Cuba, también, es una isla indecente, un país muy indecente.
Ningún país avanza con semejante nivel de indecencia en su “corazón”. La indecencia de nosotros los cubanos está, estrechamente ligada, muy ligada, a la disparatada decisión que un día tomamos al aceptar, para nuestra Patria, el sistema socialista como modelo económico y convertirnos, por falta de patriotismo, por falta de civismo, de honor y de hombría, en los máximos responsables de la destrucción de una Cuba que, al decir muchos en este mundo, era una tacita de oro, fue un paraíso en medio del mar Caribe y fue un orgullo para quienes ofrendaron hasta sus vida para que esto fuera posible.