¿Estalló en Cuba la “contrarrevolución” de los datos móviles?

Por eso digo que esto de ahora, es decir, las manifestaciones públicas que iniciaron los estudiantes universitarios, y que deben extenderse a todos los sectores afectados de la sociedad cubana, es la tapa al pomo, es una mechita cortica que puede detonar el gran barril de pólvora que es esa isla y que, sin lugar a dudas, cuando el pueblo lo entienda totalmente, no son datos móviles lo que necesitan, no es Etecsa a quien necesitan y no es esa dictadura con falsos aires de revolución lo que precisan, no, lo que les urge es un cambio total, es una transformación radical de todas las estructuras del país y es aire, mucho aire, un viento enorme y contrarrevolucionario, que arrase con toda la desgracia que llevamos viviendo por más de sesenta y seis larguísimos años.

Aun así yo creo que ser contrarrevolucionario se está poniendo de moda en Cuba, un sentimiento que hace unos años no se veía tan masivo, tan popular y tan arraigado. La juventud cubana tiene la oportunidad, por derecho y porque les toca, de cambiar para siempre la historia nuestra y salvar lo que queda del alma “trémula y sola” de una nación moribunda.

Papá: ¿Dónde vamos cuando morimos? A Cuba hijo, a Cuba…

Yo, a veces, pienso que estoy viviendo en una dimensión paralela a la del resto de los seres humanos de este planeta, me detengo a observar el país donde nací y confieso que me parte el alma, que me destroza ver la isla que hemos destruido, me deprime ver cómo vivimos en esas calles y en esas casas destartaladas, cómo somos después de tantos años de anunciarnos, de vendernos al mundo, como el escalón más alto de la especie humana y cómo hablamos, cómo nos expresamos, cómo pensamos y cómo vemos la vida, tan limitada, a unos pocos granitos de arroz, a un sorbito de agua de Milordo o a unos cuantos datos móviles para vigilar la jevita que me gusta.

Algo mal hicimos los cubanos, algo muy mal tuvimos que hacer, para que hoy Cuba sea el destino preferido de la muerte, para que hoy Cuba no sea Patria amada y para que hoy Cuba sea vergüenza, sea indignidad, sea odio, sea canibalismo mental y sea oprobio, una dolorosa realidad…

La angustia, la desolación, la tragedia y la vergüenza de ser cubano.

No voy a entrar en detalles para justificar mi sentencia sobre nuestra realidad, no voy a justificar mis argumentos porque, sencillamente, la verdad cubana, la triste y vergonzosa condición nacional de todos nosotros, está ahí, expuesta a todo grito, a todo desgarro y a todo dolor, en las redes sociales, en Internet, en todos los espacios de denuncias donde llega un ser cubano decente, en cada lugar donde se tenga empatía con la tragedia de un pueblo martirizado, reprimido y abusado, por una tiranía criminal, asesina y retrógrada, que se ha encargado de convertir a Cuba, y a los seres cubanos, en ciudadanos desechables, en habitantes miserables y en individuos que, desde que nacen, están marcados para tener una vida trágica, agónica, sufrida y vergonzosa.

Una preguntica: ¿ Y quién se «beneficia» con el hambre que pasamos los cubanos?

De ahí que tanta miseria cubana, tanta indigencia nacional y criolla que exhibimos a todos los niveles, es decir, tanta pobreza física y mental que hoy tenemos los seres cubanos, crezcan, cada vez más, en el tiempo y en el espacio que nos toca vivir como nacidos en esa isla maldita. No creo, estoy seguro, que por el camino que vamos nunca nos libraremos del tan terrible tormento que nos condenó en Enero de 1959 pues existen demasiados intereses, de muchos oportunistas, alrededor del hambre genérica, funcional y condenatoria, de nosotros como pueblo.

Son muchos los parásitos, las sanguijuelas, que viven arrancándonos la poca vida que nos queda, que se enriquecen vilmente con el dolor, el sufrimiento, el llanto y las locuras, de una nación que se deshace, que se pierde cada día en su mala vida, que suplica entre encontrar un plato de comida para alimentar a sus hijos, intentar escapar de aquel maldito infierno o de respirar algo de luz sin que nos piquen los mosquitos o nos asfixie el hedor de los basureros en cada esquina de mi barrio. Dios nos salve a los cubanos porque entre esbirros dictatoriales y chupópteros independentistas, hambre por los siglos de los siglos…

La “nueva” incomunicación de los cubanos o el regreso a las señales de humo.

Porque es a eso justamente a lo que más le teme la dictadura castro-comunista, ese es el verdadero pánico que sienten y por el que imponen a la fuerza, una vez más, tantas restricciones para que los cubanos podamos comunicarnos entre nosotros y no apreciemos, en toda su dimensión, la belleza de un azul cielito lindo, los excelsos olores de un bistec con cebollitas o la cobardía de un tipejo como el che guevara suplicando que no lo mataran porque valía, según él, más vivo que muerto.

Por eso esto de ETECSA, es decir, la subida absurda, anti-popular, idiota, fascista y anti-cubana, del precio de todos sus servicios, sabiendo que la mayoría del pueblo cubano no los puede pagar, no es nada nuevo, es una regresión al principio de los «tiempos» donde hablar entre cubanos, conocer la inconformidad de muchos de nosotros por las medidas de fidel castro o escuchar música extranjera, eran tanto delito, eran una manifestaciones tan contrarrevolucionarias, como preguntar de dónde son los “cantantes”…

La cola del “pollo”, los baches en las calles de Miami y la revolución de los humildes.

