Lo siento mucho pero Alexander Otaola, también, es el hombre nuevo.
Dice mi amiga la cínica que nosotros los cubanos a obedientes no hay quien nos gane, que pecamos por exceso en eso de regalarles a otros nuestro carácter, nuestra sapiencia, nuestra voluntad y que preferimos levantar la mano por unanimidad antes que nos pongan arrodillados, en cualquier rinconcito de la vida, con sendos chicharitos bajo las rodillas.