De hombre nuevo “perfecto” a ser cubano vulgar, indecente y chusma…

Es muy triste, muy lamentable y muy estremecedor, ver en lo que nos hemos convertido los cubanos a todos los niveles. Resulta increíble que tras más de sesenta y seis larguísimos años de revolución sin sentido, de socialismo con maldad y de comunismo se nos fue el tren, hoy hemos involucionado tanto, pero tanto, nos hemos atrasado tanto, pero tanto, que la vulgaridad nos precede, que la violencia física y verbal nos domina, que el odio y la envidia son nuestros más grandes placeres, que la chivatería nuestra es el don del magisterio y que la indigencia espiritual, tengamos mucho o tengamos poco, son las banderas que enarbolamos en nombre de una isla que fue de las más decentes del mundo.

No existe la libertad con malas palabras, no puede haber independencia con indecencia y no ocurre la emancipación de cualquier tiranía sin inteligencia, sin conocimiento, sin sinceridad, sin defensa de los derechos individuales y sin el rescate de nuestros verdaderos valores ancestrales. El cubano, el ser cubano, para salvarnos del comunismo, si es que de verdad queremos, debemos reencarnar en el hombre “viejo” que una vez fuimos, increíble pero cierto…

La revolución castrista está estructurada como un Estado de terror.

Porque al cubano dentro de la isla, a los que nacimos y crecimos en ese pedazo de tierra anegado en racionamientos, en escasez, en crisis de todo tipo, en enfermedades, en miseria física y espiritual, en indigencia del alma, en corrupción, en represión y en espanto, nos indujeron desde chiquitos, desde que éramos chiquiticos y de mamey, que nosotros somos culpables de lo que nos pasa por no apoyar a esa maldita revolución, que somos responsables de la infección en que vivimos porque somos unos puercos y unos asquerosos, que somos merecedores del hambre que pasamos porque no nos gusta trabajar y que no tenemos luz, es decir, ni luz eléctrica ni luz divina, porque al primer chance que nos dan salimos corriendo pa’l Norte a morir como traidores en aire acondicionado.

De pañoletas, de discutir multas y de pajas mentales en Cuba, así va la libertad…

El caso es que yo, en Cuba, hice mi primaria entre los años 1968 y 1973, de hecho estuve en tres diferentes escuelas y nunca, nunca, nunca, vi a ningún niño sin su pañoleta saludando a la roja, azul y blanca con la inocencia y el candor de esas edades. Dice mi amiga la cínica que no le haga caso a esos libertadores de la leche condensada pues ahora, desde la distancia y el tiempo, todo el mundo allá fue “bueno”, protestó o se fajó a las escupidas con la policía de Batista, perdón, de fidel castro.

Lo de discutir multas y compararlo con las acciones de verdaderos opositores no tiene nombre, no tiene ni que ser comentado porque algo así es demasiado fuerte, demasiado forzado y demasiado evidente que es para levantarle el perfil a individuos que en Cuba, dentro de Cubita la reprimida, eran más pajoneros que patriotas, otro ejemplo de nuestra debilidad como seres humanos que es la que ha permitido, durante estos más de sesenta y seis larguísimos años, que ese maldito castro-comunismo nos robe a los cubanos desde la vida hasta la muerte.

La destrucción física de Cuba comenzó con el deterioro moral de los cubanos.

Y una cosa dio paso a la otra, la inmoralidad se impuso, a modo general, en una sociedad que prefirió ser comunista por encima de ser auténtica, que aceptó lo políticamente correcto más allá de la capacidad creadora y que antepuso una falsa revolución colectivista al desarrollo individual de los seres humanos y cubanos.

Por supuesto, con tantos malos ingredientes ningún país avanza, se desarrolla y el final, el triste final de Cuba, es el que hoy tenemos, un fantasma que recorre el mundo donde al caminar por sus calles hay que abrir muy bien los ojos para no morir sepultados por un derrumbe o, en el mejor de los casos, para no pisar mierda…

Ser castrista o no ser, ser comunista o no ser, ser opositor o no ser…

Después de eso toda esperanza de libertad quedó sepultada, se hundió a miles de kilómetros bajo tierra porque nunca quisimos comprender, ni aceptar, cuán fáciles somos de adoctrinar, de manipular, de convencer con peroratas encendidas para que otros logren sus propósitos pues, a decir verdad, somos un pueblo, una masa de campesinos, de obreros, de estudiantes y de medio intelectuales, que necesitamos, para existir, que alguien nos arengue, nos convide y nos sermonee, para que nos tiremos pa’ la calle, a sabe Dios qué, sin apoyo, sin defensas y sin condones.

La historia lo ha demostrado, nosotros los cubanos somos víctimas de nuestra propia insuficiencia mental y cardiaca, somos, como dije, el resultado de un morboso experimento de extirpación de la voluntad individual y somos, y esto es lo peor, un pueblo, una comunidad, que no sabe, que no está ni estará convencido nunca, qué es lo que mejor nos conviene pues lo mismo un día somos devotos del comunismo y otro, muy pegadito, somos entusiastas de la “oposición”.

A mi el único “beneficio” que me dio la revolución castrista fue…

Por eso digo, con total responsabilidad, que a mi el socialismo, esa maldita revolución de los apagones más largos del mundo, y soy honesto a tenor de mis detractores, no me dio nada, no me benefició en nada y, en la vida de vivir, en la concreta del “pan con bistec” cotidiano, como el hijo de padres proletarios uníos, solo me acercó al hambre en los planes “educativos” de la revolución, me indujo a la violencia física y verbal como formación del hombre nuevo, me sometió a la más burda escasez y al más estricto racionamiento físico y espiritual, me adoctrinó hasta el tuétano y me soltó, aun en la Universidad solo para los revolucionarios, como un adefesio de patriota y como un vulgar joven medianamente instruido.

