¿Y para nosotros los cubanos habrá luz al final del túnel?
Lo más terrible de esa maldita mutilación de los sentidos, a la que somos sometidos en Cuba, es que a muchos nunca más les “crece” el cerebro, se quedan corticos de raciocinio, de neuronas de pensar y, aun cuando logran escapar de aquel maldito infierno, jamás recuperan el buen juicio y mantienen, en cualquier rincón del mundo donde logren llegar, la dependencia a otra o la misma “casa matriz”, la sumisión a otro falso mesías, la guataconería sin límites a cualquiera que les diga que va a pensar por ellos y caminar, andar por “tierras de libertad”, oliéndole el culo a otro pastor de viejas y gastadas promesas.