Yo siempre digo que una cosa es la miseria y otra muy distinta y diferente es ser miserable, quiero empezar diferenciando muy bien estos dos conceptos porque las personas tienden a confundirse y se lanzan a comprar las papas sin llevar una bolsita y la libreta de racionamiento.
Algunos estudiosos y entendidos en este asunto definen la miseria como pobreza extrema, es decir, cuando el ser humano, o un grupo de ellos, carecen de los recursos y medios más elementales para proporcionarse el sustento y las condiciones necesarias para la vida.
El castrismo provocó un envenenamiento compulsivo y sistemático de la sociedad cubana con su bochornoso cuento del socialismo, del “rey” buenito y juicioso, de la “princesa” eternamente virgen, de la corte celestial emperifollada a tutti play con instrumentos de matar, de bufones-chivatones haciendo la gracia por los rincones y de un pueblo pasando tres varas de hambre pero aun así aplaudiendo frenéticamente al pícaro monarca porque según el fulano lo “mejor” siempre está por llegar…
Y esa es la gran tragedia que tenemos los cubanos, que le creemos todo a todo el mundo, es decir, a cualquier fanfarrón que llega alardeando de que descubrió el agua medio calientica, que tiene la fórmula para fabricar bisteces de los suspiros estomacales, con consejos prácticos para reciclar lo reciclado y con la mejor, o la única, estrategia para tumbar a una dictadura que, como todo el mundo sabe, se creó a sí misma, se transformó con el tiempo a su antojo, y no se destruye porque nosotros mismos la mantenemos con nuestros jala-jalas, tira y encoge, un aplauso prolongado, otro deportivo, los voy y vengo, los ejes de mi carreta, tengo un espíritu burlón meti’o en mi casa, a la Luna le falta un cachito, le digo gobierno y no dictadura y trabajo aquí y me gasto el dinero allá, pero nunca viceversa.
Porque en estos 60 años la tiranía castro-puticlub ha destruido con total conciencia a un país y a un pueblo que el único error que cometimos fue creer y apoyar a un sujeto que se nos presentó como el mesías de la butifarra, como el gran salvador de los colchones de muelles y como un justiciero látigo en mano presto a “reformar” lo mal hecho para que todos los niños tuvieran un vaso de leche hasta que les diera la gana, sus padres pudieran pensar y actuar como quisieran, sus abuelos descansar con un retiro justo y decente y Cuba brillar con su democracia porque la Patria es de todos, con todos y para todos y no propiedad de un grupúsculo de traidores y sinvergüenzas que se pasan el poder de las manos a las caretas y de las caretas al c….
La destrucción y la miseria en Cuba no tienen nada que ver con la falta de inteligencia, talento, capacidad de emprendimiento, buena voluntad o deseos de prosperidad del pueblo cubano, no, la miseria y la destrucción en Cuba son únicamente consecuencia de la política represiva, autoritaria, totalitaria, abusiva, corrosiva y tiránica de un régimen que no quiere que las personas prosperen pues cuando los seres humanos alcanzan “su lugar en el mundo” a los dictadores les resulta imposible apretar las cadenas “que me ahogan” y por consiguiente pierden la capacidad para robar, adueñarse de lo ajeno, extorsionar, enriquecerse ilícitamente y “vacilar” como tuertos en un país donde todos se quedan ciegos.
La historia del “bloqueo” económico hace mucho, pero muchísimo tiempo que dejó de ser cierta y efectiva. Esa manoseada justificación ejercida por el castrismo para justificar el churre, las costras, el grajo, los “tabaquitos” y el hedor de la patria ya no tienen forma de sostenerla pues el mundo entero sabe que Cuba es uno de los principales “socios” comerciales de los Estados Unidos, es uno de los países que más dinero recibe por concepto de ayudas para el desarrollo, los pocos productos cubanos que tienen vergüenza se venden en muchas partes del mundo y a quien le dé la gana, quien tenga mucha sed, se puede tomar una Coca-Cola bien fría en cualquier lugar de La Habana, por citar un solo ejemplo.
Entonces solo nos queda aceptar que la dictadura castrista no tiene ni cómo ni con qué justificar la enorme destrucción que ha provocado en Cuba, ni cómo explicar la gigantesca miseria, la extrema pobreza en que vive gran parte del pueblo cubano, no, no tienen argumentos ni válidos ni creíbles, solo desvían la atención de esa pandemia aumentando la represión, multiplicando la violencia y generalizando un estado de terror que obliga a las personas a morderse la lengua, llorar por las noches y gritar socialismo o muerte.
Ricardo Santiago.