Estoy seguro, casi convencido que, si somos honestos, tenemos que reconocer que la revolución castrista, que esa mierda de socialismo, más que darnos nos lo quitó todo, nos despojó de nuestra humanidad y nos trasquiló hasta el alma trémula y sola de la cubanía, triste pero cierto…

¿Podemos los cubanos, sin datos móviles, “tumbar” esa maldita dictadura?

Si los seres cubanos queremos ser libres tenemos, tanto los de “adentro” como los de “afuera”, que hacer reventar la “olla” como un siquitraque, darle candela al jarro hasta que largue el fondo, provocar una explosión gigante que llegue al infinito y más allá para que el mundo entero entienda que estamos dispuestos pero que necesitamos ayuda porque solos no podemos, porque esos criminales son los únicos dueños de las armas y sin la ayuda de ustedes nos es imposible lograrlo.

Lo otro es más de lo mismo. Los criminales castristas le darán, una vez más, vuelta a la rosca “izquierda” y donde se dijo ocho ahora dirán ochenta y ocho provocando, en el mejor de los casos, un cambio fraude con el que harán legítima su subsistencia, con el que legalizarán su eternidad y con el que apuntalarán la gran cogioca nacional que viene sucediendo desde el mismísimo 1 de Enero de 1959.

No quiero que una vez más pequemos de ingenuos, que otra vez nos dejemos engañar con la falsa idea de que nos bajaron un pedacito el costo de la vida y que de ahora en adelante, esos malditos, se peinarán con una rayita al lado para parecer hijos de puta buenos.

Con el perdón de los cubanos “tristes”, pero esta es mi opinión…

Tengo la fuerte percepción que una sociedad o una nación, no pueden avanzar, hacia ninguna parte y hacia todas partes voy, cuando sus actores fundamentales, cuando la materia prima con la que debe ser constituida, está en tal mal estado, es pura carroña existencial y se debate, como el objetivo fundamental a alcanzar, entre apoyar a un régimen asesino y criminal por miedo o por oportunismo, entre dejar las tiras del pellejo detrás de una migaja de pan o un huesito de pollo, entre tapar los huecos de su casa para que no entre un vendaval y arrase con las cinco o seis generaciones que viven dentro de ella, entre largarse para siempre de aquel maldito infierno y en inventarse un nuevo líder, al estilo castrista, para tener otra guía, otro “faro”, que los conduzca a otro precipicio.

El ser cubano tiene que ser consciente y hacerse responsable de su propio desastre, asumir las consecuencias de lo que entre todos hemos creado y entender, de una buena vez y por todas, que con socialismo no hay paraíso, que con castro-comunismo no se toca el cielo con las manos y que con oportunismo, con ese que algunos aprovechan para enriquecerse con descaro y alevosía, viva otra revolución de los humildes, compañeros…

Es cierto, el castro-comunismo también engendró a la “mujer” nueva de su revolución.

Pero nada de eso fue cierto, todo lo contrario, el futuro se hizo infinitamente lejano en el tiempo y en el espacio y la mujer cubana, en sentido general, se fue diluyendo entre zafras improductivas, construcciones inacabadas y la concreción de una tiranía totalitaria, a modo de futuro prometido, que le arrebató, para siempre, su cubanía, su candor, su elegancia, su educación formal, su “perfume de mujer”, su inteligencia y su clase. Por eso vemos hoy a una mujer cubana que “irradia” vulgaridad, que desparrama mediocridad por donde quiera que pasa y que ella misma se vende como objeto para satisfacer las más bajas pasiones, triste pero cierto.

Por suerte no es una generalidad aunque sí una mayoría. Existen muchas mujeres cubanas que, desde actitudes indomables que las llevaron a presidio político, desde posiciones de no claudicación con el régimen y desde la preservación de los valores más auténticos de nuestra nacionalidad y de nuestra belleza nacional, supieron mantener y salvar la femineidad, el valor y la inteligencia que, siempre fueron, la única materia prima con la que verdaderamente se fundó la nación cubana, así de simple…

La involución de la “especie” cubana o el origen de otro hombre “nuevo”.

Porque existe una realidad tangible en todo esto, somos una sociedad que siempre se queda a medias, que no llega ni a fin de mes porque la vida no nos alcanza para ver que la solución a todas nuestras desgracias está en un cambio radical, en asumir de una buena vez que somos un pueblo manipulado tanto por los malos como por quienes quieren vendernos las “buenas” intenciones de una futura Cuba asentada sobre el diálogo con nuestros captores, sustentada en borrones y cuentas nuevas que solo facilitarían que esos individuos lleguen al poder y extiendan así, por los siglos de los siglos, el cepo y la tortura que hoy nos tiene de rodillas, la muerte eterna en bicicleta y la cogioca universal en una isla sin cerebro, sin virtudes y sin decencia.

Muy jodidos estamos los cubanos con “eso” en lo que nos hemos convertido. A veces me convenzo que somos víctimas de una maldición, de un conjuro tormentoso que nos ha condenado para siempre y que nos hace “saltar” para ser o no ser yanquis, depende pa’ donde sople la ventisca, y que nos tiene preparados para andar por la vida, moviendo la cinturita, con una banderita de colores, muy diferentes, al azul-blanco-rojo traducidos en franjas, en un triángulo y en una estrella solitaria.

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