se acabó el “racionamiento” en Cuba, bendita la libreta de racionamiento!

Mi preocupación real, ante esta muerte anunciada miles de veces, es ese otro cubano, ese que tiene que ir a pie a todas partes y no tiene la más mínima esperanza de cinco huevos una vez al mes, que no tiene quien le tienda una mano al pasar y que caerá, redondito en medio de la calle, por tanta inanición, tanto sufrimiento y tanta hambre.

La dictadura castro-comunista se cae, sí, pero “pa’rriba”…

Yo soy del criterio que esa maldita revolución socialista, o como la quieran llamar, menos cubana, por favor, ha actuado siempre en correspondencia con los cambios socio-políticos, con las crisis de todo tipo y hasta con las conveniencias partidistas que suceden en el mundo y que de alguna manera se reflejan en Cuba, de ahí que nos aprieten siempre el “cinturón” a los cubanos, cada vez más apretujado, si sube el precio del petróleo en la conchinchina, si los esquimales se comen todo el arroz mundial, si el socialismo de otras tierras se tambalea o si los cubanos se escapan, emigran, huyen de esa mierda de dictadura “proletaria”, hasta por el mismísimo hueco de la capa de ozono.

La educación olvidada, el calcañar de indígena de nosotros los cubanos.

De la instrucción ni hablar. El pueblo cubano, tras más de seis décadas de recibir un profundo, repulsivo y sostenido adoctrinamiento, ha devenido en una especie de pueblo trabalenguas donde los estragos de una ideología, como es ese socialismo de alcantarillas, se hacen notar en nuestro falso discurso triunfalista, en la defensa a ultranza del disparate de la dictadura del proletariado, en la exaltación sin razones a un régimen que solo produce miseria, hambre y desesperación, en la “santificación” de caudillos asesinos, criminales, corruptos y ladrones y en perpetuar, a toda costa, mediante discursos babosos y retóricos, sin temor a hacer el ridículo, la peor mentira de toda la historia de la humanidad, es decir, que el socialismo es lo mejor y el capitalismo es lo peor.

El bloqueo mental, el peor bloqueo que nos afecta a los cubanos.

El peor bloqueo que sufrimos los cubanos es mental. Hemos asumido como una verdad la gran mentira del castrismo cuando nos dice que el imperialismo norteamericano es el causante de los males de Cuba. Hemos nublado nuestro poder de análisis con el facilismo de culpar a terceros por todo lo que nos pasa y nos hemos convertido, sin querer queriendo, en un una “raza” de hombres y mujeres manipulables, por cualquiera que se lo proponga, hasta la quinta emoción, digo, hasta el sexto sentido.

La revolución de los apagones, el socialismo de alcantarillas y un nieto cabrón.

Dice mi amiga la cínica que más de seis décadas con el mismo cuento, la misma pituita y el mismo llantén de que el imperialismo me quiere gobernar y yo lo sigo y lo sigo culpando, demuestra la incompetencia de un régimen, devenido en tiranía del cuerpo y del alma, para salvar a un pueblo de la indigencia, de la oscuridad y del hambre.

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