Lo terrible de esta situación, sigo pensando yo, es que nosotros los cubanos, tras más de seis décadas de ser ex-pioneros, ex-comunistas, ex-antimperialistas y ex-internacionalistas, hemos asumido tanto, pero tanto, nuestra bobería intelectual, política y cultural, que la cargamos, que nos la llevamos a donde quiera que vamos y que, con total orgullo revolucionario, plantamos bandera en las calles de cualquier ciudad con tal de sobresalir, de destacarnos, de levantar las manos por unanimidad o de que nos tengan lástima para mantenernos viviendo de gratuidades y no tener que trabajar.

De ahí que no me queden dudas, es decir, por nuestra forma de ser, por la materia prima con que nos hicieron, que nos convertimos en una plaga perniciosa extendiendo por el mundo, sueltos y sin vacunar, toda la mierda que aprendimos como ex-revolucionarios y que hoy repletamos, con tremendos perros huracos, las calles de Miami o de cualquier otra ciudad del mundo.

El fraude de ser comunista en Cuba y la mentira de ser opositor en cualquier parte.

Y, por supuesto, tanto abuso y tanta represión iconoclasta y de la otra, generó una reacción contestataria, opositora y disidente, en muchos cubanos que, desde el mismísimo Enero de 1959, le vieron los dientes a la bestia y decidieron enfrentársele, en desigual batalla, pues eran muy pocos contra un régimen criminal, violento, terrorista y apoyado por un pueblo idiotizado con la idea de que éramos revolucionarios por gritar patria o muerte y que íbamos a tocar el cielo con las manos por «construir» el socialismo.

A esos valientes cubanos, seres cubanos de una época lejana, mi devoción eterna pues nos marcaron el camino, nos quitaron la venda de los ojos, para que hoy, con total lucidez, podamos apreciar la mentira del socialismo, la farsa del castro-comunismo y el descaro de ese oportunismo sostenido, mediático y concurrente en redes sociales, de ciertos personajillos que, en nombre de luchar por la libertad de Cuba, llenan sus bolsillos con alhajas de quincallas miameras o se hinchan de poder afilando sus dientes y sus muelas para morder el pastel, para tragarse entero el caramelo, de una futura Cuba libre.

El verdadero enemigo de la libertad de Cuba está dentro de nosotros.

Porque la realidad es que en estas seis décadas del suplicio que vivimos son muchos los cabroncitos de la cultura quienes, en ambas orillas, sin distinción, han construido enormes monumentos a sus propios intereses, se han beneficiado de nuestro dolor nacional como si la represión, el adoctrinamiento, el hambre, la miseria o el miedo, fueran crypto monedas con más valor que la vergüenza ciudadana y con más poder adquisitivo que la dignidad de todo un pueblo. Como prueba insoslayable de lo que digo, se erigen, en Cuba y en muchas partes del mundo, opulentos castillos a la codicia, a la ambición y al desinterés que sienten, los implicados en este magnicidio, por los pobres de la tierra.

Una verdad incuestionable: Hablar de Cuba, bien o mal, “engorda”…

Y todo para restregarlo, como si nada, en nuestras caras, en nuestras jetas estupefactas de pobres de la tierra y decirnos que nos jodamos, que suframos porque ellos son unos cabroncitos de la cultura y nosotros unos perros comemierdas que no supimos descubrir, que no vimos con claridad, por dónde le entra el agua al coco y el billete, el verde que te quiero verde, a mis cuentas en el banco mundial.

Por eso muy pocas personas decentes creen en nosotros, muy poca gente de bien nos mira con respeto porque somos demasiado crédulos y apoyamos como corderitos desenfrenados a esos que se aprovechan de nuestra ignorancia, de nuestra necesidad de adorar a los «pastores» y de nuestra incapacidad para entender que no se lucra, que es un sacrilegio de marca mayor, malversar algo tan puro como es la necesidad, la urgencia imprescindible, de quitarnos esa venda de los ojos y sacarnos del culo cualquier tipo de banderita de papel.

Ni con mil “cargas” para matar bribones nos liberamos los cubanos de tanta mierda.

Porque, y no existe peor ciego que el que quiera mantener una venda sobre sus ojos, es muy evidente que este proceso “libertario” que estamos viviendo, que la “lucha” anti-castrista de este siglo, en este exilio desgarrador y esperanzador, está cada vez más repleta de tira y encoge, saturada de atentados a la moral ajena, atestada de faltas de respetos, de ninguneos, de menospreciar la actitud de terceros y de culparnos, los unos a los otros, de ser agentes del castro-comunismo, de hacerle el trabajo sucio a la dictadura de La Habana o de no estar de acuerdo con ningún opositor porque nuestra ”misión” es dividir, atacar y destruir, la moral de nuestros líderes y mártires o la integridad de nuestros comedores obreros.

Y esa es la prueba real de que necesitamos, para ser libres, para lograr independizarnos de las tantas tiranías que nos hemos inventado nosotros los seres cubanos, cientos de miles de cargas para acabar, para hacer desaparecer y para borrar para siempre de nuestras vidas y de nuestra historia, a los millones de bribones, de cabroncitos de la cultura, de oportunistas y traidores, que tanto, pero que tanto daño, nos hacen.

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